Una breve mirada al método Lipman
Enviado por ayitajurfal • 20 de Febrero de 2013 • Tutorial • 8.368 Palabras (34 Páginas) • 476 Visitas
UNA BREVE MIRADA AL MÉTODO LIPMAN
Traducción de Carmen Zavala http://www.buhorojo.de
El autor del presente artículo ha estado involucrado hace un buen número de años en
el trabajo en la pedagogía de la filosofía, en tanto filósofo práctico, investigador y
escritor. Más recientemente ha estado desarrollando métodos de formación en práctica
y discusión filosóficas para profesores de escuelas primarias. En este contexto, al no
estar familiarizado con los trabajos de Matthew Lipman, decidió asistir a uno de los
congresos internacionales que se llevan a cabo regularmente alrededor del mundo por
este movimiento, esta vez en Varna, Bulgaria. El presente artículo no pretende ser un
análisis exhaustivo y detallado de lo que pasó en el congreso ni un estudio a
profundidad del método Lipman, sino solo una reflexión sobre la práctica de filosofar
con niños y de filosofar en general, originada por los eventos y debates que tuvieron
lugar en Varna. De modo que pondremos más atención a las cuestiones generales
planteadas al asistir a esta conferencia que a la conferencia misma. Esperemos que las
personas que se reconozcan a sí mismas en nuestros comentarios no se resientan por
el hecho de que no mencionemos los detalles específicos de los eventos o
comentarios. En primer lugar, nos parece que esta descontextualización de nuestra
narración puede beneficiarse a través de la meditación. Además, los problemas
muchas veces son más productivos y iluminadores cuando no cargan con el peso de
remitirse a personas específicas. En segundo lugar, este artículo debería ser entendido
como una percepción muy subjetiva de un evento que involucra un gran número d
personas, actividades y discusiones diferentes
Comentarios iniciales
La primera noche del Congreso de Filosofía con Niños en Varna, Bulgaria, fui a ver a
un grupo de alumnos que habían estado involucrados en la actividad filosófica a lo
largo del año, para ver qué es lo que les había quedado en la mente sobre la materia
de este curso muy en particular. Les pregunté si les gustó lo que habían hecho y su
respuesta fue afirmativa, lo cual no fue ninguna sorpresa, ya que fueron ellos mismos
los que habían decidido dedicar parte de sus vacaciones a asistir a este congreso
como participantes activos. Luego les pregunté qué es lo que les gustó de esta
actividad y me dijeron que lo que era genial, era que en filosofía no había nada correcto
ni incorrecto, sino que todo el mundo podía decir lo que más le parecía. Ahora bien,
siendo estos estudiantes tan amigables y visiblemente entusiastas, su respuesta me
sorprendió de alguna manera. Justamente siempre es este tipo de afirmaciones las que
he venido escuchando y que trato de enfrentar lo más pronto posible ya desde las
primeras sesiones de las clases de filosofía. Evidentemente este tipo de afirmaciones
necesariamente se suelen dar por dos razones:
La primera es que el relativismo puro es una forma de opinión muy común y
ampliamente difundida. La segunda es que lo alumnos que han estado por años en el
colegio, donde día tras día les han venido diciendo qué es lo que es verdad, lo cual se
han tenido que paporretear y repetir sin más para lograr éxito, aprovecharán esta
oportunidad que se les brinda para declararse libres de esta carga tan pesada y cruel,
especialmente cuando son adolescentes. Pero para repudiar la arbitrariedad de los
adultos, padres o profesores, no se debería reintroducir una suerte de subjetividad
simplona, que no es menos superficial y arbitraria que la ideología que se pretende
combatir. El “esto es así, porque es así del adulto es reemplazado por el “es así porque
es así” del niño.
Tienes que dar cuenta de tu propio discurso, nos dice Platón, así que tenemos que
asumir plena responsabilidad por éste, a través del acto de analizar, probar, justificar,
problematizar, etc. Por supuesto que el acto de pensar es el acto de parir, pero si bien
algunas ideas son hermosos bebés, algunas son pequeños monstruos, nos dice, y el
arte de filosofar no es simplemente el arte de aclarar ideas, sino el de de verificar,
elevar y discriminar las ideas. Todo el mundo puede producir ideas sobre
prácticamente cualquier cosa, pero el arte de producir ideas hermosas, y aprender a
reconocerlas es otro asunto. Poner pintura blanca en una pared es una cosa, y pintar
es otra.
Estos comentarios de los alumnos mencionados se mantendrían presentes en mi
mente durante toda la conferencia. ¿Acaso este tipo de idea era solo un paso inicial y
necesario en el proceso de aprender a filosofar?, ¿acaso solo era un resumen sesgado
y reduccionista de lo que los alumnos habían aprendido, en el que una suspensión del
juicio momentánea “al estilo “Descartes” se traduce en un simple relativismo? ¿o se
trataba en realidad de la matriz cultural básica transmitida por la escuela de
pensamiento que hace prevalecer estas premisas? ¿Es el filosofar una mera lluvia de
ideas en todas direcciones o había acaso en las mentes y la práctica de los pedagogos
presentes algún otro requisito para poder lograr cumplir sus metas educativas? Muchas
de mis discusiones y observaciones durante los días siguientes – y en la presente
conferencia- tenían el propósito de investigar y analizar lo que aparentemente era la
concepción predominante de los requisitos y las exigencias filosóficas. Es más, cuando
mencioné mis reparos en privado, se me habló de “verdaderos” talleres, o de algún
“siguiente paso” mítico, o de alumnos “más dotados”, pero me preguntaba, primero, por
qué no los veía, y segundo, por qué nadie decía nada de esto en público, y tercero, por
qué los facilitadores no hacían ellos mismos nada al respecto – a menos que, al igual
que en el psicoanálisis, la comunidad de indagación es un proceso largísimo, que
alarga el tiempo y que sólo cuando se lo observa durante un período de tiempo muy
largo cobra sentido.
Los talleres
Un aspecto interesante del congreso de Varna fue la presencia de gente joven que
participaba en los talleres, de modo que todo el mundo podía ver cómo se llevaba a
cabo el trabajo. Este es un punto enormemente positivo, porque en el mundo de la
filosofía, se tiende a privilegiar
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