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Biografia De La Virgen Maria


Enviado por   •  5 de Octubre de 2011  •  2.756 Palabras (12 Páginas)  •  1.243 Visitas

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La Gran Promesa

Más de cuarenta siglos habían pasado desde que Dios Nuestro Señor, a raíz de la caída original y en la misma hora que fulminaba su castigo sobre los culpables, dejó brillar, en medio de su enojo, un rayo de luz y de esperanza, precursor de su inmensa misericordia.

Al tocar el turno a la serpiente tentadora, es decir al diablo, le dijo Dios: "Enemistades pondré entre ti y la mujer, entre tu posteridad y la suya: Ella quebrantará tu cabeza y tú morderás su talón". (Gen. 3, 15).

La Tradición cristiana ha visto siempre en esas palabras, la gran promesa del Redentor futuro y de su completa redención o victoria sobre el pecado y el demonio.

La Promesa divina se cumplió, hace ya casi dos mil años. Llegada, en efecto según el plan divino, la plenitud de los tiempos, como aurora divina de redención apareció María Inmaculada y llena de gracia, de la cual nació a su tiempo el divino Sol de Justicia, Cristo Jesús, nuestro Redentor, el prometido Triunfador invicto del demonio, del pecado y de la muerte.

El Nacimiento

María Santísima, hija de San Joaquín y Santa Ana por especial favor de Dios, nació en Jerusalén, y cuando tuvo tres años fue llevada por sus padres al templo de esa ciudad para ser presentada al Señor y entregada a su servicio, viniendo a ser entre todas las doncellas el mayor ejemplo de santidad y modestia. La Iglesia celebra el 21 de Noviembre la Presentación de la Santísima Virgen en el Templo.

Allí la Niña María aprendió a hilar lana y lino, a labrar las vestiduras sacerdotales y demás objetos para el culto santo; leía con suma atención las divinas escrituras y con encendido amor, aunque sin ninguna ceremonia exterior hizo voto perpetuo de guardar su pureza virginal. En ese entonces debía tener ya más de doce años, pues en esta edad era cuando se permitía a las jóvenes judías hacer votos valederos.

Sabemos por la revelación y el magisterio de la Iglesia, que en Ella, la gracia divina se adelantó a la naturaleza viciada; que ningún hálito impuro la contaminó jamás; que sola Ella, entre todas las hijas de Adán, por un milagro de preservación redentora, fue preservada del universal contagio del pecado original; que Dios pareció haber agotado los tesoros inmensos de su omnipotencia, para embellecer y santificar su alma; y que la fidelidad perfecta de la Virgen, correspondiendo con exacta cooperación a los continuos llamamientos de la gracia, acumuló en sí méritos sobrenaturales sobre toda otra humana medida e hizo de Ella la más bella, la más sublime y santa entre todas las puras criaturas salidas de las manos del Creador.

Fisonomía Exterior de María

El gran Padre y Doctor de la Iglesia, San Ambrosio, dice a este respecto:

"Era la Virgen María de alma prudente y corazón blando y humilde, grave y parca en el hablar, aficionada a lecturas santas, modesta en sus palabras, muy atenta a lo que hacía, y buscando en todo siempre agradar a Dios y no a los hombres.

A nadie molestó jamás, a todos quiso bien, y tuvo particular respeto y reverencia a los mayores.

Nada duro o provocativo había en sus ojos o en su mirar; nada de atrevido o inconsiderado en sus palabras; y en sus acciones, nada que no fuese de todo punto digno y decoroso.

Sus gestos y su andar, nada tenían de ligero, suelto o petulante, antes bien, procedía con todo orden y compostura, de suerte que, la modestia y continente exterior de su persona eran como un bello reflejo de su alma, y podía servir como acabado ejemplar de toda probidad.

Era Ella la mejor guarda de sí misma, y tan apacible en su andar, en sus palabras y ademanes, que con sus pasos y movimientos, más que avanzar en el camino parecía adelantar en la virtud. Cuando hacía esta Virgen modestísima, podía tomarse como regla de buen proceder y de virtud.

Los Desposorios

Dos años después de muertos sus padres y siendo ya de catorce años, quisieron los sumos sacerdotes que tomase esposo, más Ella rehusó esto terminantemente por su amor a la pureza y promesa virginal; pero por providencial manifestación de Dios aceptó, previo voto mutuo de castidad, a San José por compañero, con el cual se desposó y se fue a vivir a Nazaret, pequeña aldea donde se ejercitó en la oración y la contemplación.

El día menos pensado, estando la Santísima Virgen en oración, se le presentó el arcángel San Gabriel y le anunció que Ella concebiría en su seno al Hijo del Altísimo, que iba a hacerse hombre, sin dejar de ser Dios para redimir a la humanidad; y que esto se haría maravillosamente suministrando su purísima sangre en su propio seno al Espíritu Santo obrador del prodigio; luego le reveló, como para confirmar la divina encarnación, que Isabel su prima, había concebido un niño, que sería precursor del Verbo humanado; entonces la Santísima Virgen determinó ir a visitar a Santa Isabel, guardando grande reserva de lo que pasaba; mas en aquel venturoso día ---que llamamos de la Visitación---, al ver Santa Isabel a María Santísima, exclamó: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme?" No pudo María dejar de bendecir a Dios en tal momento y prorrumpió en admirable cántico de alabanzas a Dios, de sentida expresión de humildad y de reconocimiento, que denominamos el himno del Magníficat.

El Nacimiento de Jesús

Antes del Nacimiento del Bautista, María regreso a Nazaret, donde vivía con humildad, recogimiento y oración. Tuvo luego que ir San José a la ciudad de Belén, patria del profeta David, a cumplir con el empadronamiento ordenado por edicto imperial; en tal viaje acompañó al esposo la Santísima Virgen, cuidándose más de pensar en que todo lo ordena la divina providencia, que en la fecha en que pudiera ser el alumbramiento. Habiendo arribado a Belén, hallándose como perdidos en medio de las multitudes que habían llegado de todas partes para hacerse inscribir; en vano buscaron asilo para pasar la noche, pues ninguno les abrió, tanto por ser desconocidos y pobres, como por estar ya todo ocupado. Tuvieron que albergarse en un mezquino establo, refugio de pastorcitos y rebaños. Allí, hacia la media noche, el Verbo encarnado sale milagrosamente del seno de María, ésta lo toma en sus brazos, lo adora, lo envuelve en humildes pañales y coloca sobre unas pajas del pesebre; tal es el nacimiento del divino Infante, cual pasa el rayo de luz por un purísimo cristal.

Por este tiempo, a los 40 días, la Santísima Virgen se presentó, sin estar obligada, al templo de Jerusalén a la ceremonia legal de la Purificación y a ofrecer la oblación del caso. ¡Qué humildad y obediencia!. Y allí

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