POR QUÉ PENSAR Y TRABAJAR PARA LA INCLUSIÓN EDUCATIVA

POR QUÉ PENSAR Y TRABAJAR PARA LA INCLUSIÓN EDUCATIVA

La inclusión educativa viene planteándose como tema de agenda de la Pedagogía, Sociología y la Psicología Educacional desde un enfoque centrado en los derechos de las personas con discapacidad. Desde la fundación de la escuela hasta la actualidad, varias disciplinas vienen ocupándose de esta temática, más aún cuando, las luchas generadas al interior de las organizaciones de padres y personas con discapacidad adquirieron formas legislativas que llegaron al terreno educativo. En este sentido, no ha sido la escuela la institución que “ha pedido” el cambio del paradigma del cual debe tomar parte,

Constituyéndose éste en aspecto central al momento de entender las resistencias a las prácticas de integración, a veces indiferencia o eventualmente la impotencia, de los actores de la comunidad educativa. De tal manera, el problema de la integración escolar y las discusiones sobre la inclusión educativa se dan en el seno de un fuerte posicionamiento de la escuela a la vez que del cuestionamiento de su matriz fundacional. La inclusión educativa invoca necesariamente la promoción de la diversidad

Actualmente se desarrolla el sistema de "integración educativa" para atender a las necesidades educativas especiales del alumnado en los centros educativos ordinarios. No obstante, no se consigue al máximo que los alumnos que presenten alguna discapacidad, trastorno del desarrollo o cualquier otra necesidad específica de apoyo, desarrollen sus competencias y puedan aspirar a una igualdad de oportunidades. Por lo tanto, en el presente artículo, exponemos las bases conceptuales actualizadas del modelo de "inclusión educativa", a día de hoy, con algunas pautas orientativas para poder llevarlo a cabo.

Resulta necesario incluir en la formación inicial de los educadores la temática de la inclusión educativa desde una concepción centrada en los niños como sujetos de derecho al cuidado y a la educación

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La educación de la infancia y en particular de la primera infancia, es una práctica estratégica para garantizar la inclusión educativa como un aspecto de la inclusión social en su doble sentido: por un lado a favor de los niños pequeños con discapacidad o barreras para aprender y participar, y por el otro, a favor de toda la comunidad educativa. Esta práctica requiere de un trabajo profesional colaborativo

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