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16 de septiembre de 1976: La Noche de los Lápices


Enviado por   •  24 de Mayo de 2015  •  4.306 Palabras (18 Páginas)  •  455 Visitas

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16 de septiembre de 1976: La Noche de los Lápices

El 16 de septiembre es una fecha que, además de haber sido fijada en el calendario escolar por

diferentes legislaciones, debe su impulso a quienes la sintieron como propia desde la

recuperación de la democracia: los estudiantes.

Este día, que recuerda un hecho represivo conocido como La Noche de los Lápices, trae a la

memoria a un grupo de jóvenes estudiantes secundarios que fueron secuestrados por la última

dictadura (1976– 983) en la ciudad de La Plata. La fecha es hoy un aniversario de alcance

nacional y el suceso es conocido mundialmente porque en él se sintetizan muchos de los

elementos más profundos de las memorias sobre el terrorismo de Estado, y porque se trata de

un hecho que atacó centralmente a los jóvenes.

Constituye un hito de la memoria social por el valor que tiene para reflexionar acerca de la

construcción de esa memoria y sus transformaciones en función de los cambios del presente. La

Noche de los Lápices permite trabajar en torno a dos de las preguntas centrales que deben

atravesar cualquier acercamiento al pasado reciente: ¿qué se recuerda y cómo se recuerda?

¿Qué se recuerda?

A mediados de septiembre de 1976 en la ciudad de La Plata un grupo de estudiantes

secundarios fue secuestrado por las Fuerzas Armadas. Entre ellos estaban: Francisco López

Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto

Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce

Moler.

Durante su secuestro, los jóvenes fueron sometidos a torturas y vejámenes en distintos centros

clandestinos, entre ellos el Pozo de Arana, el Pozo de Banfield, la Brigada de Investigaciones de

Quilmes y la Brigada de Avellaneda. Seis de ellos continúan desaparecidos (Francisco, María

Claudia, Claudio, Horacio Daniel y María Clara) y solo cuatro pudieron sobrevivir: Pablo Díaz,

Gustavo Calotti, Emilce Moler y Patricia Miranda. Este episodio, por lo tanto, constituye uno de

los crímenes de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado.

La mayoría de los jóvenes tenían militancia política. Muchos habían participado, durante la

primavera de 1975, en las movilizaciones que reclamaban el BES (Boleto Estudiantil

Secundario), un beneficio conseguido durante el gobierno democrático de esos días y que el

gobierno militar de la provincia fue quitando de a poco –subiendo paulatinamente el precio del

boleto– a partir del golpe del 24 de marzo de 1976. Por otro lado, buena parte de los estudiantes

integraba la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) y la Juventud Guevarista, entre otras

organizaciones.

¿Cómo se recuerda?

En su libro Los trabajos de la memoria, Elizabeth Jelin explica que la memoria, en tanto

herramienta para procesar el trauma social, tiene tres características centrales: es un proceso

subjetivo que está anclado en experiencias y marcas simbólicas y materiales; es un objeto de

disputa, existen luchas por la memoria y por eso se habla de memorias en plural y no en

singular; es un objeto que debe ser historizado porque el sentido del pasado va cambiando

con la aparición de nuevos testimonios, nuevas pruebas judiciales y con las transformaciones

políticas y sociales.

La memoria sobre La Noche de los Lápices es un ejemplo paradigmático en este sentido

porque fue cambiando a la par de las transformaciones de la memoria social. En primer lugar, el

episodio fue conocido porque alcanzó resonancia pública durante el Juicio a las Juntas Militares,

en el año 1985, cuando Pablo Díaz, uno de los jóvenes sobrevivientes, narró su historia ante la

justicia. Un año después de ese testimonio, la historia de “los chicos” de La Noche de los Lápices

logró amplificarse a través del libro escrito por los periodistas Héctor Ruiz Núñez y María

Seoane, y la película, basada en ese libro, dirigida por Héctor Olivera.

El libro tuvo más de 10 ediciones y la película sigue siendo, aún hoy, una de las más vistas en

las escuelas a la hora de recordar lo sucedido. Es decir, que ambos objetos culturales tuvieron

una enorme eficacia para transmitir este hecho. Sin embargo, ambas representaciones, por la

época en las que fueron realizadas, evitan mencionar un dato central de la historia: la

pertenencia política de la mayoría de los jóvenes secuestrados. La narración del libro y la

película describe a los jóvenes como “apolíticos” y en ese sentido impide conocer una parte

fundamental de la historia argentina reciente.

A su vez, en aquellos primeros años de la democracia, La Noche de los Lápices funcionó como

una bandera para los centros de estudiantes que volvieron a abrirse o se conformaron por aquel

entonces. El episodio estaba protagonizado por jóvenes estudiantes, lo que provocaba –y

provoca– una fuerte identificación,y el peso del relato estaba en la lucha estudiantil por el boleto

de 1975, una causa que puede convocar adhesiones aún hoy en día. Fue con el paso del tiempo

y las profundizaciones en la historia argentina reciente que la figura de los jóvenes secuestrados

adquirió características más complejas. Es decir: su lucha como estudiantes pudo ser inscripta

en la historia mayor de las importantes movilizaciones sociales de la década del setenta. Esto no

relativiza el peso del aniversario, sino que, por el contrario, muestra el carácter vital que la

memoria tiene, cuando las sucesivas generaciones se apropian de un hecho del pasado desde

sus preocupaciones del presente.

La fecha de La Noche de los Lápices permite condenar al terrorismo de Estado. Es, a su vez,

una invitación a recordar la vida de aquellos jóvenes que lucharon y participaron para construir

un futuro mejor. Y puede, por último, constituirse en una ocasión propicia para acompañar el

homenaje con un ejercicio reflexivo en torno a la construcción social de la memoria. Para este

ejercicio ofrecemos una selección de testimonios de dos de los sobrevivientes que narran, cada

uno desde su experiencia subjetiva, lo sucedido en aquel entonces. La lectura de estos relatos

ayuda a visualizar que la memoria, en tanto objeto de disputa, reclama nuestra activa

participación para arribar al piso de verdad y justicia que anhelamos.

El testimonio como una herramienta para la construcción

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