El amor es la respuesta fugaz al consuelo de lo que hay destrozado, pues cuando se ama se comprende el verdadero sentido de la misericordia de Dios, la pregunta para el mundo de hoy seria ¿Es difícil amar?

El amor es la respuesta fugaz al consuelo de lo que hay destrozado, pues cuando se ama se comprende el verdadero sentido de la misericordia de Dios, la pregunta para el mundo de hoy seria ¿Es difícil amar?, sin duda que muchos responderán si, aunque se hace necesario antes de tomar una respuesta a la ligera conocer sobre que realidad se está viviendo, pero indiscutiblemente de las limitaciones materiales que se nos presenten debemos tener la certeza que la máxima prueba de amor que existió y existirá la podemos ver reflejada en la cruz. Ahora lo que si causa un poco de curiosidad es saber qué clase de Cristo estamos siguiendo, a que realidad de fe nos estamos aferrando y hasta donde somos capaces nosotros de ser feliz sin dejarnos apagar por la luz del otro, que en realidad no es una luz sino una oscuridad que nos va contaminando con la presencia de su realidad.

El hombre cuando renuncia a su felicidad autentica, se basa en fachadas que lo hacen como justificante de una realidad en la cual es el único protagonista y del cual él es el único responsable, nadie puede responder por los actos de los demás, así como nadie puede ser juzgado por los crímenes de otro.  Muchas veces vivimos a pegados a pequeñas contaminaciones espirituales que lo único que hacen es llevarnos a vivir un vacío de oscuridad, soledad, depresión, desesperación, intranquilidad entre otras haciendo que seamos esclavos no de nuestras debilidades o de nuestra defectos sino por un dios que muchos de nosotros nos creamos ya sea por las vivencias, expectativas o momentos compartidos que en si lo único que hicieron fue llevarnos a vivir momentos inolvidables de los cuales nunca fuimos en si libres, sino que vivimos como esclavos.

El salmo 8 nos recuerda en su versículo 4 un interrogante que se hace a Dios; “¿Quién es el hombre para que te fijes en él?”, desglosemos un poco ese pequeño interrogante o mejor aún adaptemos lo a nuestro contexto. Adaptarlo a nuestro contexto significa reflexionar sobre nuestras actitudes hacia Dios, en si preguntarnos; ¿quién es el Dios de mi vida? O  sencillamente descubrir qué clase de Dios estoy profesando con mi fe. El verdadero cristiano no vive de apariencias sino de realidad, no renuncia a la felicidad del Evangelio para encerrarse en la amargura del mundo, quien de verdad tiene un auténtico encuentro con Cristo, renuncia a la vida del pasado nace de nuevo desde el espíritu de la verdad pues así no lo expresa San Pablo; “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas” (2 Cor 5,17).

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