Los límites del derecho a recibir la comunión

Los límites del derecho a recibir la comunión

El artículo comienza expresando que los laicos tienen derecho de pedir los sacramentos a sus pastores, en este caso, el sacramento que va girar en torno el documento es el sacramento de la Eucaristía que todo bautizado puede recibir. Pasa después a describir la gran dignidad del sacramento de la Eucaristía, pues ahí está contenido todo el bien espiritual de la Iglesia.

Una vez descrita la importancia del sacramento y la administración del mismo, se pasa ahora al tema central que son los límites de recibir la comunión, en un primer lugar se nos presenta que los que no pueden recibir la comunión, son aquellos que se hallen en pecado grave exhortándolos a abstenerse de celebrar la Eucaristía o participar de ella sin antes acudir a la confesión o realizando un acto de contrición perfecta que incluye el propósito de confesarse en cuanto antes (c. 916).

Otro aspecto para recibir la comunión es el ayuno Eucarístico que se ha de realizar un hora antes de recibir el sacramento, exceptuando beber agua e ingerir medicinas, dicha norma se suspende con las personas de edad avanzada, enfermas y de aquellos que las cuidan (c. 919).

Se puede limitar dar la comunión a los niños antes del suficiente desarrollo mental, a los adolescentes y mayores subnormales y a los adultos afectos de enfermedades mentales que están privados del uso de razón, respetando así la debida veneración del sacramento.

Para que los niños puedan recibir la comunión el derecho establece que tengan una debida preparación y uso de razón, se cree que el niño ya alcanza su uso de razón a partir de los siete años, por lo tanto a partir de esta edad el infante ya está listo para prepararse y posteriormente recibir la comunión, por otro lado, en peligro de muerte el pequño puede recibir  la comunión mientras sepa distinguir el Cuerpo de Cristo del alimento común.

El derecho es claro en el canon 915 «No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están entredicho después de la imposición  o declaración de la pena, y los que obstinadamente persisten en un manifiesto pecado grave».

Es evidente que los excomulgados y los sancionados no pueden comulgar, porque han roto con la comunión eclesial y en la Eucaristía se expresa esta comunión; de esta manera se evita la difamación, el canon precisa delicadamente que se ha de tratar de penas ya impuestas, en el caso de la excomunión o del entredicho ferendae sententiae o bien, si se trata de penas  latae sententiae, después de que la pena hay sido declarada.

El otro aspecto es para quienes persisten en un pecado grave, de los cuales se encuentran incluidos:

• Las llamadas “uniones libres”: Juan Pablo II advirtió en su exhortación Familiaris Consortio que este tipo de uniones, que hoy se tiene a favorecer, ponen en graves problemas la destrucción del concepto de matrimonio y de familia, atenuación del sentido de fidelidad, posibles traumas psicológicos en los hijos, y tiene para los fieles cristianos
• Los que contraen sólo matrimonio civil: católicos que sólo contraen matrimonio civil, la Familiaris consortio recuerda que: “aun tratándoles con caridad e interesándolos en la vida de las respectivas comunidades, los pastores de la Iglesia no podrán admitirles a los sacramentos”
• Los divorciado vueltos a casar: su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia

El imperativo del canon 915 ha abierto muchas interpretaciones e incluso apelaciones o refuerzos al mismo, entre ellas encontramos que se busque brindar a los matrimonios vueltos a casar el sacramento de la Eucaristía, a lo que se responde que eso no puede ser posible, porque se pierde la esencialidad del sacramento; mientras otros piden que se aplique la pena a aquellos que han tenido una ruptura civil sin haber recurrido  el sacramento, que esto más bien ya es el exceso de la norma, al respecto se han llegado a cuatro conclusiones:

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