SEXUALIDAD EN LA VEJEZ
Enviado por GABIAN • 1 de Diciembre de 2011 • 3.428 Palabras (14 Páginas) • 1.030 Visitas
FORTALECIENDO MI SEXUALIDAD
Sexualidad
La sexualidad no solo es genital, es sentir, amar, es comunicación verbal y corporal, tocar, intimidad emocional, compañía, expresión psicológica de emociones y compromisos, calidad y cantidad, relación de confianza, amor compartido, placer, afecto, en general todas las emociones que tienes tu y yo, que hay que expresar sin pena alguna …………………
La sexualidad es la forma que tenemos de vivir y experimentar nuestro sexo. Con esto nos referimos a la parte biológica, es decir, nuestros genitales y las hormonas que determinan que seamos y sintamos como hombre o como mujer.
Capacidad para el coito en el anciano
Por supuesto que la capacidad de los hombres para la cópula está limitada por su potencia, es decir por su capacidad para lograr y mantener una erección.
La frecuencia promedio del coito entre todos los hombres de más de 65 años es alrededor de cuatro cópulas por mes (Kinsey y colaboradores, 1948). Otros investigadores recalcan que no existe un punto especifico alguno en el proceso de envejecimiento, en el cual la actividad sexual disminuya y desaparezca, sino que más bien disminuye conforme avanza la edad, con una velocidad más o menos constante, como venía sucediendo ya desde la edad madura (Bowers y colaboradores, 1963; Finkle y colaboradores, 1959; Freeman, 1961; Masters y Johnson, 1966, 1970; Newman y Nichols, 1960; Rubin, 1965).
En estudios realizados a hombres ancianos de 71 años promedio, se obtuvo la frecuencia de la actividad coital la cual fluctuó de tres o más veces por semana, a una vez cada dos meses o menos. De modo consistente, con el hallazgo hecho con investigaciones semejantes, este estudio reveló que el apetito sexual de los ancianos está relacionado de modo directo con la intensidad de su apetito sexual en la juventud. Los hombres en los cuales la aparición del deseo sexual fue temprana e intensa en la juventud, mantuvieron el máximo deseo y la mayor potencia en los años de la ancianidad (Freeman, 1961; Newman y Nichols, 1960; Rubin, 1966).
Estas tendencias parece ser ciertas en muchos aspectos de la vida. Las personas se inclinan por comportarse a la edad de 70 años como lo hicieron a los 30. Si se preocupaban cuando jóvenes, todavía continúan preocupándose, si estaban socialmente orientados, los contactos sociales aún son importantes para ellos, y si tenían vigor y energía en su juventud, se encuentran todavía vigorosos y llenos de vida en los días de su vejez.
El hecho de que un hombre anciano experimente erección durante el sueño y al despertar por la mañana, proporciona la evidencia irrefutable de su capacidad sexual en la vida otoñal, aun cuando el individuo en cuestión pueda no estar activo en lo sexual, obviamente el hombre capaz de tener erecciones nocturnas o matutinas no tiene ninguna barrera fisiológica para la erección. Si está incapacitado para tener la erección en un encuentro sexual, entonces la barrera es emocional y psicológica.
Coito en la vejez
La declinación en la actividad sexual de la mujer está relacionada no con su potencial, sino con las circunstancias. Dado que la sociedad todavía prohíbe a las mujeres la agresividad y la libertad necesarias para buscar los contactos sexuales que los hombres tienen de modo acostumbrado, las mujeres se resignan simplemente a padecer un vacío sexual.
De manera por demás irónica, esta sociedad dominada por los hombres perpetúa la costumbre de los hombres que se casan con mujeres más jóvenes, a pesar de la disparidad entre la posibilidad de supervivencia de los hombres en relación con la de las mueres. La sabiduría y la filosofía dictan que la tradición cronológica debería revertirse para que las mujeres se casaran con hombres más jóvenes que ellas. Dicha reversión en la edad durante el matrimonio disminuiría también la probabilidad de la viudez para la mujer, de hecho en la actualidad esto constituye una cifra estadística, ya que muchas mujeres sobreviven a los hombres por alrededor de siete años promedio.
De inmediato surge la pregunta: ¿Por qué un aciano determinado funciona satisfactoriamente en cuanto al sexo en su matrimonio y otro no lo hace así? Sobre la base de sus investigaciones en el comportamiento sexual de los hombres ancianos, Masters y Johnson (1966) describen seis factores responsables de la pérdida de la potencia sexual en la vejez:
1. La monotonía de una relación sexual iterativa y llana, sin alicientes (traducida habitualmente en aburrimiento con el cónyuge, lo que el grupo de Kinsey describió como “fatiga psicológica”)
2. Preocupación por su carrera o por los logros económicos
3. Fatiga física o mental
4. Exceso al comer o beber
5. La debilidad física o mental de cualquiera de los cónyuges
6. El temor al fracaso, asociado o resultante de algunos de los fenómenos ya mencionados
El temor a la impotencia es especialmente devastador para la potencia sexual de un hombre. Como Masters y Johnson señalan: “una vez impotentes bajo cualquier circunstancia, muchos hombres se retiran, de manera voluntaria, de toda actividad sexual, en lugar de enfrentarse a la experiencia destructora del yo, consistente en el fracaso repetido en el acto sexual (Masters y Johnson, 1966).
Efectos de la monotonía
La monotonía en el coito resulta habitualmente de la tolerancia de las parejas con muchos años de casadas, que permiten que el sexo se convierta en una actividad mecánica, en un acontecimiento totalmente carente de imaginación
Un estudio de 100 casos consecutivos de hombres ancianos que buscaban un tratamiento para la impotencia, reveló que muchos eran impotentes solamente con sus esposas, lo cual mostraba de modo indudable el resultado de la monotonía sexual.
Aun cuando la excitación y el estímulo de una nueva compañera sexual proporcionan un incitante a la virilidad decadente, un hombre regresa a su nivel anterior de potencia en un tiempo relativamente corto. Esto es más corto si la pareja fracasa al esforzarse para mantener la nueva relación como algo excitante y novedoso (Rubin, 1970).
La relación sexual en la mayoría de los matrimonios de clase media y alta puede describirse certeramente como desvitalizada, a pesar del hecho de que la abundancia económica, a las parejas les proporciona mucha libertad innovadora en su técnica marital. Aunque muchas de estas parejas se hallan todavía en los 40 años de edad, el sexo constituye un típico encuentro breve, predecible, que ocurre en la noche del sábado después de alguna reunión social, en la cual probablemente ambos cónyuges bebieron inmoderadamente. Algunas mujeres en tales matrimonios describen su vida sexual como una “prostitución
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