Noche de guerra en el Museo del Prado
Enviado por alejandroxamuz • 30 de Octubre de 2013 • Tutorial • 10.820 Palabras (44 Páginas) • 427 Visitas
Rafael Alberti
Noche de guerra
en el Museo del Prado
(1956)
Aguafuerte en un prólogo y un acto
PERSONAJES
AUTOR
Los que pertenecen a los cuadros, dibujos y aguafuertes de Goya:
MANCO
FUSILADO
AMOLADOR
ESTUDIANTE
MAJA
TORERO
FRAILE
CIEGO
VIEJA 1
VIEJA 2
VIEJA 3
DESCABEZADO
BURRO
BUCO
COMPARSA DE LISIADOS Y PUEBLO DE MADRID.
Estos personajes han de vestir como a comienzos del siglo XIX: unos, en colores vivos, pero opacos, y otros en grises, sepias, blan-cos y negros, buscando el claroscuro de los dibujos y aguafuertes.
Los que pertenecen a un cuadro de Ticiano:
VENUS
ADONIS
MARTE
VENUS ha de ir casi desnuda, con un color blanquecino de esta¬tua. ADONIS, con túnica color vino granate, muslos desnudos y san¬dalias. MARTE, primero, con piel y máscara de jabalí. Luego, casi des¬nudo, con casco de acero.
Los que pertenecen a Velázquez:
ENANO
REY
El ENANO ha de ir lo mismo que en el retrato titulado "D. Sebastián de Mora". El REY, como en el Disparate n9 2 de Goya, que lleva la leyenda: "Locura del miedo": capucha y ropón oscuros de espantajo.
Personaje que pertenece a un cuadro de Fra Angélico:
ARCÁNGEL SAN GABRIEL
Ha de ir vestido con una túnica color rosa pálido.
El que pertenece al retablo anónimo de Arguis:
ARCÁNGEL SAN MIGUEL
Espada y túnica rojo violento.
Personajes actuales:
MILICIANO 1
MILICIANO 2
La acción, en el Museo del Prado de Madrid, y en noviembre de 1936.
Muchas de las frases que dicen los personajes de esta obra, son las mismas que Goya puso al pie de sus dibujos y aguafuertes.
PRÓLOGO
DECORACIÓN: En penumbra, un gran telón blanco, a modo de pantalla cinematográfica, diseñada en él con líneas negras la pers¬pectiva de la sala central del Museo del Prado. Al surgir el AUTOR, es iluminado su rostro por un rayo de luz.
AUTOR. — Buenas noches, señoras y señores. Aunque mejor debiera decirles "Buenos días", porque en aquella fecha el cielo estaba azul y un ancho sol casi de otoño apoyaba su mano cálida contra los muros de esta casa. Así que, entonces: Buenos días, señoras y señores. Pero... ¿buenos? No, buenos, no; malos y más que ma¬los, para esta casa de la Pintura, aquéllos que corrieron a raíz de aquel 18 de julio de 1936. Casa de la Pintura, sí. Y la llamo así, casa, porque para mí fue la más bella vivienda que albergara mis años de adolescencia y juventud. A ella llegaba yo cada mañana, quedándome arrobado en sus cuartos más íntimos o en sus grandes salones, por los que oía de pronto el ladrar de los perros de Diana o me encontraba de improviso en el claro de un bosque con las tres diosas de la Gracia, lozanas y redondas, como aquel fauno de los campos de Flandes las ofreciera un día a nuestros ojos. Los cierro ahora, sí, señoras y señores, y al cabo de tan lar¬gos años de destierro y angustias, todavía las veo, sorprendido. Era yo un inocente pueblerino cuando me atreví a entrar por vez primera en esta casa.
(Al retirarse el rayo de luz que ilumina el rostro del Autor, aparecen en la pantalla "Las Tres Gracias", de Rubens.)
Yo no sabía entonces que la vida tuviera
Tintoretto —verano—, Veronés —primavera—,
ni que las rubias Gracias de pecho enamorado
corrieran por las salas del Museo del Prado.
(Pausa ligera.)
Así eran las tres claras deidades... y así seguirán siendo, por arte y gracia de Pedro Pablo Rubens, sobre aquellas paredes del Museo madrileño... porque, señoras y señores, la que yo consideraba mi vivienda era, ya lo han adivinado, nada menos que el Museo del Prado de Madrid.
(Se oye, cercana, una gran explosión. "Las Tres Gracias" desaparecen.)
UNA voz. — ¡Pronto! No hay tiempo que perder. Aviones rebeldes han arrojado las primeras bombas sobre la capital. Cualquier de-mora podría ser funesta para nuestro Museo. Como medida ur¬gente, en espera de otras más seguras, se resguardarán las obras en los sótanos del edificio...
AUTOR. — Y así, por orden del Gobierno de la República, se comenzó el salvamento del Museo del Prado. Aquel primer ensueño de mi vida se había desvanecido entre el humo y la sangre de la guerra.
(Ha aparecido en la pantalla "Los fusilamientos del 3 de Mayo en la Moncloa", de Goya.)
Milicianos de los primeros días, hombres de nuestro pueblo, como ésos que Goya vio derrumbarse ensangrentados bajo las balas de los fusileros napoleónicos, ayuda¬ron al salvamento de las obras insignes. 1808. 1936. Tenían las mismas caras, hervor idéntico en las venas, iguales oficios... Uno sería arriero por los caminos castellanos...
(Va desapare¬ciendo "Los fusilamientos".)
Tal vez otro, aguador por San An¬tonio, por Atocha, por la Pradera de San Isidro, al pie del Manza¬nares...
(Aparece "La Pradera de San Isidro", de Goya.)
Tam¬bién como en el año 1808, muchachas de Madrid, lo mismo que esas majas y manolas que ahí charlan con sus novios junto al río, corrieron a la lucha al lado de sus hombres...
(Desaparece "La Pradera".)
Con premura, iban los cuadros y dibujos del Pra¬do descendiendo a los sótanos. Parecía oírse su protesta por aque¬lla condena inesperada.
(Aparece un dibujo de "La Tauromaquia", en el que se ve a un torero iniciando la suerte de matar.)
Ahora le toca a este torero...
Voz DEL TORERO. — ¡No, no! ¡Dejadme que lo mate! ¡Es mi último toro! ¡Es mi último toro!
(Desaparece, sustituyéndolo el aguafuerte número 37 de "Los desastres de la guerra", titulado "Por una navaja".)
AUTOR. — A éste, los invasores de Napoleón le dieron garrote. ¡Por una navaja! Tal vez sería amolador. Lo encontrarían con ella al hacerle un registro y,.. ¡Miradlo! Uno de tantos héroes de nues¬tra
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