Los padres muestran su fe en el profesor cuando confían que él ayudara a sus hijos a aprender lo que se espera en la escuela. Nuestras convicciones pueden incluir creer en Dios, confianza en un sistema judicial, o confiar en un código de ética .

¿Cómo demostramos convicción?

Fe. Los padres muestran su fe en el profesor cuando confían que él ayudara a sus hijos a aprender lo que se espera en la escuela. Nuestras convicciones pueden incluir creer en Dios, confianza en un sistema judicial, o confiar en un código de ética .

Confianza. Los estudiantes muestran convicción cuando creen en su capacidad para cumplir con tareas difíciles. Los profesores pueden presentar temas complejos con tal seguridad que los alumnos lo creen, con tal convicción con que se los presenta.

Optimismo. El optimismo es una mirada de esperanza con la convicción que al final prevalecerá lo bueno. La esperanza

Es una fuerza positiva para el cambio personal y social. El optimismo no niega los obstáculos: los considera pero se enfoca en soluciones.

Entusiasmo. Los estudiantes pueden ser inspirados a aprender a hacer algo. El grado de su entusiasmo está basado en la convicción que aquello puede ser alcanzado.

Persuasión. La habilidad del profesor para convencer a otros, a través del razonamiento o influencia, a menudo se relaciona con la convicción del profesor sobre la validez de la causa o curso de acción recomendado.

“La prueba final de un líder es que deja a otros la convicción y voluntad de continuar”-Walter lippmann

Chiune sugihara: Un hombre de convicción

La segunda guerra comenzó oficialmente en Septiembre de 1939, cuando tropas alemanas invadieron Polonia. Esto obligó a los judíos polacos a escapar de la muerte. Muchos huyeron a Lituania, país que les proveyó protección temporal.

Sin embargo, los refugiados polacos necesitaban alejarse más. Escucharon de dos islas holandeses al otro lado de las costas del Japón donde estarían seguros, pero necesitaban visas para entrar al Japón antes de llegar a las islas. Los desesperados refugiados llegaban al consulado japonés en Lituania buscando ayuda.

Justo dos meses, chiune  había soñado vivir en el extranjero. Convencido que podría alcanzar esa meta estudió diligentemente y fue contratado por el Ministerio de Relaciones Exteriores del Japón. Su diligencia le dio el privilegio de trabajar en China y Finlandia.

Al vivir en esos países, desarrollo una profunda convicción que todas las personas tienen valor, cualquiera sea su trasfondo étnico. Cuando los refugiados en Lituania vinieron a su despacho, él quería ayudarlos.

Chiune solicitó permiso para otorgarles visa, pero su gobierno le dijo que solamente las concediera a personas con visas a otros destinos. Por cierto los refugiados no las tenían

Chiune  y su esposa Yukiko, consideraron sus opiniones.

Negar las visas significaba la muerte de estas personas. Concederles en contra de las ordenes significaba perder su carrera.

Tenían que elegir obedecer al gobierno u obedecer a su conciencia. Por sus convicciones, escogieron salvar vidas.

Desde ese momento hasta que fueron obligados a dejar Lituania, Chiune y Yukiko pasaron 18 horas diarias otorgando visas.

Cada día entregaban  la cantidad que normalmente habrían hecho en un mes. Al terminar la guerra, le pidieron su renuncia con deshonra.

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