Calle Morgue
Enviado por monarroy • 30 de Noviembre de 2013 • 487 Palabras (2 Páginas) • 454 Visitas
Los crímenes de la calle Morgue
ismas poco susceptibles de análisis. Sólo las apreciamos a través de sus resultados.
Entre otras cosas sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del
más vivo goce. Así como el hombre robusto se complace en su destreza física y se
deleita con aquellos ejercicios que reclaman la acción de sus músculos, así el analista
halla su placer en esa actividad del espíritu consistente en desenredar. Goza incluso con
las ocupaciones más triviales, siempre que pongan en juego su talento. Le encantan los
enigmas, los acertijos, los jeroglíficos, y al solucionarlos muestra un grado de
perspicacia que, para la mente ordinaria, parece sobrenatural. Sus resultados, frutos del
método en su forma más esencial y profunda, tienen todo el aire de una intuición. La
facultad de resolución se ve posiblemente muy vigorizada por el estudio de las
matemáticas, y en especial por su rama más alta, que, injustamente y tan sólo a causa de
sus operaciones retrógradas, se denomina análisis, como si se tratara del análisis par
excellence. Calcular, sin embargo, no es en sí mismo analizar. Un jugador de ajedrez,
por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo segundo. De ahí se sigue que el
ajedrez, por lo que concierne a sus efectos sobre la naturaleza de la inteligencia, es
apreciado erróneamente. No he de escribir aquí un tratado, sino que me limito a
prologar un relato un tanto singular, con algunas observaciones pasajeras; aprovecharé
por eso la oportunidad para afirmar que el máximo grado de la reflexión se ve puesto a
prueba por el modesto juego de damas en forma más intensa y beneficiosa que por toda
la estudiada frivolidad del ajedrez. En este último, donde las piezas tienen movimientos
diferentes y singulares, con varios y variables valores, lo que sólo resulta complejo es
equivocadamente confundido (error nada insólito) con lo profundo. Aquí se trata, sobre
todo, de la atención. Si ésta cede un solo instante, se comete un descuido que da por
resultado una pérdida o la derrota. Como los movimientos posibles no sólo son
múltiples sino intrincados, las posibilidades de descuido se multiplican y, en nueve
casos de cada diez, triunfa el jugador concentrado y no el más penetrante. En las damas,
por el contrario, donde hay un solo movimiento y las variaciones son mínimas, las
probabilidades de inadvertencia disminuyen, lo cual deja un tanto de lado a la atención,
y las ventajas obtenidas por cada uno de los adversarios provienen de una perspicacia
superior.
Para hablar menos abstractamente, supongamos una partida de damas en la que las
piezas se reducen a cuatro
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