La fantástica aventura de Carl Jung y su distanciamiento con el psicoanálisis clásico: Una aventura filósofo-mística
Enviado por VasoRoto • 6 de Noviembre de 2020 • Apuntes • 3.304 Palabras (14 Páginas) • 191 Visitas
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Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y Económicas.
Escuela de Psicología.
Cátedra: Psicología de la Personalidad, Sección 2.
La fantástica aventura de Carl Jung y su distanciamiento con el psicoanálisis clásico:
Una aventura filósofo-mística
Integrantes:
Gricella Beacovich
Luis Chamorro
Kathalina Malhue
Kevin Moreira
Valentina Rojas
Docente:
Paulina Arriagada
31 de octubre de 2020
Biografía
Hola, soy Carl Gustav Jung. Nací el 26 de julio de 1875 en una pequeña localidad de Suiza llamada Kessewil, y fallecí el 6 de junio de 1961 a la edad de 85 años (Blandón, 2008). Mi madre fue Emilie Preiswerk Jung y mi padre fue Paul Jung, quien fue un clérigo rural y creo que por eso tuve tendencia al misticismo, durante mi solitaria infancia (Blandón, 2008) tuve inclinación por las fantasías y los sueños, lo cual, influyó en mi trabajo cuando ya era adulto (Subirats, 2013).
Ahora bien, durante mi adolescencia y juventud fui un gran lector, me cautivaron las obras de Goethe y ni hablar de mi profundo interés por los ensayos de los filósofos como von Hartmann y Nietzsche (Subirats, 2013).
A mis veinticinco años inicié con la lectura de La interpretación de los sueños, pero no tenía la suficiente experiencia para corroborar todas las teorías de Freud (Blandón, 2008). En 1902, con 27 años, me gradué en medicina en la Universidad de Basilea.
Un año después, me casé con Emma Rauschenbach. En aquel tiempo, me dediqué a dar clases en la Universidad de Zurich y mantuve mi propio consultorio privado como psicoanalista.
Años después de licenciarme me establecí en el Hospital Mental de la Universidad de Zurich bajo la tutela de Eugen Bleuler, padre y conocedor más importante de la esquizofrenia (Blandón, 2008).
Durante 1906 comencé a intercambiar correspondencia con Freud ya que le envié mi obra “Estudios Diagnósticos de la Asociación”, luego en 1907 le envié mi obra “Sobre la Psicología de la Demencia Precoz” el cual, fue incomprendido por varios colegas psicoanalistas. A pesar de que nunca apoyé en su totalidad a la teoría freudiana, fui un gran admirador de Freud, y por fin lo conocí ese mismo año (1907) cuando viajé a Viena. No obstante, nuestra relación empezó a enfriarse durante un viaje a América en 1909, durante años se disgustó con mis descubrimientos que no eran compatibles con su teoría y nos distanciamos definitivamente en 1913 (Blandón, 2008).
El 25 de febrero de 1912 fundé la Sociedad de Intereses Psicoanalíticos, encaminada con mi propia versión del psicoanálisis. En septiembre pronuncié unas conferencias en la Universidad Fordham de Nueva York cuyo tema central fue el psicoanálisis y mis diferencias con Freud. Por ello, definitivamente terminó nuestra relación de colegas en 1913 (Blandón, 2008).
La Primera Guerra Mundial que inició en 1914 fue un periodo especialmente doloroso para mi autoanálisis, no obstante, fue el principio de una de las teorías de la personalidad más interesantes que el mundo haya visto. Después de la guerra, viajé mucho; desde tribus de África hasta poblaciones de América y la India (Blandón, 2008).
Para concluir con mi biografía, me jubilé en 1946, me alejé de la vida pública a partir de este momento hasta la muerte de mi esposa en 1955. Finalmente, morí el 6 de junio de 1961 en Zurich, Suiza.
Durante mis años desarrollé una gran cantidad de obras. Pero en esta ocasión me gustaría destacar el Volumen VI que corresponde a los “Tipos Psicológicos”, el cual publiqué en 1960 (Blandón, 2008).
- Mi teoría (en Boeree, 1998)
Freud tenía como núcleo de su trabajo como teórico hacer consciente lo inconsciente, llegando a caracterizar el inconsciente como algo displacentero, con deseos establecidos, de anhelos incestuosos y perversos; cuyas experiencias aterradoras aún pueden surgir a la conciencia.
Por eso, yo decidí explorar el “espacio interno” a través de todos mis postulados. Gracias a las ideas que compartía de la teoría freudiana más mis conocimientos de los símbolos tradicionales de la mitología, religión y filosofía, logré dar un sentido al inconsciente y sus hábitos como capaz de expresarse sólo de forma simbólica.
Mi teoría consistió en dividir la psique en tres partes (Gráfico 1). La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente. Cerca se encuentra el inconsciente personal, que es todo lo que no está presente en la segunda parte, esta es la conciencia. Ahora bien, el inconsciente personal sería como lo que las personas entienden por inconsciente pero que incluye ambas memorias, tanto las que podemos atraer rápidamente a nuestra conciencia como los recuerdos que han sido reprimidos por cualquier razón. La diferencia estriba en que no contiene a los instintos, los cuales Freud incluía.[pic 3]
La tercera parte es el inconsciente colectivo, el cual podría llamarse como nuestra “herencia psíquica”, en otras palabras, es el reservorio de nuestra experiencia como especie con una forma de conocimiento con el que todas las personas nacemos y compartimos, no obstante, no somos completamente conscientes de ello; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Por medio del inconsciente colectivo, indirectamente se origina una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, sobre todo los emocionales. [pic 4]
Existen experiencias que pueden ejemplificar los efectos del inconsciente colectivo, estos pueden ser: la experiencia de amor a primera vista, el deja vu (el sentimiento de haber estado antes en la misma situación) y el reconocimiento inmediato de ciertos símbolos y significados de algunos mitos, además se pueden estimar como una unión repentina de la realidad externa e interna del inconsciente colectivo.
Otros ejemplos pueden ser las experiencias espirituales de la mística de las religiones, o los paralelos de los sueños, fantasías, mitologías, cuentos de hadas y la literatura.
Un ejemplo muy interesante de abordar sería la experiencia cercana a la muerte, dado que personas de distintas partes del mundo y diferentes culturas, tienen en común que cuando, por así decirlo, han sobrevivido a la muerte clínica, relatando que sienten que en algún momento abandonaron su cuerpo, lo pudieron ver y hasta observar lo que sucedía a su alrededor, de que sienten una especie de “fuerza” que los lleva hacia un túnel que en el final deslumbra una luz, que les esperan familiares fallecidos o figuras religiosas, acompañado de una sensación de frustración por abandonar esa escena, volviendo finalmente a su cuerpo. Pudiéndose concluir, que quizás estamos “programados” para vivir la experiencia de la muerte de esta manera.
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