TEORIA HUMANISTA DE CARL ROGERS
Enviado por pedroparamaconi • 12 de Junio de 2014 • 4.535 Palabras (19 Páginas) • 726 Visitas
ENFOQUE HUMANISTICO DE CARL ROGERS.
La obra de Rogers se encuentra suficientemente representada en dos obras fundamentales, “Psicoterapia centrada en el cliente” (1952) y “El proceso de convenirse en persona” (1961).
Rogers comienza exponiendo algunas de sus convicciones básicas, de las que la más significativa es su defensa de la subjetividad del individuo “cada persona vive en su mundo específico y propio, y ese mundo privado es el que interesa a la teoría, ya que es el que determina su comportamiento”.
- Todo individuo vive en un mundo continuamente cambiante de experiencias, de las cuales él es el centro. El individuo percibe sus experiencias como una realidad, y reacciona a sus percepciones. Su experiencia es su realidad. En consecuencia, la persona tiene más conciencia de su propia realidad que cualquier otro, porque nadie mejor puede conocer su marco interno de referencia (a diferencia del individuo ignorante de sí mismo que suponía Freud). Esto no implica que cada persona se conozca plenamente; pueden existir zonas ocultas o no conocidas que se revelarán en terapia, pero en ningún caso el terapeuta irá por delante del propio cliente en el conocimiento del mismo. Nadie tiene mejor acceso al campo fenomenológico que uno mismo.
- El individuo posee la tendencia inherente a actualizar y desarrollar su organismo experiencia ante, (proceso motivacional), es decir, a desarrollar todas sus capacidades de modo que le sirvan para mantenerse y expandirse. Según este postulado, Rogers acepta una única fuente de motivación en la conducta humana: la necesidad innata de auto actualización (ser, ser lo que podemos llegar a ser, ser nosotros mismos, convertir la potencia en acto). Opina que no es relevante para una teoría de la Personalidad elaborar una relación de motivaciones puntuales (sexo, agresividad, poder, dinero, entre otros.). El hombre sólo está movido por su tendencia a ser, que en cada persona se manifestará de forma distinta.
- El niño interactúa con su realidad en términos de esta tendencia a la actualización. Su conducta es el intento del organismo, dirigido a un fin, para satisfacer la necesidad de actualización (de ser) en el marco de la realidad, tal como la persona la percibe (proceso conductual). La conducta supone una satisfacción de las necesidades que provoca la actualización, tal como éstas son percibidas en la realidad fenoménica, no en la realidad en sí. Es la realidad percibida la que regula la conducta, más que el estímulo o realidad “objetiva”, (un bebé puede ser tomado en brazos por una persona afectuosa, pero si su percepción de esta situación constituye una experiencia extraña o aterradora, es esta percepción la que influirá en su comportamiento). Así, la Psicología de la Personalidad ha de ser ante todo Psicología de la Percepción, que estudie de qué formas diferentes las personas forman su campo fenoménico.
La conducta es provocada por necesidades presentes, y no por eventos ocurridos en el pasado. Las únicas tensiones y necesidades que la persona intenta satisfacer son las presentes (sin negar que éstas tengan su origen en fenómenos pasados; se trata del énfasis existencialista en el “aquí y ahora').
- Junto al sistema motivacional de autoactualización, existe un sistema valorativo o regulador igualmente primario. Desde la infancia, la persona está desarrollando permanentemente un proceso organísmico de autoevaluación que tiene como criterio la necesidad de actualización (el ideal de actualización, de ser él mismo). Las experiencias que son percibidas como satisfactorias de esta necesidad se valorarán positivamente, y las no percibidas como satisfactorias se valorarán negativamente (proceso valorativo). En consecuencia, el niño evitará las experiencias valoradas negativamente y se aproximará a las positivas.
La teoría de la Personalidad de Rogers no se caracteriza precisamente por destacar los constructos estructurales, sino por su incidencia en los aspectos dinámicos y de cambio. Sin embargo, dos constructos, los conceptos de “organismo” y “self', tienen gran importancia en la teoría y pueden considerarse como los pilares sobre los que se asienta toda ella.
A medida que avanza el desarrollo de la persona, una parte de la experiencia del individuo es simbolizada como conciencia de existir y funcionar. Esta parte del campo fenoménico se aísla y se unifica funcionalmente (gestálticamente), constituyéndose en el self. De modo que Rogers defiende un “self' que es una configuración de experiencias y percepciones de uno mismo, expresadas simbólicamente como autoconcepto, y no un agente activo, responsable de ciertas actividades como pensar, recordar o percibir, como proponen otros autores (por ejemplo, Freud). Además del concepto de sí mismo, tal como es percibido por el individuo en un momento determinado (self real), Rogers tiene en cuenta el concepto de self ideal, que representa aquello que quisiera ser y que está formado por percepciones especialmente significativas e importantes para la persona.
Hasta este momento, la parte valorativa del self estaba constituida por experiencias directamente vividas por la persona. Los criterios de valoración eran internos, “naturales” a la persona. Pero, a partir de ahora, en este proceso, el niño comienza a comportarse de acuerdo con unas condiciones de valor o mérito que ha incorporado a su self por imposición de los otros, sin haber experimentado por sí mismo su carácter positivo o negativo (de esta forma, el niño siente que sólo será querido por los demás y por él mismo si deja de ser él mismo, y por este deseo de amor renuncia a su propia identidad y se disocia). Así, a lo largo de la niñez, el self, originariamente formado por las experiencias subjetivas, se amplia y deforma, en cierto sentido, para dar cabida a estas condiciones o valores externos y ajenos a la propia experiencia. En consecuencia, el niño se estimará a sí mismo de un modo condicionado, según cumpla o no las condiciones de valor, que pasan así a convertirse en criterio de la propia conducta.
Este “añadido valorativo” extraño a la persona, no propio, natural ni experimentado va a generar una discrepancia con sus auténticas experiencias y su organismo, (por ejemplo, un niño cuya imagen es de un niño bueno, pero que al mismo tiempo disfruta pegando a su hermano menor, por lo que será censurado por sus padres, se verá obligado para mantener su imagen y conseguir la aprobación paterna a rechazar este sentimiento gratificante considerándolo como algo censurable, independiente de su experiencia subjetiva).
Una vez adquiridas las condiciones de valor e incorporadas al self, el niño comienza a percibir selectivamente sus experiencias internalizadas. Las que coincidan con estas condiciones de valor
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