Autor: Julio Garduño Cervantes
Enviado por dannysanchezmxpo • 6 de Octubre de 2013 • Examen • 3.558 Palabras (15 Páginas) • 227 Visitas
Autor: Julio Garduño Cervantes
El valle de Temascalcingo - Solís, flanqueado por milenarias montañas, conforma el espacio geológico más sorprendente de la tierra mazahua, en él corre el río Ndareje, (Lerma) entre acantilados de extrañas formas. Tierra fértil donde se ha desarrollado la vida de animales y plantas que hoy reclaman su existencia.
Los tambores de la historia aquí anunciaron la presencia del hombre - montaña; del hombre - río, del hombre - venado y del hombre - maíz, sus huellas son muy remotas; crearon símbolos e instrumentos que responden a sus sentimientos y a sus necesidades materiales y espirituales.
Dentro de las ceremonias más antiguas está la de la fertilidad, ceremonia de la invocación a la lluvia; ahora es tiempo de llamar a las nubes, de encender el fuego, de mover las manos y los pies en mágicos movimientos, de mirar con los ojos del alma, de comunicamos desde este rincón del universo con las fuerzas del más allá. Lo seguimos haciendo como lo hicieron nuestros antepasados, los que ya se fueron pero que ahora están aquí.
Se reúne el grupo de cargueros, Becte, para tomar acuerdos y decidir qué van a hacer el Jueves de Corpus; entre los acuerdos está la compra de cohetes, la recolección de flores, la invitación a los hombres del pueblo para que participen en la cuadrilla de los Xitas o "Viejos de Corpus". La invitación se hace en forma muy especial a los que representarán al más viejo y a la vieja, se les lleva obsequios, pan, pulque, frutas, para ganar su voluntad de participación; a los demás se les invita en forma sencilla, así también al que portará el "torito" hecho de madera y forrado de piel.
Días antes de celebrarse las ceremonias del Jueves de Corpus, sale un grupo de viejitos, recorren el poblado y van de casa en casa, donde danzan por un momento; anuncian la fiesta, recolectan limosnas para sufragar algunos gastos.
Llegado el día, todos los pueblos y barrios que participan celebran las vísperas; se reúnen en el templo los cargueros, cada uno con su comisión. Las campanas llaman a todo el pueblo y así van llegando las mujeres con ramos de flores, los músicos con sus tamboras y violines; en el interior del templo se esparce copal a cada una de las imágenes. Las mujeres se sientan en tomo a los nichos que portarán a los santos y les van colocando ofrendas de gran belleza, de unas cazuelas de barro van tomando flores de di-versos colores y especies: borene, retama, orquídeas, ramos de mastranto, azucenas, entre otras; también se les coloca rosarios o guirnaldas de palomitas de maíz, se cuelgan racimos de capulines, guayabas, plátanos de Jungapeo, y manzanas.
Conforme se van poniendo las ofrendas se esparce copal, que junto con música de tambora y violín envuelven el ambiente en una atmósfera de profunda espiritualidad.
Con gran respeto se ofrendan matas de maíz, que se colocan en los nichos. Entre las flores y las frutas se mueven panes de caprichosas formas, de mujer, animales, como ardillas, patos, palomas, pajaritos, y coronas.
Entre los nopales y magueyeras, la noche avanza por esos caminos, van gritando los Xitas y se dirigen a la iglesia.
Su llegada se anuncia con toques de campana; se les recibe con música. Se inicia una procesión en el atrio alrededor del templo.
Aquí están los Xitas representando a los antepasados, a los viejos con renovada energía, llenos de fuerza para invocar la lluvia y la fertilidad.
Hay flores y frutos para la ofrenda y copal para que arome el tiempo divino.
Se echan cohetes, repican las campanas.
Los Xitas mazahuas con su nuevo rostro, en milenarios movimientos que transforman el tiempo y el espacio, hacen su entrada al templo con el mayor de la danza. Con gran reverencia caminan dentro del templo al ritmo de una tambora y un violín; los reciben los mayordomos y fiscales, quienes se encuentran en el altar. El Xita más viejo, a quien también le llaman "tápale" o "Mero Xita", se acerca a uno de los fiscales para pedir permiso y ponerse de acuerdo con la participación de la fiesta y le dice:
— Tata fiscal, venimos aquí de antemano a pedirle permiso para que descansemos un poco, ya que venimos de muy lejos, más allá de Tarandacoao, Maravatío; sólo hemos comido biznagas, garambullos y algunos animales, y mis hijos no han comido más que puros animales: lagartijas, conejos, tlacuaches, tejón, zorrillo, armadillo. Ya mañana continuará el camino.
El fiscal que se encuentra sentado a un costado del altar y contesta.
— Si ustedes desean descansar un poco, yo aquí les doy permiso, pero de comer es poco lo que tenemos, porque no ha llovido.
El Mero Xita conversa lo mismo con los demás fiscales, esto también lo hace la Vieja con voz tipluda y lloriqueos. Ella representa la tierra, la fertilidad.
El fiscal, con mucha seriedad, se dirige a todos los Xitas y les dice:
— Nosotros queremos que los viejitos rueguen mucho a Dios que nos socorra la lluvia para dar vida a nuestra siembra, ya que aquí carecemos mucho de agua, pero con ayuda de los viejitos, y con el permiso de Dios que nos venga la lluvia... y le den vida a nuestros campos y montañas.
Responde el tata Xita:
— Nosotros rogaremos a Dios para que estas tierras se den abundantes. Y no se preocupe por nosotros, por donde vamos caminando le rogaremos a Dios.
Los rostros del pueblo, con mirada profunda y emocionada, les dicen en forma repetida: rueguen por la lluvia, rueguen por la lluvia...
Una vez que el fiscal concede el permiso, los viejos, formados en columna, bailan jarabes dentro de la iglesia y salen al atrio, ahí ya se encuentran muchos vecinos del pueblo. Siguen danzando y lanzan extraños gritos; se torea el "torito", que es cargado por un hombre en sus hombros, así lo va haciendo cada uno de los Xitas, traen en sus manos una reata de lazar. Así transcurre buena parte de la noche, con asombro de los asistentes. Nuevamente pasan al interior del templo y continúan danzando. En medio de exclamaciones se despiden de las imágenes y fiscales; todo está preparado para el día siguiente y participan en la na mbxcua ra xita carpo.
Con su máscara de noche nos mira la Luna, que se esconde entre los magueyes bebiendo aguamiel y se pone alegre a danzar con los luceros en el manantial de agua serenada.
El alba empieza a despuntar el nuevo día, el semanero en el templo toca las campanas de las cinco de la mañana, anunciando la fiesta de los Xitas. Despertamos con nuestro nuevo y verdadero
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