La película escogida es Te doy mis ojos
Enviado por Brendacruz8694 • 13 de Junio de 2015 • Resumen • 1.166 Palabras (5 Páginas) • 273 Visitas
Inauguramos desde nuestra sección de cine nuestras críticas cinematográficas tanto de películas actuales como ya pasadas. En esta ocasión, relacionamos nuestra crítica con la actualidad, trágica, pero que desgraciadamente forma parte de nuestra cotidianidad, la violencia de género. La película escogida es Te doy mis ojos, dirigida por Icíar Mollaín y, con la magnífica interpretación de Laia Marull (Pilar) y Luis Tosar (Antonio)…
Yo también miro ensimismada esas figuras retorcidas y de mirada lacónica que desde lo alto parecen entender de aquello que no nos atrevemos ni a confesarnos. La pintura de El Greco refleja esa dualidad de luces y sombras que nos acompaña a lo largo de nuestra existencia. El entierro del Conde Ordaz manifiesta ese miedo al vacío, horror vacui, y de ahí, la necesidad imperiosa de rellenar el espacio del lienzo con una multitud de personajes y detalles pictóricos. Al igual que en la realidad, ese temor hace que nos aferremos con fuerza a lo más destructivo de nuestros tormentos, pues, el vacío, la soledad hacen que busquemos de mil formas el rellenar nuestros huecos y carencias. Por ello, ¿quién no dice que la pintura ya sea presente o pretérita no pueda reflejar los destellos y fantasmas de nuestra vida? Esta obra de rostros fantasmagóricos y lánguidos, extenuantes al ojo curioso del espectador, parece revelar los mismos misterios y entresijos que se encierran tanto en nuestra vida terrenal como celestial. Y todos sabemos cuáles son los miedos que nos atormentan.
El amor entraña sufrimiento y dolor. Sin embargo, podemos diferenciar entre aquellos amores platónicos, imperturbables al devenir del tiempo como se describe en la famosa cita del Conde Drácula: “he cruzado océanos de tiempo para encontrarte”[1] o, entre aquellos amores destructivos, dañinos y enfermizos tal y como se muestra en la película Te doy mis ojos. Del amor platónico e idealista observamos un amor que araña y desgarra desde lo más profundo de las entrañas, anulando cualquier voluntad de vivir y amar.
Pilar, nuestra heroína herida, muestra un modelo de mujer que vive refugiada en el lúgubre silencio de su propia existencia, sin lanzar un grito de socorro a una multitud ciega y sorda. En la actualidad, numerosas mujeres son víctimas de maltrato físico y psíquico. Estas princesas silenciadas de burkas invisibles sufren las vejaciones de sus parejas a modo de insultos, desprecios, patadas, puñetazos, humillaciones, etcétera. Ellas, que se deslizan como espectros, pierden la identidad, los sueños, e incluso, el entusiasmo por vivir. Estas mujeres anuladas por supuestamente aquellos que aman, sus castradores, se resignan y llegan a naturalizar esa relación de odio y destrucción.
Por otro lado, ellos parecen mostrar un arquetipo arraigado en nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales, pues, ya sea durante el Franquismo, época decimonónica o victoriana, el hombre perpetúa su papel dentro de un sistema patriarcal dominante. El hombre será el guardián de su hogar, quien se desarrollará en la esfera pública y quien tendrá voz en la vida sociopolítica de su entorno. En cambio, las mujeres deberán aprender a oír, callar, y ver. El perfecto ángel del hogar sólo atenderá los quehaceres domésticos y las necesidades de su marido, su cancerbero. De hecho, todo lo que ocurra de puertas hacía dentro no es asunto de mirada ajena, ni siquiera el Estado tendrá potestad para legislar dentro de las leyes del ámbito familiar. Y así, la mujer-florero se convierte en objeto y el hombre en carcelero. Nadie, por tanto, conocerá de esa cárcel de piel y hueso. Sólo
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