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SOCIEDAD, CAMBIO Y NUEVAS IDENTIDADES SOCIALES.


Enviado por   •  19 de Agosto de 2013  •  6.049 Palabras (25 Páginas)  •  776 Visitas

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SOCIEDAD, CAMBIO Y NUEVAS IDENTIDADES SOCIALES.

Los cambios en la sociedad se producen culturalmente, así la invención produce nuevos objetos, ideas y relaciones sociales. Hoy en día consideramos a la tecnología y la cibernética como algo natural y cotidiano. Toda sociedad cambia continuamente, de forma intencional o no, y a distintos ritmos. Sin embargo, el cambio social a menudo genera debate, es producto de la invención, de un descubrimiento, de la difusión y/o de conflictos sociales. Los descubrimientos, y mencionaríamos los referentes a la salud en el siglo pasado, han modificado el espectro poblacional de toda la humanidad, proporcionando años de vida a los seres humanos (tercera edad) y disminuyendo las causas de mortalidad en todas las edades. Lo que conocemos como difusión produce cambios sociales en la medida que el comercio (marketing), las migraciones y las comunicaciones de masas hacen que distintos elementos culturales se extiendan por todo el mundo. La tensión y el conflicto en el seno de una sociedad también provocan el cambio. La desigualdad en el género, la raza, la sexualidad y la falta de satis factores de vida, han forzado cambios en todas las sociedades, incluida la mexicana.

Se ha iniciado el presente siglo con logros históricos pero sin solución a muchos problemas de la existencia humana. Se incluye la búsqueda de un significado de la propia vida, la resolución de los conflictos entre las distintas sociedades y el alcanzar la erradicación de la pobreza. Añadiríamos las nuevas preocupaciones como el control del crecimiento demográfico, el establecimiento de un desarrollo sostenible que garantice la seguridad económica de muchas personas y la delincuencia representada con mayor frecuencia como producto del narcotráfico, el tráfico de personas y los delitos de cuello blanco. Las tesis de Tönies, Durkheim, Weber y Marx describen los rasgos de la sociedad moderna, no obstante, a los ojos de muchos críticos posmodernos la modernidad ha fracasado. En la Teoría de la Modernización difieren los autores, unos afirman que los países industrializados pueden acelerar el desarrollo exportando tecnología a los países pobres, acogiendo estudiantes extranjeros y facilitando ayuda económica para estimular el crecimiento económico. Otros no piensan que la modernización es realmente una opción desarrollando lo que se conoce como Teoría de la Dependencia. En la estratificación global, las actuales sociedades pobres tienen pocas posibilidades de modernizarse, aunque quisieran, ya que el mayor freno al desarrollo económico no es la tradición cultural, sino la dominación mundial por parte de las sociedades ricas.

Las identidades sociales se trata de aquellos aspectos (a veces centrales) de la imagen y la valoración de sí mismos que adquieren los miembros de cualquier agrupamiento humano por el hecho de reconocerse como incluidos en él. Pero importa advertir que ese grupo –cualesquiera sean los criterios de categorización que se le apliquen: objetivos, caprichosos o fortuitos– sólo adquiere existencia social en tanto se da un nombre o lo recibe e incorpora; nombre por el que se diferencia de otro(s) agrupamiento(s) designados como existentes por el mismo acto de denominación, que opera ineludiblemente por contraposición.

Sin embargo, la instauración de identidades sociales genera efectos que no son meros “juegos de lenguaje”. Esas identidades toman como pretexto distinciones que van desde las más genéricas hasta las más particulares y minúsculas. Algunas pueden parecer extravagantes fuera del contexto en el que tienen o tuvieron vigencia y quizá sea más desolador que asombroso el que por causa e ellas se hayan podido dar, y se den, innúmeros conflictos, luchas, guerras. Pues lo fatal de estas oposiciones identitarias –auténtica “fatalidad del significante”– está en que sólo un nombre que nos distingue de otros y el correlativo nombre de esos “otros”, contrapuesto al que identifica al “nosotros” en cuestión, pueda convocar una tan desesperada necesidad de ser algo que estemos dispuestos incluso a matar o morir en aras de esa diferenciación.

Esta propensión casi inexorable de los agrupamientos humanos fue atribuida por Freud a lo que él llamó “narcisismo de las pequeñas diferencias”. Los lugareños de cualquier comarca suelen dirigir sus enconos más fieros contra la aldea vecina; en odiar a muerte a otros fanáticos, los del club más cercano; en el Imperio Bizantino, durante siglos se enfrentaron con ensañamiento minucioso “amarillos” y “azules” (o, según Montesquiuieu, “azules” y “verdes”), sin que se pueda discernircosa objetiva alguna que haya servido de fundamento para esas guerras intestinas, fuera de una mera, una casi pura diferencia entre significantes “vacíos”. Cuando la dramática de las identidades sociales se modula en términos de “identidades nacionales”, nos encontramos con parecido juego de rivalidades imaginarias. La nacionalidad, por otra parte, es una de las “identidades sociales” más pregonan tés, central para la mayoría de la gente. En un test en el que se le pide al sujeto que enuncie veinte frases que den cuenta de lo que él o ella “es”, figura habitualmente entre las primeras características con las que la persona “se identifica”.

En América, con sus relativamente nuevas identidades nacionales, se complica el cuadro general de hostilidades posibles por la continuidad de los odios de Europa y la emergencia de otros nuevos. Sin embargo, en la América llamada latina se verifica un fenómeno singular que obliga a darle un nuevo sesgo a la teoría de las identidades sociales. En todos nuestros países, con la excepción de Brasil, y tal vez de Cuba, se observa que la imagen del propio país es negativa en comparación con la de otros, incluso con la de otros países latinoamericanos. Esta tendencia nuestra a la auto denigración, que muestran investigaciones comparadas, ha sugerido la noción de “identidades sociales negativas”.

CONSTRUCCIÓN SOCIAL

Entre las múltiples realidades existe una que se presenta como la realidad por excelencia. Es la realidad de la vida cotidiana. Su ubicación privilegiada le da derecho a que se la llame suprema realidad. Experimento la vida cotidiana en estado de plena vigilia. Este estado con respecto a existir y a aprehender la realidad de la vida cotidiana es para mi algo normal y evidente por si mismo, vale decir, constituye mi actitud normal.

Aprehendo la realidad de la vida cotidiana como una realidad ordenada, ya que se presenta objetivada, constituida por un orden de objetos que han sido designados como objetos antes de que yo apareciera en escena. El lenguaje usado en la vida cotidiana me proporciona continuamente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro del cual estas

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