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LUVINA: LA BILIS NEGRA EN EL CUENTO DE JUAN RULFO


Enviado por   •  11 de Febrero de 2014  •  1.805 Palabras (8 Páginas)  •  501 Visitas

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“Leyendo un libro, un día, de repente, hallé un ejemplo de melancolía: Un hombre que callaba y sonreía, muriéndose de sed junto a una fuente” José Ángel Buesa, poeta, novelista y profesor cubano. (Cuba, 1910-República Dominicana, 1982)

Bien se ha dicho que “la nostalgia del paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre” (Milan Kundera), razón suficiente para observar que los fantasmas, de aquel pasado que les queda de consuelo, tienen mayor pisada que los habitantes de las comunas que aún permanecen vivos. En el cuento de Juan Rulfo, Luvina, el relato probablemente más poético del libro titulado “El llano en llamas” (1953), se describe con morriña la imagen de las calles de un pueblo casi espectral; un sitio en donde “nadie lleva la cuenta de las horas” *2 y en donde “a nadie le preocupa cómo van amontonándose los años” *2.

En un pueblo con habitantes, cuyos días sencillamente “comienzan y se acaban” *2 -hasta el momento de la muerte, “que para ellos es una esperanza” *2- viene a mi memoria aquella frase en la que Juan Rulfo, escritor, fotógrafo y guionista mexicano, hablara del elíxir figurado que mantiene al hombre al día: “¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”.

Pensando en la prolongación de sus anhelos, que probablemente marcaron la dilatación misma de su ánimo dentro de la literatura hispanoamericana, Juan Rulfo enseñó, mediante sus cuentos cargados de realismo mágico-un género metalingüístico en el que lo extraño se presenta como algo común y cotidiano- que “los problemas sociales se pueden plantear de una manera artística” (Juan Rulfo), siendo además ineludible el hecho de evadir de la obra la temática del brete social, ya que invariablemente “surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo” (Juan Rulfo).

En el debate de las fuentes inspiracionales, que pudieran plantear una historia con la crudeza de la imagen, o con el esteticismo de la lírica, cabe preguntar entonces: ¿Dónde queda la intención por la existencia?..¿Al filo del anhelo entusiasmado?- que cuesta más al prolongar las necedades por las que se lucha- o a la orilla de aquel “humor bruno” *3 –ese flujo que congela a la sangre con melancolía-... ¿Se pierde más en la cotidianeidad que pretende llenarse de sorpresas?, o en las tardes de brindis en los que la cerveza y el mezcal alivian a la memoria seca-como si se “enjuagara la cabeza con aceite alcanforado” *2-.

En el contexto de una testa, que busca llenarse de todo menos de experiencias, “la mirada melancólica permanece inexpresiva mientras sea concebida sin la perspectiva de lo ilimitado” *1…De esta manera “la melancolía implica un estado vago, sin ninguna intención determinada” *1 –tal como cuando se observa un punto fijo, como aquel borracho del cuento que posa sus luceros sobre la mesa, justo “donde los comejenes ya sin sus alas rondaban como gusanitos desnudos” *2-.

Y si Luvina era una clase de purgatorio, “un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros” *2, y un sitio en dónde “ya no queda ni quien le ladre al silencio” *2 ¿por qué solo se esperaba a la muerte y no se aceleraba su encuentro en el suicidio? Probablemente porque para un pueblo melancólico, el mundo se convierte en “un espectáculo al que el ser humano asiste pasivamente”. Quizás porque en el recuerdo de lo estético, “la nostalgia vuelve al ser humano melancólico sin paralizarlo, sin hacer fracasar sus aspiraciones” *1, ello debido a que la conciencia de lo irreparable que concibe, “no se aplica más que al pasado” *1, de modo que “el porvenir permanece, en cierta manera, abierto” *1

Y “¿por qué la melancolía exige una plenitud exterior?” *1-preguntaría el escritor y filósofo rumano Emil Cioran-quizás “porque su estructura implica una dilatación, un vacío cuyas fronteras no es posible establecer” *1. De esta manera, la melancolía no es una expansión de la existencia, sino una “gangrena” que hace retornar al cuerpo en la vacuidad, la estática y la espera-tal como se dejaba carcomer en el pueblo inamovible descrito por Juan Rulfo-.

Y de su origen profundo, la fatiga, esa sensación de cansancio extremo, agotamiento o debilidad que trae como sedimento la supervivencia y no la vida, los aforismos cioranistas señalaban que “representa la primera causa orgánica del saber” *1, ya que

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