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LAS RUTAS COMERCILAES


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2013  •  1.520 Palabras (7 Páginas)  •  213 Visitas

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Rutas comerciales

Época: Eco-Soc XVI

Inicio: Año 1500

Fin: Año 1600

Antecedente:

Los intercambios

(C) ARTEHISTORIA

Comentario

Hablar de comercio en la Europa del siglo XVI supone hacerlo, fundamentalmente, del gran comercio internacional marítimo. El comercio interior, aunque contó con algunas importantes vías terrestres y fluviales, especialmente en el noroeste y el centro del Continente, se desarrolló en una menor medida. Las causas de esta situación fueron diversas, pero sobre todo se trata de razones de tipo técnico, económico y administrativo. La carestía e inseguridad de los transportes terrestres de mercancías, así como las graves deficiencias de las redes viarias representaban un importante obstáculo. Las escasas mejoras introducidas en las infraestructuras resultaron claramente insuficientes. Por otra parte, la discontinuidad espacial del poder político y la fragmentación de las jurisdicciones conllevaban la multiplicación de fronteras, aduanas y peajes, en los que el paso de mercancías estaba sujeto al pago de numerosos derechos. De ello se derivaba un encarecimiento de los productos y una merma de la rentabilidad del tráfico. Éstas y otras razones provocaron que los mercados interiores aparecieran a menudo desestructurados y carentes de una auténtica integración.

El comercio por mar obviaba en buena medida los obstáculos citados. Los barcos permitían transportar un mayor volumen de carga que mulas y carros, a más larga distancia y con inferiores costos. Por ello, el universo mercantil de Europa gravitó en gran medida alrededor de una cadena de puertos costeros (o fluviales conectados cómodamente con el litoral, más abrigados y seguros), que dieron vida al complejo entresijo de transacciones y negocios.

La auténtica funcionalidad del gran comercio internacional de comienzos de la Edad Moderna consistió en su capacidad de poner en contacto mercados lejanos. El comercio constituyó el nervio de la nueva economía capitalista y contribuyó a satisfacer la demanda, al tiempo que la moldeaba. La actividad comercial impulsó también el desarrollo de las técnicas mercantiles y alentó la soberbia expansión del mundo del crédito y las finanzas.

Los dos principales focos de desarrollo económico-mercantil de la Europa del XVI se organizaron en torno a las grandes constelaciones urbanas del norte de Italia y los Países Bajos. Los mares interiores jugaron un importante papel comercial. En el Mediterráneo, Venecia había desplegado un activo comercio con Oriente a través de los puertos sirios, turcos y del Mar Negro. Los genoveses también participaron en esta ruta, pero la rivalidad con los venecianos los había orientado preferentemente hacia el comercio con Occidente, donde instalaron activas colonias mercantiles. En el Mediterráneo oriental y en el Mar Negro los comerciantes italianos adquirían productos de lujo de procedencia asiática, entre los cuales seda y las preciadas especias, pero también azúcar, alumbre, pieles y otros variados productos, que más tarde distribuían por Europa. El avance turco en aquel área y las guerras de Italia trastornaron esta actividad comercial, que había venido siendo constante desde los siglos bajomedievales.

Marsella desempeñó en el Mediterráneo occidental un importante papel como nudo de intercambios gracias a su privilegiada situación, que le permitió conectar los puertos italianos con el Mediterráneo español y el interior de Francia, con Lyon como principal punto de referencia. En la fachada mediterránea ibérica Barcelona había decaído en su antigua primacía mercantil y Valencia sólo vino a sustituirla en una pequeña medida.

En el Canal de la Mancha y en el Mar del Norte, ciudades como Rouen, Brujas y Amberes oficiaron como activos centros de redistribución. El comercio entre los Países Bajos y el Báltico resultó de una trascendental importancia. El área báltica constituyó un estratégico reservorio de grano para la Europa noroccidental. Puertos como Danzig o Hamburgo eran puntos de salida para los excedentes de trigo de las llanuras polacas y prusianas. Además del grano, los países occidentales se abastecieron de otras materias primas de origen báltico, principalmente madera, pero también pieles, cuero, carbón vegetal, cáñamo, lino, sebo y pescado. A cambio, los Países Bajos exportaban hacia el Báltico productos elaborados, sobre todo textiles, procedentes de sus centros manufactureros. Este tipo de intercambios dio lugar a una economía de tipo colonial, modelo que también prevaleció en la relación comercial entre los Países Bajos y Castilla.

En efecto, los intercambios mercantiles entre la Europa noroccidental y la Península Ibérica fueron intensos. Hasta Portugal bajaban numerosas naves del Mar del Norte a la búsqueda de sal, producto estratégico del que los países ribereños de aquel mar disponían en muy escasa cantidad. Pero más importantes aún eran las transacciones realizadas en los puertos cántabros de la Corona de Castilla,

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