Meditación en la Solemnidad del Corpus Christi
Enviado por cfolivero • 29 de Octubre de 2016 • Apuntes • 597 Palabras (3 Páginas) • 179 Visitas
- Meditación en la Solemnidad del Corpus Christi
La cosa nace de la intimidad de Jesús con sus discípulos. Ellos fueron a misionar, vuelven a contarle cómo les fue, y Él los invita a la intimidad, a buscar un rato a solas. Este “retiro espiritual” es para que ellos descansen. Descansar es estar un rato a solas con Él.
Sin embargo la propuesta se ve impedida por la irrupción de la gente, que entiende hacia dónde va Jesús, y lo sigue. Él los recibió a todos así como venían. No distingue, no pone filtros, simplemente los aloja, les da un lugar en su corazón.
Él les habla del Reino de Dios y cura sus enfermedades. El Reino de Dios es muy distinto a este Reino humano. Allí entramos todos, no hay nadie de más, no se descarta a nadie. Por eso funciona con otros valores distintos de los del Reino de este mundo. Esos valores, ese modo de vida distinto, va curando también las heridas ocasionadas por el Reino de este mundo.
La cultura del descarte que denuncia Francisco, el desprecio, la propiedad privada como derecho fundamental y primero (aun antes que el derecho a la vida, o el destino universal de los bienes), la competencia que engendra violencia... Todos esos valores del Reino de este mundo fueron hiriendo a las personas. No resulta tan difícil entender que la misericordia, el perdón, la aceptación de uno mismo y del otro, la generosidad, la solidaridad, o el cuidado sean como un bálsamo para las heridas de la exclusión. La Palabra de Jesús y las actitudes que nos propone curan nuestras heridas.
Pero después de largas horas, habiendo dejado atrás el asombro y el entusiasmo inicial, los discípulos empiezan a captar el límite. Ahora ven que esa gente no se va a saciar nunca, que siempre van a pedir más y más. Que hay una desproporción entre los recursos limitados (materiales y espirituales) que ellos tienen y la sed infinita. Que lo que tienen no puede alcanzar de ningún modo para tantos. Los discípulos están cansados, se quedaron todo el día esperando su retiro espiritual frustrado. Llegando la noche, cuando ya no pueden más y después de muchas vacilaciones, deciden ir a hablar con Jesús. Le piden que ponga límite, que diga “hasta acá, basta!”.
Pero Jesús, lejos de cohartar la búsqueda de la gente, pide a los apóstoles que den su propia vida, que dejen de ser administradores y pasen a ser “Cristos”. “Denles de comer ustedes mismos” es pedirles todo el pan y los pescados que tenían, así como el esfuerzo que les queda, el cansancio, la apertura mental de volver a abrirse...
No hubieron más panes ni más pescados, solo esos. Pero la saciedad no tenía tanto que ver con el pan y el pescado. Más bien, era una sed infinita que solo un infinito podía saciar. La entrega de los apóstoles es la actualización anticipada de la entrega de amor infinita del único que podía saciar la sed, es el preanuncio del Viernes Santo Redentor. Nosotros, en el Hogar de Cristo, vivimos esta escena infinidad de veces, somos testigos de muchos milagros similares. Porque la adicción es consumir sin saciarse, siempre volviendo a necesitar más. Los límites que encontramos en el Hogar son fruto del encuentro con una sed que no se sacia con esos recursos. Por eso, estamos convencidos que no hay Hogar de Cristo al margen de la fe. No lo puede haber, porque al sacrificio de la cruz – el único capaz de traer la paz – solo se llega siguiendo las huellas de Jesús.
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