Motivacion
Enviado por jessyzunig • 17 de Junio de 2014 • 7.443 Palabras (30 Páginas) • 178 Visitas
Introducción
El presente informe acerca del hambre y la sed pretende dar una explicación de la importancia del hambre que es común en hombre y animales, se explica mediante un modelo homeostático por lo tanto es auto regulatorio. La sed que se puede definir como un estado motivacional que conlleva prepara al cuerpo para llevar a cabo las conductas necesarias para reponer el déficit de fluidos.
Desde hace tiempo se reconoce al hipotálamo como el lugar donde radican los centros del hambre y la saciedad, pero es a través de la corteza cerebral donde se establecen mecanismo mucho más complejos relacionados con la alimentación.
Es indudable el valor de la alimentación en el desarrollo psicológico, ya desde el pecho materno el niño aprende sentimientos de seguridad, bienestar y afecto, la relación de la comida con estos sentimientos se mantendrá a lo largo de toda la vida
Objetivos
Objetivo general
Dar a conocer el concepto general sobre el hambre y la sed, para así; tener una perspectiva del porque el cuerpo necesita comida y agua para sobrevivir.
Objetivos específicos
Dar una definición precisa sobre qué es el hambre y la sed y dejar claro cómo funciona este sistema.
Conocer cuáles son los factores que motivan a la conducta de beber
Dar a conocer los aspectos neurofisiológicos de la conducta de comer
Conocer las características de estímulo y factores sociales y culturales que influyen en la conducta de beber
La máquina humana como cualquier otra requiere combustible y materias de construcción para mantenerse en marcha y en buen estado. Sin ingerir alimento y agua moriríamos en poco tiempo. En el caso del agua sería antes. El cuerpo guarda reservas de combustible para que puedan ser utilizadas en casos de emergencia, almacena grasas y glucógeno que pueden ser consumidos para proveer energía, pero, aunque estamos constituidos por un 70 por ciento de agua, no poseemos ningún tanque de reserva de agua que pueda emplearse convenientemente cuando tenemos sed.
El agua es esencial para todos los procesos del organismo y no es sorprendente que su falta pueda producir alteraciones tanto físicas como mentales. Los aspectos físicos incluyen sequedad de garganta, debilidad muscular, perdida de elasticidad de la piel y escasez o ausencia de orina. Los aspectos mentales incluyen desorientación y aparición de alucinaciones: las visiones de oasis y bares supuestamente comunes en los cuadros de viajeros del desierto. Pero el fenómeno más destacado es, por supuesto, la sed.
La deshidratación del organismo produce una necesidad de agua, del mismo modo que la privación de cualquier sustancia necesaria para mantener la vida en un organismo desencadena la necesidad de obtener dicha sustancia. No es preciso conocer lo que falta para sentir la necesidad correspondiente, podemos tener la necesidad de vitamina C, por ejemplo, sin que seamos conscientes de que exista esta sustancia. En el caso de la necesidad de agua, sin embargo, nos damos cuenta de que necesitamos beber y nos dirigimos a buscar líquidos. El impulso que mueve nuestras acciones es la sed.
Cuando estamos sedientos y bebemos satisfacemos la necesidad de agua del cuerpo y reducimos el impulso de beber. Dejamos de beber y ya no nos preocupamos de buscar líquido. Pero ¿cómo sabe el organismo que necesitamos agua?
Una de las formas de detectar la cantidad de agua en los tejidos corporales se realiza a través de unas células detectoras especiales del encéfalo, localizadas en el área supraóptica del hipotálamo. Estas células, llamadas osmorreceptores, controlan la concentración sanguínea, que se mantiene normalmente constante dentro de un rango muy estrecho. Si el organismo ingiere poco líquido, o mucho, se sobrepasan los límites.
Cuando hay falta de agua la sangre se vuelve más concentrada, de forma que hay más del 0,9 % de sal normal en ella, esto se conoce como hemoconcentración. La sangre demasiado concentrada estimula los osmorreceptores y éstos envían mensajes a la parte interna del hipotálamo, donde se halla la hipófisis.
La vía principal de pérdida de agua del cuerpo, son los riñones, donde se forma la orina. La cantidad de agua que vuelve al torrente sanguíneo a través de los túbulos renales está controlada por la hormona antidiurética (ADH), secretada por la hipófisis, que provoca la reabsorción de agua. La hipófisis está siempre segregando una cierta cantidad de ADH para ajustar la concentración de la orina. Cuando la sangre está demasiado concentrada, los osmorreceptores estimulan la secreción de más ADH, se reabsorbe entonces más agua de la orina por el torrente sanguíneo y queda la orina más concentrada. Se conserva así agua, con lo que se impide una mayor concentración de la sangre.
Este sistema funciona también cuando hay demasiada agua en el torrente sanguíneo. Los osmorreceptores detectan esta anormalidad, se produce menos ADH en la hipófisis, la orina se hace más abundante y diluida y el exceso de agua se excreta para reducir el riesgo de acumulación de líquido en los tejidos.
El mecanismo controlador del equilibrio acuoso recibe ayuda de unas hormonas segregadas bajo la influencia de la hipófisis por la corteza suprarrenal. Las hormonas suprarrenales llamadas mineral corticoides regulan la cantidad de sodio y potasio eliminada por la orina, dando así un posterior ajuste de la concentración sanguínea.
El hambre es equivalente a la sed en cuanto a que es un impulso que puede ser reducido por una conducta apropiada, que en este caso sería buscar alimentos y comer. Necesitamos una cierta ingestión de alimentos para cubrir nuestros requerimientos diarios de energía y de los materiales necesarios para el crecimiento y reparación de nuestros tejidos. Si la ingesta es muy elevada engordamos y si es baja adelgazamos. Hay, obviamente, un mecanismo que determina de alguna forma cuanto necesitamos comer.
En experimentos con animales, se ha encontrado que intervienen áreas del hipotálamo. Si en estos experimentos se destruye un área llamada núcleo ventromedial, los animales terminan comiendo y tragando todo alimento apetitoso que se coloque delante de ellos. Pero a la vez no muestran ninguno de los otros signos de la conducta del hambriento. No buscan alimentos ni comen más después de hacerles pasar hambre de lo que lo hacían antes. Esta área parece ser el centro de control del impulso de comer respecto
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