Una buena madre
Enviado por alfonsocg • 14 de Diciembre de 2013 • Tesis • 3.775 Palabras (16 Páginas) • 369 Visitas
“Una buena madre”: Construcción del lugar de la madre en Florencio Escardó, Eva Giberti y Arminda Aberastury (1955-1962)1 Georgina Listre I. Introducción La década del sesenta fue una época de grandes cambios sociales, políticos y culturales y la década del boom del psicoanálisis en la Argentina (Plotkin, 2003: 118). Entre las condiciones que favorecieron la expansión del discurso psicoanalítico está el estrechamiento de la familia moderna en torno del pequeño círculo padre-madre-hijo, la psicologización de la crianza y el cambio en lugar tradicional que ocupaba la mujer (Vezzetti, 1999). Coexistían en las familias argentinas una aspiración a la modernización ligada a lo “psi” –es decir a todo lo vinculado al discurso psicológico ampliamente entendido- y un tradicionalismo que perduraba (Cosse, 2010). En ese contexto la centralidad de la maternidad en la configuración de la identidad femenina no solamente no fue cuestionada sino que además hubo una reconfiguración del mandato maternal que redoblaba las exigencias de las madres quienes debían velar ahora también por el equilibrio psicológico de sus hijos (Cosse, 2010). Contemporáneamente con los nuevos saberes que la naciente ciencia psicológica producía, la buena crianza se instalaba bajo el paraguas de un nuevo paradigma y había una demanda creciente de los conocimientos psicológicos que asegurarían el buen desarrollo de la personalidad de los hijos (Borinsky, 2005).
Desde abordajes diferentes y con el centro de interés puesto en el niño, Florencio Escardó, Eva Giberti y Arminda Aberastury coincidieron en emprender la tarea de superar el escollo que representaban los padres en el sano desenvolvimiento del niño. En ese afán y con finalidad pedagógica (y terapéutica en el caso de Arminda Aberastury) surgieron Escuela para Padres, los Grupos de Orientación de Madres y la labor didáctica de Florencio Escardó. La propuesta de este trabajo es indagar cómo aparece en estos autores la psicologización2 de la crianza y como construyen a partir de allí el rol de la madre en esa práctica ineludible. Un período de grandes cambios y el psicoanálisis como ordenador
Al igual que gran parte del mundo occidental, la década del sesenta en la Argentina fue un período de significativos cambios sociales y culturales. Una combinación singular de acontecimientos que se desarrollaron en un período de tiempo relativamente estrecho constituyen, según Mariano Plotkin, la particularidad del “caso argentino”, donde hubo un boom del psicoanálisis en la década del sesenta. La rápida expansión de una clase media profesional con nuevas expectativas y pautas de consumo y los cambios en la concepción tradicional de la familia y en el lugar que ocupaba la mujer en el hogar y en la sociedad
1 Informe de lectura realizado en el marco del seminario de grado “La familia como objeto de intervención “psi” en la Argentina (1950-1987)”, a cargo de la Dra. Florencia Macchioli 2 El término psicologización proviene de Nikolas Rose y alude a la utilización de saberes psicológicos como marco interpretativo del comportamiento humano
están entre los cambios sociales más significativos (Plotkin, 2003: 118). En relación a estos cambios, Susana Torrado señala el “espectacular progreso” en la situación social de la mujer, del cual son indicadores la incorporación masiva de mujeres al mercado de trabajo, su ingreso igualmente masivo a la educación universitaria y el acceso a métodos anticonceptivos de alta eficacia (Torrado, 2004: 84). Los cambios en la concepción tradicional de la familia y en el rol de la mujer también se vieron favorecidos -aunque no fueron necesariamente buscados- por el otorgamiento del voto a la mujer en 1947 y por el incremento de su participación en la vida pública (Plotkin, 2004: 123). El hecho de que el segmento de mujeres casadas constituyera el de mayor crecimiento dentro de la fuerza laboral femenina es asimismo sugestivo señala Plotkin del aumento del número de madres en el ámbito laboral, lo cual también remite a los cambios que se estaban produciendo en el modelo familiar (Plotkin, 2004: 122). En el plano político en su relación con la sociedad, la caída de Perón –en torno a cuya figura se habían organizado identidades políticas claramente diferenciadas- y una sucesión de gobiernos militares y civiles en un clima de creciente conflicto político y violencia sin precedentes contribuyeron a la pérdida de legitimidad del sistema político (Plotkin, 2003:118).
Estos sucesos en su confluencia contribuyeron a generar las condiciones para la rápida expansión del psicoanálisis como sistema de ideas que ordenaba las nuevas realidades políticas y sociales que se vivían aliviando de esta manera las ansiedades que estos cambios generaban (Plotkin, 2003:133).
Fue en torno a la problematización de la familia nuclear moderna que el nuevo discurso psicológico penetró en la sociedad argentina según el análisis de Hugo Vezzetti quien señala los tópicos de la “crisis de la posición tradicional de la mujer, [la] “psicologización” de las prácticas de la crianza y la formación del carácter y, más en general, de las funciones educativas de la familia” como algunas de las condiciones culturales del difusión del psicoanálisis (Vezzetti, 1999).
Un nuevo paradigma de crianza y la reconfiguración del mandato maternal
En efecto, las nuevas aspiraciones de las mujeres y las expectativas de equidad de género en la pareja (Cosse, 2010) se daban en conjunto con una serie de discursos acerca de la crianza que viraron de un determinismo ‘biológico’ –según el cual las enfermedades o conductas del niño eran producto de la herencia- a un determinismo psicológico según el cual las conductas, los trastornos infantiles y la enfermedades orgánicas eran producto de conflictos psicológicos en los cuales los padres -y en particular la madre- cumplían un papel central (Borinsky, 2005). Sostiene Marcela Borinsky que “el saber se fue desplazando progresivamente del campo médico al campo psicológico al tiempo que el psicoanálisis comenzó a colorear estas nuevas representaciones de la infancia”. La psicologización de la crianza interpelaba a los padres poniendo el centro de interés en la personalidad y en la psicología del niño. La clave estaba ahora en la individualidad, en el carácter del niño. En este marco la infancia aparecía como un territorio del cual poco se sabía y mucho debía ser investigado, tarea que le competía a la psicología moderna que se erigía así como fuente privilegiada de saber. Este cambio de modelo de crianza implicaba una transformación del lugar del experto, tradicionalmente ocupado por la figura del médico la cual estaba siendo progresivamente reemplazada por la figura del psicólogo (Borinsky, 2005).
Por otro lado
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