Los Tiempos En Psicoanálisis
Enviado por leopoldopiazza • 17 de Enero de 2012 • 1.327 Palabras (6 Páginas) • 623 Visitas
Autor: Leopoldo Mario Piazza
(Número de inscripción: 00136)
“Es hora de recordarte,
son las doce de la noche.
Tienes que decirme cómo,
señalarme hasta dónde.”
(fragmento de “Romance de Medianoche” de Baldomero Fernández Moreno)
Este año, al regresar de mis vacaciones de verano, empiezo a trabajar en un Centro de Salud de la Municipalidad donde hasta la fecha no había Servicio de Salud Mental.
La administrativa del Centro me pregunta de qué manera voy a manejarme con los turnos y los pacientes. Ya había estado pensando al respecto, y me decido definitivamente cuando le respondo: a demanda.
Cuando utilizo la expresión “a demanda” la tomo de la jerga médica, pero le doy entonación psicoanalítica, o sea que, no se trata solamente de atender al consultante que se presente espontáneamente, sino de la escucha de la demanda en juego allí (o no) en el pedido de consulta.
Inicio pues la tarea, sin más instrumento que mi escucha, escucha afinada en años de propio análisis, supervisión y formación teórica.
Me interrogo por el uso del tiempo. Lo que no delegué en la administrativa, debo administrarlo Yo. El tiempo es escaso como todo recurso económico.
Pero no es la relación: cantidad de pacientes, duración de las intervenciones, horas disponibles, lo que ocupa mis elucubraciones. Para explicarme me voy a detener un instante a pensar en el inicio.
Es en el inicio del Psicoanálisis, que el deseo de Freud establece una ruptura epistemológica cuando realiza el pasaje desde el Proyecto a la Interpretación de los Sueños, y allí, el descubrimiento del Inconsciente. El Inconsciente que está fuera del tiempo, o que, mejor dicho, él es el tiempo de sí mismo.
Salvando las distancias, cada vez que, quienes seguimos las enseñanzas Freudianas, nos encontramos en disyuntivas similares, volvemos a repetir la historia, y en el mejor de los casos, nuestra decisión permite el redescubrimiento del Inconsciente.
Volviendo a la aparente cuestión administrativa, lo que intento es calcular cuánto ocuparé con cada consultante, o sea, qué tiempo necesitará cada uno de ellos para presentar su malestar, y cuánto precisaré yo para poder escuchar. La palabra necesita del tiempo para desplegarse en discurso, la palabra es en el tiempo.
Está claro que no se trata de un tiempo cronológico el que está en juego.
Interrogo a mi maestro, Isidoro Vegh, quien tiene la amabilidad de orientarme con su libro “El Sujeto Borgeano”, leo en el capítulo “El Tiempo y los tiempos”.
Allí me encuentro con una diversidad de tiempos, y por eso decido el título de mi texto: los tiempos en psicoanálisis.
Al estudiar estos tiempos, advertido por mi maestro, compruebo la posibilidad de leer una lógica que se juega en ellos, lógica de oposición de lo eterno y el tiempo como fluir; oposición del tiempo circular y el tiempo sucesivo. También, la posibilidad de pensar al sujeto en relación al tiempo. Mencionaré solamente al pasar, la monotonía del tiempo detenido de la melancolía y los discursos melancolizados, el tiempo sin tiempo de la esquizofrenia, el tiempo acelerado de la manía, la postergación del acto en la obsesión, etc.
Antes de perderme en los laberintos de los tiempos, me despido de mi maestro y vuelvo al inicio.
Es en otro inicio que también el deseo muestra su eficacia, el encuentro del paciente y del analista repite escenas de los orígenes, tiempos instituyentes.
Es en tiempos instituyentes de la infancia que, en el campo del Otro, se juega la posibilidad de advenir el sujeto.
Y es también en tiempos de apertura, que el alojamiento por el Otro habilita abrir la partida. Es así que son las decisiones del analista, no sin consecuencias,
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