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Tu Relación Con La Autoridad


Enviado por   •  26 de Abril de 2015  •  2.246 Palabras (9 Páginas)  •  203 Visitas

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Tu relación con la autoridad

Un antropólogo visitó una tribu y se fijó que el jefe daba a sus súbditos sólo las órdenes que podían cumplir. El investigador se lo hizo notar al gran jefe y éste le miró sorprendido diciéndole: ¡Pues claro! ¡Qué tipo de jefe sería yo si no hiciera esto!

Una de las cosas más desagradables que puede ocurrirnos es sentir que perdemos la autoridad o que tal vez no la hemos tenido nunca. La autoridad se relaciona con los méritos, es decir, con la idea de que merecemos orientar a otros. No es algo que nadie nos pueda otorgar, simplemente es algo que ganamos en nuestra vida a través de la experiencia y la capacidad de ser responsables y de cumplir con nuestros deberes. Ese aprendizaje es resultado de la tarea que hemos realizado en la vida junto a nuestros padres, nuestros educadores y la escuela.

¿Quién no se ha sentido incómodo alguna vez al imponer algo a los demás? ¿Por qué, en ocasiones, llevamos fatal que nos digan qué es lo que tenemos que hacer? Quizás tenemos la sensación de que nuestra libertad queda seriamente afectada cuando tenemos que respetar las reglas que la sociedad nos impone o tal vez tememos coartar la libertad del otro. Pero, ¿en qué momento aprendimos cuál era la manera correcta de actuar frente a la autoridad? ¿Cómo nos relacionamos con ella?

Enlace con la sociedad

En la infancia, nuestra familia y nuestros padres hacen la tarea de enlazarnos con la sociedad y el mundo que nos rodea. Es por ello que cada sistema familiar tiene unas normas y reglas que, desde su propia idiosincrasia, nos facilita la tarea de ser aceptados por el mundo y que nos permite encontrar nuestro lugar. La salud emocional de la familia es primordial para lograr este encaje. Las normas nos permiten coordinar nuestras propias acciones con las de otras personas. Cuando en un grupo todos seguimos las mismas normas, todo se hace más estable y nuestras decisiones y comportamientos en general son más predecibles por el resto del sistema. Obviamente, una de las funciones de la autoridad es la de conseguir que todos cumplan en la mayor medida. Desde esta perspectiva, la cuestión es ¿Cómo nos transmitieron esos mensajes y reglas que permiten este encaje? ¿De qué manera las entendimos? ¿Cómo nos sentimos con ellas y con las personas que nos las sugirieron?

Podemos decir que a grosso modo existen dos caminos en la educación, uno tiene que ver con “enseñar” al niño las cosas, la vieja idea del cuenco lleno de sabiduría que vierte el preciado tesoro en la vasija vacía del que aprende. El otro, el que cree que el aprendiz tiene la sabiduría en su interior y que requiere de un guía que le facilita la tarea de aflorarla al exterior. Nuestras figuras de autoridad podrían, pues, pertenecer a cualquiera de esas dos escuelas de vida. De cómo nuestros padres o nuestros referentes educativos transmitieron esos conceptos dependerá nuestra manera de sentir la autoridad, comprenderla, padecerla o ejercerla.

La evolución de las familias

Con el devenir de los años, hemos pasado de una organización familiar de tipo patriarcal a otra nuclear. No hace tanto que las familias eran más numerosas, y estaban organizadas en función de los adultos. En este tipo de organización familiar, solía ejercer la autoridad uno de los progenitores (normalmente el padre) y, cuando lo hacía, ésta era poco empática. Muchos de nosotros nos criamos en un ambiente así, donde el padre pasaba mucho tiempo trabajando y cuando estaba presente, ejercía un tipo severo o intransigente de autoridad.

En la actualidad, sin embargo, ha disminuido el número de componentes de la familia, hay muchas familias con hijos únicos y, en comparación con tiempos pasados, hoy en día casi toda la familia está volcada con el cuidado de los pequeños. Una especie de pirámide invertida, donde abuelos, tíos y, por supuesto, padres están al servicio de los niños. Se ha pasado a un modelo más permisivo de autoridad donde se rechaza cualquier cosa que nos recuerde al “autoritarismo” de antaño. Como todo en la vida, eso conlleva cosas buenas y otras no tan buenas, huir de la propia autoridad puede acabar generando múltiples problemas debido a que los chicos no toleran la disciplina y actúan conflictivamente cuando se intenta que se ciñan a límites y reglas.

¿Cómo nos llevamos con la autoridad?

En psicología suele aceptarse el hecho de que nuestro modo de convivir con la autoridad tiene que ver con los patrones que aprendimos en la infancia. Por supuesto, existen tantas maneras de relacionarse con las figuras de autoridad como personas hay en el mundo con lo que hay que ser muy prudentes a la hora de establecer “categorías”. ¿Cuál es nuestro sentimiento frente al requerimiento de obedecer? ¿Nos sentimos manipulados por la culpa? ¿Nos enseñaron que si no hacíamos lo que nos pedían éramos malos o peores que otros? ¿Nos apremiaban con órdenes tajantes y “dictatoriales”? En nuestra consulta solemos ver sufrir a personas que en su infancia se sintieron maltratadas o despreciadas, también atendemos a personas a las que sus padres no les pusieron límites y sufren ahora frente a las dificultades que la vida les propone. Conocemos casos de personas que viven en guerra contra la autoridad y tienen problemas para mantener sus empleos, o relaciones íntimas donde el amor requiere de consenso y ellos sólo pueden proponer conflicto. ¿Qué aprendimos de nuestras familias? ¿Aprendimos que éramos dignos de confianza, o por el contrario, se nos mostró que no éramos de fiar y alguien tenía que llevar el control por nosotros? Muchas personas confiesan sentir temor y aislamiento u otros sentimientos limitantes frente a la autoridad. Otros tuvieron la suerte de sentir que las personas de su alrededor les hicieron sentir importantes y valiosos al tiempo que les ayudaban a desarrollar sus competencias en la vida. Para estas personas es probable que la autoridad no les suponga un mayor problema. Ahí radica la clave, mirarla a los ojos para hacerla humana. Sólo cuando podemos sentir de este modo a la autoridad, podemos ejercerla amorosamente y vivirla con congruencia.

Estilos de autoridad

La psicoterapeuta norteamericana Virginia Satir entrevistó a miles de familias, de su trabajo extrajo interesantes teorías acerca de cómo las familias se comunicaban. Estudió como los padres se dirigían a sus hijos y cómo les educaban. Describió cuatro estilos de comunicación basándose en la comunicación verbal y corporal de los elementos de la familia.

Analizando con detalle estos patrones universales podemos explicarlos así:

Estilo Acusador: es un patrón autoritario basado en el guión “Yo soy quién manda aquí” El acusador se considera mejor que los demás, y se comunica con tensión, su voz es dura. Podemos imaginarlo señalando

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