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Historia Y Origen De La Normalidad Y Patologia


Enviado por   •  6 de Octubre de 2014  •  2.975 Palabras (12 Páginas)  •  1.376 Visitas

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Historia y origen de los conceptos “normalidad” y “patología”

Al buscar información en la red me encontré con ciertas dificultades que me impedían objetivamente la realización de la misma. Primero que nada es que únicamente uno de los autores que encontré es quien habla del origen de estos conceptos de manera generalizada, los otros dos se orientan más a un tema sexual y jurídico, etc.

Primero comenzaré con el punto de vista del autor que habla de una manera general sobre el origen de éstos conceptos:

Del artículo “Normalidad y normalización: la salud es soporte de la anormalidad que nos hace humanos”, publicado por Enrique Carpintero, 2009.

El autor nos comienza hablando sobre el concepto de patología, que se entiende como alteraciones en los comportamientos y conductas que se consideran normales, según el contexto histórico y cultural donde se esté presentando. Concluyendo que de esta manera la normalidad se presenta como un modelo que se lo homologa a ‘naturalidad’. Aquello que se considera normal en las conductas humanas está basado en un tipo de funcionamiento específico para una época dada de la cultura donde es ‘natural’ que las personas piensen de una manera y se conduzcan de otra. Es decir, lo normal se define en función del ideal que impone la cultura dominante al conjunto de la sociedad. Por ello la normalidad y la patología se constituyen como efecto de una complejidad de factores cuyo estatuto se ajusta a condiciones históricas, políticas y culturales. Los comportamientos considerados patológicos se definen como una contracara de las respuestas esperadas a las condiciones que se establecen como normales.

Luego nos hace un recorrido histórico bastante completo sobre la conformación de los mencionados conceptos. Hace 45 siglos el pueblo Asirio Babilónico creía que la enfermedad era una impureza espiritual provocada por los dioses como réplica a una transgresión moral. La "culpa" se buscaba en la historia personal del enfermo. Recordemos que la palabra “culpa” proviene del latín y significa “falta”, “pecado”.

Debimos esperar varios siglos para que los griegos entendieran que la impureza de la cual provenía la enfermedad si bien también era de origen divino ya no era moral, sino física, y por lo tanto posible de ser tratada con baños purificadores. Esto fue un salto conceptual enorme ya que si la enfermedad como la consideraban los pueblos antiguos era causada por los dioses y significaba una impureza del alma, el sujeto no tenía acceso a ella ya que era cosa de los dioses, es decir, no podía ser curado por otros, sólo por el perdón de un dios. Pero si la impureza estaba en lo físico, es decir era cosa de los seres humanos, aquellos que conocieran las leyes de la naturaleza podían curar a los otros.

Los griegos, de acuerdo con la idea pitagórica, pensaban que la naturaleza se guiaba por leyes, que tenían un orden, una armonía. Así, si conocían las leyes propias de la naturaleza del organismo, la fisiología, cuando un sujeto enfermaba otro podía ayudarlo, acompañar a la naturaleza en el proceso de restitución de la armonía (la salud). Cuidar al otro, es decir hacer medicina. La palabra “medicina” viene del griego “medein” que significa “cuidar a”. Esto permitió entender que la enfermedad y la salud no eran producto de los dioses sino de los seres humanos.

Continuando con esta postura médica sobre el concepto de normalidad, el autor nos hace un recorrido histórico orientado a las enfermedades mentales, dando origen a la psiquiatría y posteriormente incluyéndose en psicología con el nacimiento del psicoanálisis.

En la búsqueda de explicación de las enfermedades mentales podemos mencionar el siguiente desarrollo. En los pueblos antiguos aparece como castigo divino. Esta es la concepción mágico religiosa. En la Edad Media como posesión diabólica. Esta es la época de la Inquisición donde al monstruo humano se lo quemaba en la hoguera o se lo exhibía en las ferias. Los anormales son aquellos que no sólo no entran en las leyes de la sociedad sino de la naturaleza. El campo de aparición del monstruo es un dominio jurídico y biológico. Lo que hace a un monstruo humano no es sólo la excepción que representa a la forma de la especie (débiles, hermafroditas) sino al problema que plantea en relación a las regularidades jurídicas (matrimonio, bautismo, leyes de sucesión).

Acorde con los nuevos tiempos que inaugura el llamado Siglo de las Luces la medicina realiza la tarea de prescribir y establecer lo normal y lo patológico en nombre de un saber erigido como una nueva religión. El positivismo trata de entender el padecimiento subjetivo como una enfermedad médica. Sus manifestaciones se explican como una alteración de la estructura cerebral. También como transmisión hereditaria en familias "degeneradas". Los monstruos comienzan a pensarse como individuos a corregir. El psiquiatra aparece como guardián de los anormales considerados como peligrosos que, a través de diferentes técnicas disciplinarias, protege a la sociedad. Debemos esperar la aparición del psicoanálisis para que al padecimiento subjetivo se lo pueda entender como resultado de conflictos psíquicos donde la frontera entre lo normal y lo patológico desaparece. De esta manera la enfermedad como proceso real y operante, no se agota en la ausencia de salud ya que es entendida como un tras-torno del proceso sano en tanto lo pone del revés siguiendo sus propias articulaciones. En este sentido la normalidad y la anormalidad estarán determinadas por la historia del sujeto y las características que le da a sus conflictos pulsionales en el interior de una determinada cultura.

El autor continúa explicándonos sobre el concepto de enfermedad mental de una manera subjetiva sometida a los valores de la cultura dominante y nos narra que las teorías psiquiátricas actuales vuelven a sus inicios explicando desequilibrios químicos cerebrales, tratando de superar las postulaciones psicoanalíticas que explican la subjetividad de las sociedades actuales.

Podemos decir que vivimos en una cultura de la representación donde es más importante lo que representamos para los demás que lo que somos. De esta manera el principio de realidad queda sustituido por el principio de representación de esa realidad que transforma lo real en puro imaginario. Representar un papel acorde con la cultura dominante es el único requisito de existencia, ya no solamente en el espacio público, sino también en la vida privada e íntima. De esta manera nos domina desde nuestro interior normalizando nuestros deseos y necesidades para reproducir las condiciones de dominación. Por ello, el disciplinamiento se ha interiorizado en la búsqueda de una normalidad cuyo efecto es la emergencia de la pulsión

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