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Olvido De Nombre Propios


Enviado por   •  14 de Julio de 2014  •  2.139 Palabras (9 Páginas)  •  243 Visitas

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El olvido de nombres propios

En el volumen de Monatsschrift für Psychiatrie und Neurologie de 1898 he publicado, con el título de «Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria» , un breve ensayo cuyo contenido he de recapitular aquí, tomándolo como punto de partida para ulteriores elucidaciones. En ese trabajo sometí al análisis psicológico, en un sugestivo ejemplo observado en mí mismo, el frecuente caso del olvido temporario de nombres propios, y llegué a la conclusión de que ese episodio, trivial y de escasa importancia práctica, de fracaso de una función psíquica -el recordar-, admite un esclarecimiento que rebasa considerablemente la valoración usual del fenómeno.

Si no me equivoco mucho, un psicólogo a quien se le demandara explicar por qué tan a menudo no se nos ocurre cierto nombre que empero creemos conocer, se conformaría con responder que los nombres propios sucumben al olvido más que otros contenidos de la memoria. Y aduciría las verosímiles razones de tal proclividad de los nombres propios, sin conjeturar ningún condicionamiento de otro alcance para ese hecho.

La ocasión que me indujo a considerar en profundidad este fenómeno del olvido temporario de nombres fue observar ciertos detalles que, si bien no se presentan en todos los casos, en algunos se disciernen con bastante nitidez: en estos últimos no sólo se produce un olvido, sino un recuerdo falso. En el empeño por recuperar un nombre así, que a uno se le va de la memoria, acuden a la conciencia otros -nombres sustitutivos-, y estos, aunque discernidos enseguida como incorrectos, una y otra vez tornan a imponerse con gran tenacidad. El proceso destinado a reproducir el nombre que se busca se ha desplazado {descentrado}, por así decir, llevando de tal suerte hasta un sustituto incorrecto. Pues bien, mi premisa es que tal desplazamiento no es dejado al libre albedrío psíquico, sino que obedece a unas vías {Bahn} calculables y ajustadas a ley. Con otras palabras: conjeturo que el nombre o los nombres sustitutivos mantienen un nexo pesquisable con el nombre buscado, y espero que, si consigo rastrear ese nexo, habré de arrojar luz también sobre el proceso del olvido de nombres.

En el ejemplo que en 1898 escogí para analizar, me empeñaba yo vanamente en recordar el nombre del maestro de cuya mano proceden, en la catedral de Orvieto, los grandiosos frescos sobre las «cosas últimas» . En lugar del buscado -Signorelli- se me imponían otros dos nombres de pintores -Botticelli y Boltraffio-, que enseguida y de manera terminante mi juicio rechazaba por incorrectos. Cuando otra persona hubo de comunicarme el nombre verdadero, lo discerní al punto y sin vacilar. La indagación de los influjos y los caminos asociativos por los cuales la reproducción se había desplazado de aquella manera -desde Signorelli hasta Botticelli y Boltraffio-, me condujo a las siguientes conclusiones:

a. La razón de que se me pasara de la memoria el nombre de Signorelli no debe buscarse en una particularidad del nombre como tal, ni en un carácter psicológico del nexo en que se insertaba. El nombre olvidado me era tan familiar como uno de los nombres sustitutivos -Botticelli-, y muchísimo más que el otro -Boltraffio-, de cuyo portador apenas sabía indicar otra cosa que su pertenencia a la escuela de Milán. Y en cuanto al nexo dentro del cual sucedió el olvido, me parece inocente y no produce un ulterior esclarecimiento: Viajaba yo en coche con un extraño desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de Herzegovina; durante el viaje dimos en platicar sobre Italia, y yo pregunté a mi compañero si ya había estado en Orvieto y contemplado allí los famosos frescos de X.

b. Esté olvido de nombre sólo se explica al recordar yo el tema inmediatamente anterior de aquella plática, y se da a conocer como una perturbación del nuevo tema que emergía por el precedente. Poco antes de preguntarle a mi compañero de viaje si ya había estado en Orvieto, conversábamos acerca de las costumbres de los turcos que viven en Bosnia y en Herzegovina. Yo le había contado lo que me dijera un colega que ejerció entre esa gente, y era que suelen mostrar total confianza en el médico y total resignación ante el destino. Cuando es forzoso anunciarles que el enfermo no tiene cura, ellos responden: «Herr {señor}, no hay nada más que decir. ¡Yo sé que si se lo pudiera salvar, lo habrías salvado!». En estas frases ya se encuentran las palabras y nombres: Bosnia, Herzegovina, Herr, que se pueden interpolar en una serie asociativa entre Signorelli y Botticelli - Boltraffio.

c. Supongo que la serie de pensamiento sobre las costumbres de los turcos en Bosnia, etc., cobró la capacidad de perturbar un pensamiento siguiente porque yo había sustraído mi atención de ella antes que concluyera. Lo recuerdo bien; quería yo contar una segunda anécdota que en mi memoria descansaba próxima a la primera. Estos turcos estiman el goce sexual por sobre todo, y en caso de achaques sexuales caen en un estado de desesperación que ofrece un extraño contraste con su resignada actitud ante la proximidad de la muerte. Uno de los pacientes de mí colega le había dicho cierta vez: «Sabes tú, Herr, cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor». Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo característico por no querer tocar ese tema en plática con un extraño. Pero hice algo más: desvié mi atención también de la prosecución de estos pensamientos, que habrían podido anudárseme al tema «muerte y sexualidad». Estaba por entonces bajo el continuado efecto de una noticia que había recibido pocas semanas antes, durante una breve residencia en Trafoi . Un paciente que me importaba mucho había puesto fin a su vida a causa de una incurable perturbación sexual. Sé con precisión que en todo aquel viaje a Herzegovina no acudió a mi recuerdo consciente ese triste suceso, ni lo que con él se entramaba. Pero la coincidencia Trafoi - Boltraffio me obliga a suponer que en aquel tiempo la reminiscencia de lo ocurrido con mi paciente, no obstante el deliberado desvío de mi atención, se procuró una acción eficiente dentro de mí.

d. Ya no puedo concebir el olvido del nombre de Signorelli como algo casual. Debo admitir el influjo de un motivo en este proceso. Fueron unos motivos los que me hicieron interrumpirme en la comunicación de mis pensamientos (sobre las costumbres de los turcos, etc.) y, además, me influyeron para excluir que devinieran conscientes en mi interior los pensamientos a ello anudados, que habrían llevado hasta la noticia

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