Lo ominoso: Una mirada a la inseguridad que experimentan las mujeres, frente a la violencia de género
Enviado por Andrea Palma • 20 de Mayo de 2019 • Ensayo • 2.999 Palabras (12 Páginas) • 154 Visitas
Lo ominoso: Una mirada a la inseguridad que experimentan las mujeres, frente a la violencia de género.
El terror de no volver a casa, es un nuevo temor que se ha instaurado en el inconsciente de las mujeres en edad reproductiva en los últimos 3 años producto del alto número de casos de mujeres desaparecidas y / o asesinadas en Argentina, y no es para menos, al día 07 de marzo se habían registrado 54 femicidios en la República Argentina[1].
En la nota del 08 de abril de 2016 de Infobae, titulaba: "El acoso callejero es la forma más naturalizada de violencia de género"; El informe "Paremos el acoso callejero", reveló que al 47% de las mujeres encuestadas, un hombre las siguió en la vía pública.[2] El licenciado en Psicología Gervasio Díaz Castelli analizó para Infobae que "la modalidad de conquista se cargó de un componente perverso donde el amor cortés es un bien escaso". "Hay una perversión de la modalidad de conquista y también una cuestión con el piropo que pasa a ser un acoso", analizó el especialista, para quien hay dos tipos de piropo: "El que sube la autoestima de la mujer y el que la destruye". "Hay piropos que resultan hasta femicidas, que destruyen la feminidad, que tienen un componente de agresividad tan alto que nunca una mujer va a poder metabolizarlo como algo positivo", finalizó.[3]
Freud en su ensayo sobre lo ominoso escribe: “No hay duda de que lo ominoso pertenece al orden de lo terrorífico, de lo que angustia y horroriza”[4]. Siguiendo esta primera definición, podemos observar como desde la creación de la marcha “Ni una menos” en Junio de 2015, no solo no han disminuido los casos de violencia de genero que van desde el acoso callejero hasta el femicidio. Tomando como ejemplo un relato difundido en Facebook, podemos dar cuenta de un nuevo temor que se ha instaurado, sobre todo en mujeres estudiantes que por motivos horarios deben regresar tarde a su hogar, muchas veces esperando un colectivo que tarda en llegar en alguna parada oscura, donde cada hombre que se acerca a la parada representa una nueva amenaza y temor, muchas veces angustioso. Otro ejemplo de este temor no es solo el retorno al hogar una vez ya caída la noche, se da también en horas diurnas en calles poco transitadas donde algún auto pasa más lento de lo habitual lanzando algún comentario inapropiado, o algún hombre de cotidiana vestimenta que camina en sentido contrario a la ahora (auto percibida) probable víctima de algún acto de violencia, solo por el hecho de ser mujer y saberse vulnerable ante el género masculino.
Podríamos estipular que este no exagerado temor de la mujer ante una posible violencia masculina en algún lugar solitario de la vía pública, pueda tener sus orígenes en los primeros temores infantiles asociados a la oscuridad o “al hombre del saco”, en donde aquello que sus padres o mayores le decían para asegurar la pronta ida a la cama o el buen comportamiento en caso de alguna rabieta incontrolada, era una herramienta “inocente y eficaz” para a través del temor a aquello maligno y desconocido impidiese alguna nueva rebeldía.
Del mismo modo, el hombre utiliza hoy este acoso o violencia en sus diversas aristas para controlar a través del poder a la mujer que no se hace sumisa ante él.
El acoso callejero es vista por el hombre como una reivindicación a su masculinidad, pasando a ser este acoso una aseveración de la grandeza de su falo (desde el punto de vista del poder). El “poder ser y hacer” sin represaría alguna, por ser un acto completamente naturalizado y aceptado como cotidiano y sinónimo de masculinidad ante la mirada social, es visto hoy por los hombres como una rectificación del patriarcado que buscan no solo defender, sino seguir imponiendo a través de la instauración del miedo o lo que ellos pueden llegar a creer como un (falso) respeto a su masculinidad y condición natural de hombres con derechos y privilegios.
A continuación se adjunta un texto extraído del facebook de Jenn Cherry Retamozo, en alusión a la consigna “Ni una menos”[5].
“NI UNA MENOS”
PASÓ EN PLENO CABALLITO.
Buenos Aires, Argentina.
(Pero pasa en todo el mundo.)
“Esto no me lo contó nadie, no estaba en un callejón oscuro, no volvía en pedo sola a las 7 de la mañana (Lo aclaro no porque este mal hacer eso, sino para que entiendan que no se pudo evitar).
Volvía de Morón (de buscar una calza, una remera y una pollerita), mandándole mensajes a mi novio que estaba llegando. (Ya costumbre arraigada el avisar por donde voy que nació del chiste negro: " voy a avisando por si llego a desaparecer saben por dónde buscarme".)
Vivo en Caballito, eran las 14:30, plena Avenida Rivadavia, llena de gente, vivo y viajo con auriculares. Camino con ellos como escudo a todos los forros, cerdos, pajeros y enfermos QUE SÉ me voy a cruzar, no por ser "linda", no por tener ropa de verano (short y remera), sé que va a pasar porque no importa lo que yo haga para evitarlo. Esos forros de verdad creen que pueden basurearnos porque si, porque pueden, porque no hay nadie que los frene cuando hacen eso. Porque nadie se mete.
A una cuadra de llegar, con la vista fija en mi teléfono, pasando canciones, siento que un tipo me roza y me dice algo, lo escucho: "TE VOY A ROMPER EL ORTO". Eso me dijo.
Me saqué el auricular y lo increpé: -Cerra el orto pelotudo.
Obvio que a los machitos no los podes contradecir (una de las frases que más me resonó hoy fue: "pero a los chabones no les tenes que contestar, tenes que agachar la cabeza y seguir caminado como si nada"). SI PIENSAN ESO VAYANSE A LA PUTA M*, NO TIENEN NI UN POCO DE HUMANIDAD.
- Puta de mierda, seguí caminando que a vos ya te tengo calada, eso me dijo.
Me congelé, el corazón se me aceleró y solo atiné a seguir puteándolo, diciéndole que se vaya a la mierda mientras el tipo avanzaba hacía mí, (me llevaba dos cabezas de alto, me di cuenta de eso porque yo estaba caminado hacia atrás tratando de sacármelo de encima mientras me seguía puteando). Para cuando lo empecé a empujar tratando de sacármelo de encima me agarró un brazo y le pegué en el mismo con la bolsita que tenía, (esa bolsita con una remera, una calza y una pollera).
Lo único que tenía. Con lo único que atine a defenderme por no tener nada más.
Ahí se calentó, se calentó y me dijo: - “A MI NINGUNA PUTA DE MIERDA ME PEGA!”
La puta no pegó, no tuvo tiempo; El forro me agarro un brazo y me pegó.
Con toda la bronca del macho que sabe que no vale nada. Que no puede controlar nada, me dio una piña en el medio de la cara, en el ojo, sentí sus nudillos.
Creí que perdía el ojo mientras caía y me golpeaba la cabeza contra el piso.
Casi lo confirmé que había sido así cuando vi sangre con el único ojo que podía abrir.
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