LADY SUSAN JANE AUSTEN
Enviado por claudiahenry • 24 de Noviembre de 2013 • 16.658 Palabras (67 Páginas) • 474 Visitas
LADY SUSAN
JANE AUSTEN
CARTA 1
Lady Susan Vernon al señor Vernon
Langford, diciembre
Querido hermano:
Ya no puedo seguir privándome del placer de aprovechar la amable invitación que me hiciste al despedirnos la última vez de pasar algunas se¬manas contigo, en Churchill; por tanto, si a ti y a la señora Vernon no os resulta inoportuno reci¬birme en estos mo-mentos, espero que dentro de unos días puedas presentarme a esa hermana que, desde hace tanto tiempo, deseo conocer. Los buenos amigos que tengo aquí me suplican, con el mayor cariño, que prolongue mi estancia con ellos, pero su carácter hospitalario y festivo les hace llevar una vida social demasiado animada para la situación que atra-vieso y mi estado men¬tal actual. Espero con impaciencia el momento en que seré ad-mitida en tu agradable retiro. Anhelo que tus queridos hijos me conozcan y me desvi-viré por despertarles gran interés en sus corazones. Necesitaré toda mi fortaleza de áni-mo, puesto que pronto me separaré de mi hija. La larga enfermedad de su querido padre me ha impedido prestarle la atención que el deber y el cariño dictaban, y tengo demasiadas razones para temer que la institutriz a la que encomendé su educación será incapaz de hacerlo. Así que he decidido enviarla a uno de los mejores colegios priva-dos de la ciudad. Tendré la oportunidad de acompañarla cuando vaya a tu casa. Estoy deci¬dida, como ves, a no permitir que se me niegue la entrada en Churchill. Me dolería mucho enterar¬me de que no te es posible recibirme.
Recibe un cordial saludo de tu hermana,
S. Vernon
CARTA 2
Lady Susan a la señora Johnson
Langford
Mi querida Alicia, estabas muy equivocada al creer que no me iba a mover de aquí, en todo el invierno, y me duele mucho decírtelo. En po¬cas ocasiones he pasado tres meses tan agrada¬bles como éstos que acababan de pasar. Ahora, todo es conflictivo. Las mujeres de la familia se han unido en mi contra. Adivinaste lo que ocurriría cuando llegué a Langford. Manwaring es tan ex¬trañamente encantador que no pude más que sentir aprensión. Recuerdo que, cuando me acer¬caba a la mansión, me dije: «¡Me gusta este hom¬bre; ruego a Dios que eso no cause ningún mal!». Pero ya había resuelto ser discreta, recordar que sólo hacía cuatro meses que había enviudado y mantenerme en silencio lo más posible. Así lo he hecho, mi querida y pequeña criatura. No he aceptado las atenciones de nadie, excepto las de Manwaring. He evitado toda coque-tería y no he hecho caso a nadie de aquí, excepto a sir Ja¬mes Martin, al que he dispen-sado un poco de atención, para separarlo de la señora Manwaring. Sin embargo, si el mundo supiera cuáles han sido mis motivaciones, me alabarían por ello. Me han lla-mado madre desatenta y, no obs¬tante, el impulso sagrado del cariño maternal y el bien de mi hija han sido lo que me ha servido de acicate; si mi hija no fuera la mayor pánfila de la Tierra, se me habría recompensado por mis es¬fuerzos como me merecía.
Sir James me hizo proposiciones para Frederica pero ésta, que ha nacido para amar-garme la vida, decidió oponerse con tanta vehemencia al emparejamiento que decidí que era mejor olvi¬dar el plan por el momento. En más de una oca¬sión me he arrepen-tido de no haberme casado yo misma con él y, si fuera un poco menos débil, seguro que lo haría. Admito que soy más bien ro¬mántica en ese aspecto y que las riquezas por sí solas no me satisfacen. El resultado de todo esto es que sir James se ha marchado, María está en¬furecida y la señora Manwaring se muestra inso¬portablemente celosa. Está tan celosa e indigna¬da conmigo que, en un arrebato de furia, no me sorprendería que recurriera al señor Johnson, si pudiera acceder a él libremente. Tu marido, sin embargo, sigue siendo mi amigo, y la acción más gentil y bondadosa de su vida ha sido librarla para siempre del matrimonio. Mi único encargo es que mantengas su re-sentimiento. Ahora, esta¬mos muy afligidos. Una casa nunca había visto tanta altera-ción: toda la familia está en pie de guerra y Manwaring apenas me habla. Ha llega¬do el momento de que me vaya. He decidido, por tanto, dejarles y pasaré, espero, un día agradable contigo, en la ciudad, esta misma semana. Si el señor Johnson sigue mos-trando tan poca sim¬patía por mí como siempre, deberás venir a ver¬me a la calle Wig-more, número 10, aunque espe¬ro que éste no sea el caso, puesto que el señor Johnson, con todos sus defectos, es un hombre al que siempre se le puede aplicar esa gran pala-bra que es «respetable»; además, siendo cono¬cida la confianza que tengo con su espo-sa, su desaire conmigo parecería raro. Pasaré por la ciudad de camino a ese insoporta-ble lugar, esa al¬dea campesina, puesto que finalmente voy a ir a Churchill. Perdóname, mi querida amiga, pero es mi último recurso. Si hubiera en Inglaterra otra casa abierta para mí, la preferiría. Aborrezco a Charles Vernon y temo a su mujer. En Churchill, sin embargo, permaneceré hasta que haya algo mejor en perspectiva. Mi jovencita me acompa¬ñará hasta la ciudad, donde la dejaré al cuidado de la señora Summers, en la calle Wigmore, has¬ta que entre en razón, al menos un poco. Allí po¬drá hacer buenos contactos, ya que todas las chi¬cas provienen de las mejores familias. El precio es muy alto, mucho más de lo que puedo permi¬tirme pagar.
Adiós, te escribiré en cuanto llegue a la ciudad.
Un abrazo,
S. Vernon
CARTA 3
La señora Vernon a lady De Courcy
Churchill
Querida madre:
Siento mucho tener que decirle que no podre¬mos cumplir la promesa de pasar la Na-vidad con usted. Esa dicha nos ha sido privada por una cir¬cunstancia que, me temo, no nos servirá de com¬pensación. Lady Susan, en una carta a su herma¬no, ha manifestado su intención de visitarnos casi de inmediato y, puesto que esa visita es segura¬mente por una cuestión de conveniencia, es impo¬sible adivinar su duración. Yo no estaba prepara¬da en absoluto para este hecho y tampoco puedo entender la conducta de lady Susan. Langford pa¬recía el lugar adecuado para ella en todos los as¬pectos, tanto por el estilo de vida elegante y caro del lugar, como por su particular apego a la señora Manwaring, de modo que no esperaba ese honor tan pronto, aunque siempre había pensado, visto el afecto creciente que sentía por nosotros desde la muerte de su mari-do, que en algún momento nos veríamos obligados a recibirla. Creo que el se¬ñor Ver-non fue extraordinariamente amable con ella cuando estuvo en Staffordshire. La con-ducta de ella con él, independientemente de su carácter
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