Un Seminario Didáctico Con Milton H. Erickson
Enviado por uribillagaby • 31 de Agosto de 2014 • 13.258 Palabras (54 Páginas) • 267 Visitas
Amorrortu editores Buenos Aires
Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Colapinto y David Maldavsky A Troching Seminar with Milton H. Erickson, M.D.
@ The Milton H. Erickson Foundation, 1980
Traducción, Leandro Wolfson
Jorge
Dedico esta obra a Martin J. Zeig y a su esposa.
Única edición en castellano autorizada por Brunner/ Mazel¡ne., Nueva York, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723. Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores, S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires
Industria argentina. Made in Argentina.
ISBN 950-518-476-X
ISBN 0-87630-247-9, Brunner/Mazel, Inc., Nueva York, edición original. .
IDUSTRIA CENTRAL UNAM
Composición enfrío y armado: HUR, Av. Juan B. Justo 3167, 1414 Capital Federal.
Impreso en Talleres Gráficos Edigraf. Delgado 834. Buenos Aires.
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
"En toda vida humana debe sobrevenir algo de confusión... y también algo de luz".
"Y mi voz va contigo a todas partes, y se convierte en la voz de tus padres, de tus maestras, de tus compañeros, y en la voz del viento y de la lluvia".
Milton H. Erickson
Índice general
Palabras preliminares Reconocimientos
Acerca del doctor Milton H. Erickson
Introducción
El uso que daba Erickson a las anécdotas
El seminario
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Apéndice. Comentario sobre las inducciones efectuadas con Sally y Rosa
Palabras preliminares
Aunque existe ya una considerable bibliografía sobre el extinto doctor Milton H. Erickson, el presente volumen merece una cálida acogida, pues no sólo brinda la oportunidad de aprender algo más sobre Erickson, sino que, merced a la trascripción de uno de sus seminarios didácticos, permite ofrecer al lector la imagen más próxima de lo que pudo ser un aprendizaje directo con él.
Incluso para quienes han tenido el privilegio de participar en un seminario como este, la lectura de la obra les revelará, sin duda, muchos aspectos de la enseñanza de Erickson de los que hasta entonces no se habían percatado. Podemos asegurarlo porque el método didáctico de Erickson era tal que en la mente de su eventual discípulo la confusión siempre precedía a la iluminación, y no era sucedida de inmediato por esta. Pese al esclarecedor capítulo introductorio de Jeffrey Zeig, y a que en el apéndice de la obra se da valiosa información para entender cómo manejó Erickson la interacción durante el seminario, es probable que el lector sea atrapado por la misma secuencia de confusión e iluminación.
El recurso al "aprendizaje inconciente" (tal como Erickson lo aplica en este seminario) es un método poderoso y muy penetrante; no obstante, debe admitirse que la comprensión intelectual tiene también sus méritos y sus encantos. Para quien busque esa comprensión más manifiesta, remitimos a las obras de Haley, Erickson y Rossi, Bandler y Grinder y otros comentaristas que han suministrado diversos marcos de referencia para un análisis ulterior de importantes facetas de los métodos ericksonianos. En verdad, el lector estará en mejores condiciones de apreciar este seminario si ya se ha familiarizado con esas otras obras.
Estas palabras preliminares, además de permitirme introducir un libro de gran valor, constituyen para mí un placer particular, pues conocí a Erickson en un seminario muy semejante al que aquí ha quedado registrado. Antes de ello, estuvimos trabajando unos cuantos años, junto con algunos colegas holandeses, en el desarrollo de un tipo de terapia breve que denominamos "terapia directiva". En nuestro enfoque gravitó mucho Erickson, por más que sólo lo conocíamos a través de sus escritos y los de Jay Haley. Gracias a Kay Thompson, quien colaboró con Erickson durante mucho tiempo y dictó cursos sobre hipnosis en Holanda, me enteré de que aún recibía visitantes cuando su salud se lo permitía. El doctor Thompson escribió a mi solicitud una carta de presentación, y emprendí el viaje a Phoenix, no sólo con gran curiosidad sino también con un sentimiento de respeto rayando en la reverencia.
Nada sabía acerca de lo que me esperaría al llegar, aparte de la abundancia del color púrpura. Lo que más me impresionó en nuestra entrevista inicial fue la simplicidad de Erickson, el amable interés que mostró hacia mí y su total ausencia de vanidad. Expresó su complacencia por tener un visitante holandés e inició la charla narrándome una historia que, como más tarde comprendí, tenía por objeto establecer entre ambos un interés común. La anécdota se refería a la cría de ganado vacuno de raza frisona en el desierto de Arizona y a la irrigación que consecuentemente debió realizarse en la zona; me explicó que hacía muchísimo tiempo los indígenas habían cavado canales de riego, y concluyó diciendo: "Usted se preguntará cómo hicieron los trabajos de exploración del terreno necesarios para trazar los canales". Por cierto que me lo preguntaba, pero a la vez me intrigaba saber qué relación podía tener esa anécdota con el propósito de mi visita.
El seminario que llevé a cabo con Erickson me dio muchas más ocasiones para la perplejidad. Era previsible que un terapeuta no convencional tuviera una manera no convencional de enseñar. Erickson lanzaba sobre el alumno una roca que después resultaba ser una imitación hecha de espuma de goma, tras lo cual decía enfáticamente: "Las cosas no son siempre como parecen", narrando a continuación algún fragmento de terapia a modo de ejemplo.
Ante una mirada superficial, los casos clínicos que él relataba tenían la apariencia de un mero entretenimiento. Algunos queríamos llegar hasta la "verdadera enseñanza", y le formulábamos preguntas aclaratorias. Erickson respondía contando alguna otra historia; a nuevas preguntas, nuevas historias, una tras otra, sin darnos tiempo a rumiar su significado, a veces intercalando algún chiste para atraer nuestra atención, otras veces sin transición ninguna.
Erickson rara vez nos decía qué quería enseñarnos; a lo sumo, hacía una breve enunciación al comienzo o al final del relato. Este procedimiento nos obligaba a extraer nuestras propias conclusiones y por momentos era decepcionante. La confusión y leve malestar resultante era uno de los elementos que contribuía a esos desplazamientos regulares de nuestra atención que Erickson llamaba "los trances naturales", facilitadores
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