Yo Y El Otro (relación Con El Otro)
Enviado por CARLYNROMERO • 16 de Octubre de 2012 • 2.231 Palabras (9 Páginas) • 840 Visitas
Hay una separación de estos dos sujetos, son totalmente diferentes, son dos dimensiones distintas, pero no hay que caer en el reduccionismo de lo otro al mismo, como sostiene la ontología. Para Levinas "la idea de lo infinito supone la separación del Mismo con respecto al Otro" Esta separación, antes dicha, es muy importante en la constitución del Mismo (yo) Esta constitución del yo se hace por una vida interior (interioridad) separada. El yo se constituye a partir de la vida interior que Levinas llama psiquismo (palabra que significa tanto "pensamiento" como "alma").
El papel original no consiste en efecto en reflejar solamente el ser. Es ya una modalidad del ser, la resistencia a la totalidad…la dimensión del psiquismo se abre por el empuje de la resistencia que opone un ser a la totalización, es el hecho de separación radical.
Por esta interioridad el hombre rechaza y se resiste a la totalidad. Esta totalidad es la exterior en donde todo está sometido al imperialismo del ser. Se separa de esta totalidad pero se sumerge en la totalidad interior o egoísmo en donde todo está sometido a la egología del sujeto. En esta totalidad el yo a través de la sensibilidad (sensación), lleva todas las cosas a la conciencia y se alimenta, vive de gozo, y siente su cuerpo. "La sensibilidad constituye el egoísmo mismo del yo"
El yo apresa todas las cosas de la totalidad del ser, y las aprende a través de la boca, sus ojos y también con el tacto (órganos sensitivos), separado de él, pero no ruptura con él, al contrario; el yo depende del ser porque lo alimenta y lo hace vivir, es del ser que el mismo toma sus raíces.
A esta vida interior (interioridad) Levinas también le llama ateísmo de la voluntad.
Esta vida interior (interioridad) Levinas también le llama ateísmo de la voluntad:
"Se puede llamar ateísmo de la voluntad a esta separación tan completa que el ser separado se mantiene sólo en la existencia sin participar en el Ser del que está separado, capaz eventualmente de adherirse a él por la creencia … se vive fuera de Dios, en lo de sí, se es yo, egoísmo. El alma –dimensión de lo psíquico–, realización de la separación, es naturalmente atea. Por ateísmo comprendemos así una posición anterior a la negación o afirmación de lo divino, la ruptura de la participación a partir de la cual el yo se implanta como el mismo y como yo"
El otro para Levinas es el extranjero, el extraño, al cual la conciencia no puede aprehender, ni tematizar. Es todo ser humano que está frente a mi (mismo, yo), y que pide justicia. El otro no se aparece, no se muestra, es invisible. No es un yo conmensurable por aproximación sino que es absolutamente otro.
El otro representa la presencia de un ser que no entra en la esfera del mismo, presencia que lo desborda, fija su jerarquía de infinito, es decir, el otro responde a aquello que no soy yo, a aquello que es anterior a mí y, gracias a lo cual yo soy quien soy. Es decir el otro me constituye, porque si niego la presencia del otro estoy negando mi existencia.
El otro es absoluto y permanece intacto en su alteridad, no es un concepto, ni una idea a la cual la conciencia del yo puede apresarla y hacerla suya y darle sentido.
El sí mismo
Las tres intenciones filosóficas que el propio autor intenta conseguir en Sí mismo como otro afectan de algún modo a la dimensión ética de nuestro ser:
1. No somos un yo egoísta,
2. Somos un sí cambiante que se forma en unión con los demás y es afectado en todos los sentidos por el otro.
3. El otro está tan unido a nosotros que somos "sí mismo en cuanto... otro".
En este sentido la primera reflexión es que sólo una concepción antropológica que se ajuste a lo que el hombre es y a sus auténticas necesidades de desarrollo pleno produce armonía y convivencia; es la guía que ha de tener la persona para no caer en una vida no realizada a causa del egoísmo. En este sentido hemos considerado desde el principio la antropología de Ricoeur una base indispensable para el desarrollo de su ética.
En el ámbito de las relaciones humanas es ser conscientes de la fundamental igualdad que tenemos con los demás en cuanto a dignidad. Lo problemático es aplicar este principio a la conflictividad social entre individuos, grupos o naciones.
Quizá el fenómeno de la violencia, como contraposición a esta verdad, nos ayude a clarificarla. La violencia es el no atenerse a la consideración del otro como uno mismo, es dar rienda suelta al irracional impulso biológico y pasional. Es un intento de animalidad-realización y no de realización humana. Cuando el norte y guía de las opiniones y discusiones públicas y privadas no es la verdad y el esfuerzo por realizarla en la convivencia de todos con todos, sino el propio interés y la afirmación fácil y pronta del propio parecer mal argumentado, surge la barbarie representada por el hombre satisfecho de sí mismo, vanidoso, orgulloso, supuesto; lo suficientemente ignorante de sí y perseguidor de su falsa personalidad imaginaria como para realizar esta caricatura degenerada de convivencia política y social.
Esta verdad del sí-mismo que es su vida en armonía con los otros no posee mejor formulación, como ya afirmara Aristóteles, que la amistad.
Por nuestra parte nos basaremos en Ricoeur en el aspecto de reconocimiento que llevarían a la unión amistosa:
a) Reconocer en el otro la virtud que se ama y se profesa.
b) Reconocernos como potenciales o actuales poseedores de los defectos que vemos en el otro.
c) Reconocer al otro en uno mismo y a sí mismo en el otro, como resultado de lo anterior.
Estamos suponiendo dos principios: el primero que la amistad es la suprema eticidad del sí; el segundo que ésta depende del aprecio admirado por las virtudes del otro y de la humildad de considerarnos no superiores a él, sino iguales en dignidad.
Afirmamos la existencia de razones que apoyan la importancia de la eticidad para la plenitud del sí o su madurez ética, es decir, para la posesión de una identidad realizada. Las razones que parecen oponerse a esta tesis son pseudo-razones o malos entendidos. Estas razones de apoyo se unifican en la ética tripartita de Ricoeur según los conceptos de «proyecto», «deber» y «riesgo».
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