Imposición Moral

Consideramos que las corridas de toros desde muchos ámbitos resultan incorrectas, desde luego el ámbito moral está incluido. Pero resulta que cuando el discurso antitaurino se mete en temas de índole moral, aquellos que defienden estas prácticas hablan de una imposición moral que surge de la sensibilidad de aquellos que se oponen y que esto no puede considerarse un argumento. Buscando textos acerca de la ética de la tauromaquia nos encontramos indefectiblemente escritos que defienden esta práctica, nos encontramos en la web uno titulado “Cincuenta razones para defender las corridas de toros”, donde el autor Francis Wolff menciona lo siguiente:

La sensibilidad no es un argumento y sin embargo es la razón más fuerte que se puede oponer contra las corridas de toros. El problema consiste en saber si es suficiente: ¿la sensibilidad de unos puede bastar para condenar la sensibilidad de otros? ¿Permite explicar el sentido de las corridas de toros y la razón por la que son una fuente esencial de valores humanos? ¿Puede bastar para exigir su prohibición?

Pero este autor no es el único que desprestigia la dimensión moral del discurso antitaurino, Fernando Savater menciona que:

El rechazo de festejos como las corridas de toros es la opción moral respetable de una sensibilidad personal ante una demostración simbólica de raigambre atávica y desmesurada según los parámetros racionalistas comúnmente vigentes. Pero no puede fundar a mi juicio una moral única, institucionalmente obligatoria para todos. [...] conozco lo que repugna a mi sensibilidad, pero no tendría la arrogancia de convertirlo en norma ética impuesta a todos. (2010, 54-55).

Tomando en cuenta dichos argumentos nos encontramos con el argumento de que al vivir en una sociedad democrática y, que permite y fomenta la pluralidad, no se puede considerar la opción moral que los antitaurinos proponen como la única válida, sino que resulta ser una entre bastantes más. Mencionan que no se puede convertir un principio moral en una ética normativa que imponga sus principios a todos, por más que muchos la compartan. Desde una perspectiva liberal, este es un problema importante, porque casi todas las constituciones de ese signo receptan en su seno disposiciones que establecen que las acciones de los hombres, salvo que dañen a otros, no pueden ser prohibidas legalmente, desgraciadamente se entiende por “otros” exclusivamente a seres humanos. Cuando la ley impone una distinción entre derechos humanos y derechos animales entonces surgen dilemas éticos y morales como el que en este momento nos atañe. Consideramos que hay una inconsistencia en intentar apoyar las corridas de toros desde esta perspectiva; los antitaurinos mencionan que no debe haber imposiciones morales, sin embargo se olvidan que las leyes son influenciadas por la ética de la época en la que se crean, y evidentemente estas se van gestando a raíz de una moral que se va esparciendo alrededor de las masas y inevitablemente se vuelven en una imposición para aquellos que no fueron influenciados. Este argumento rechaza por completo la idea de progreso moral, y sin este no se puede explicar el cómo la situación de las mujeres o los negros hoy en día es mejor que hace doscientos años, hoy las leyes no segregan a estos grupos y tienen una mayor cantidad de oportunidades (aunque cabe aclarar que aún falta mucho terreno por cubrir en este ámbito). Otro ejemplo de una “imposición moral” es que la homosexualidad se desregularizó en Inglaterra cuando se comenzó a respetar la privacidad de las prácticas humanas realizadas en la privacidad que no dañan a nadie. Consideramos que ese es el punto clave por el cual la moralidad del argumento antitaurino no resulta una imposición, más bien un avance; porque se está buscando proteger la vida de un ser vivo.

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