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Vicisitudes De La Unión Amorosa


Enviado por   •  11 de Julio de 2014  •  1.849 Palabras (8 Páginas)  •  209 Visitas

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Vicisitudes de la unión amorosa

Las parejas se unen por distintas razones, algunas inconfesables, pero mayoritariamente por aquello que llaman amor, y en este vínculo se supone que debieran emerger sentimientos tiernos, sin embargo, la pareja es el lugar donde habitualmente surgen sentimientos hostiles, por ello es que se demanda el control de la agresión en la convivencia, en un proceso de aprendizaje que nace desde la tolerancia hacia al otro, el cual debe ser admitido como un otro significativo y diferente.

La razón para que esto suceda es bastante comprensible, y se relaciona con la construcción de la convivencia, que nunca es completamente sencilla, porque pone en juego dos proyectos, conscientes e inconscientes en torno a un ideal de pareja, y a los soportes materiales, además de los emocionales, que esta pareja debiera proveer a cada uno de los integrantes. Digo que hay dos proyectos, porque uno puede ser explícito, e incluye los acuerdos acerca de lo que la relación puede ser en el presente y en el futuro, además de lo que cada uno desea de la unión. El segundo remite a las idealizaciones inconscientes y no verbalizadas e incluye las expectativas subjetivas de lo que debe proporcionar la relación de pareja.

Hay personas que se sienten rápidamente decepcionadas en la convivencia, y crean una idea irracional acerca de la traición creada por el otro, a partir de su negativa a cumplir con un ideal de pareja que complete los anhelos fantaseados, tales como seguridad, amor eterno, confianza, valoración, seducción, pasión; en ese sentido las diferencias entre lo que cada uno desea y lo que se siente que se obtiene pueden abrir una brecha, un estado de rabia sorda ante la terrible injusticia cometida por ese otro, que simplemente no quiere otorgar la dosis de amor, deseo y cuidados necesarios.

Las reacciones de estas personas ante la frustración por no obtener sus anhelos, pueden orientarse hacia una violencia enmascarada, más adaptada a las reglas sociales que la violencia explícita, que se expresa en el territorio de la intimidad y que es comúnmente reservada como un secreto.

Se ha repetido hasta el cansancio el viejo estereotipo de que los varones buscan principalmente sexo y discontinuidad y las mujeres amor y continuidad, y que para ellas es la relación amorosa la que despierta su erotismo y se ubica como condición previa a la entrega. Se ha señalado que los contenidos del imaginario erótico femenino se expresan a través del placer, especialmente cuando está vinculado a la proyección de la relación en un continuo afectivo-sensorial, mientras que el imaginario erótico masculino se representaría a través de la pornografía, especialmente de la llamada dura, donde la violencia se muestra en forma directa, y el sometimiento hacia el falo se convierte en el tema central. En este contexto, la violación, como forma extrema de sometimiento, sería la manifestación del control masculino sobre la mujer, acción que poco tiene que ver con el placer sexual en sí mismo, sino que expresa principalmente el goce por someter y humillar. ¿Es entonces esta agresión un problema ligado a la expresión de la sexualidad? ¿O al dominio, el control y el sometimiento?: donde el impulso a subordinar y humillar a las mujeres forma parte probablemente de un aspecto genérico de la psicología masculina, como señala Giddens, y el sexo sólo una vía de acción directa en ese camino.

Las parejas tormentosas

Voy a tratar de analizar el fenómeno de la violencia sexual en el marco de la pareja constituida, y un poco ex profeso, me colocaré al margen de aquellas parejas que manifiestan en su vida cotidiana una interacción física francamente violenta, abusivamente violenta diría; que conlleva un daño objetivo, para ellos y para los que los rodean. Quisiera ir un poco más allá, hacia otra estructura no tan manifiesta, ni evidente ante los ojos de los observadores y de ellos mismos; un modo de interacción basado en una violencia más funcional y adaptada a las reglas sociales, que se expresa en el territorio de la intimidad, y que es guardada como un secreto. Estas parejas, que llamamos tormentosas, parecen vivir un sordo y constante enfrentamiento, matizado por fogosos reencuentros, donde la relación sexual ocupa un lugar de privilegio. Su interacción pone al desnudo dos corrientes intensas de fuerzas: pasión y agresión.

En la vida cotidiana suelen ser irónicos, descalificadores, defensivos, anticipan las intenciones negativas del otro antes de que se produzcan, recuerdan ofensas históricas como si hubiesen ocurrido ayer. Viven como ofendidos simplemente porque el otro no entiende sus necesidades, se los ve atrapados entre las polaridades de la autonomía versus la simbiosis. Son codependientes en el sentido de que su identidad personal aparece sin desarrollar, y por ello la buscan a través de las acciones o necesidades de la pareja, pero al sumergir su yo en el otro, se asemejan al ahogado que saca su cabeza a la superficie con desesperación en busca de oxígeno para respirar, y no encuentran mejor forma de buscar la autonomía que a través de la destrucción simbólica del otro y de la pareja.

Sus lazos son adictivos, por ello que adoptan formas simbióticas; estos individuos necesitan la relación para desarrollar un sentido de seguridad que no pueden conseguir de otra forma, pero simultáneamente evitan la apertura de sí mismos al otro, que es la condición previa de la intimidad.

Fundamentos

La historia del encuentro entre dos personas que evolucionan hacia una pareja implica referentes conscientes e inconscientes; entre los primeros está el proyecto, lo que cada uno desea de la unión y lo que ambos aceptan en términos de acuerdos explícitos sobre lo que la relación puede ser. Pero por debajo de las expectativas visibles subyace el territorio de las idealizaciones, inconscientes y no verbalizadas,

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