Jorge Bucay
Enviado por Albitah1 • 14 de Febrero de 2014 • 12.474 Palabras (50 Páginas) • 421 Visitas
Jorge Bucay
CUENTOS PARA PENSAR
COMO CRECER?
Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se
estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la
Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces
encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
El rey preguntó:
¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías
fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En
aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".
Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente
mirate a vos mismo.
No hay posibilidad de que seas otra persona.
Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes
marchitarte en tu propia condena...
ANIMARSE A VOLAR
..Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación
de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas
que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte
aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las
alas y volarás...
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte
para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los
que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente dijeron:
-¿Estás loco?
-¿Para qué?
-Tu padre está delirando...
-¿Qué vas a buscar volando?
-¿Por qué no te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo:
-¿Será cierto?
-¿No será peligroso?
-¿Por qué no empiezas despacio?
-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus alas.
Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...
Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy
como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre
necesario para que las alas se desplieguen.
Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como
siempre.
EL BUSCADOR
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador
Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que
encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es
simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había
aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar
desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de
marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes
de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles,
pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla
pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de
descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y
empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban
distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un
buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella
inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se
sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una
piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad
estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio
cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a
leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador
se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio
y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el
tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue
comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del
cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y
luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué
cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados
en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo
ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que
pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven
cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí,
colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez
que uno disfruta intensamente
...