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¿Cómo Quemarse Por La Obra De Dios?


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2012  •  894 Palabras (4 Páginas)  •  491 Visitas

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“¿Cómo quemarse por la Obra de Dios?”

Mateo 28:18b-20

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Antes de ascender a los cielos, Jesús da a sus discípulos una tarea o misión que ninguno de ellos se negó hacer. Después de esta encomienda aquellos discípulos colaboraron con extender el reino de Dios. Hoy como hace más de dos mil años ese mandato sigue vigente. No somos del grupo de los doce, no somos ni siquiera aquellos mártires de los primeros siglos de la era cristiana, pero somos el Equipo de Retiros. Somos madres y padres con el deseo de cumplir con la voluntad de nuestro Padre y extender su reino por doquier.

Cuando nos convertimos en parte del Equipo de Retiros también hacemos nuestro este mandato de Dios, que lo da a todo creyente, sin importar la edad, ni la condición social, ni el estado civil. Nos convertimos en discípulo, lo que nos obliga a pensar de qué forma nosotras podemos cumplir con la gran comisión en el ministerio en general.

Cuando comenzamos a dar los primeros pasos, las primeras predicas, les enseñamos a otros lo aprendido, asimismo los que nos siguen nos imitaran e irán repitiendo las mismas palabras, acciones, actos y costumbres. Ellos notarán con el correr del tiempo que Jesús es la persona más importante en el Equipo y que siempre estará con nosotros, que vamos a él en todo momento y ellos también querrán acudir a él. Así habremos cumplido nuestra misión, nos habremos convertido en maestros al igual que Jesús para que ellos aprendan como relacionarse con Dios y a través de los años podamos llamarlos discípulo, lo que hará que se convierta en un discípulo que reconoce a Jesús como su Salvador personal.

Nuestro hermano necesitara que lo acompañemos a leer la Biblia, ayudarlo a reconocer sus pecados para confesarlos a Dios, promoverlo cada vez que algún fruto del Espíritu se muestre en su vida, son sólo algunas de las cosas que podemos hacer.

No podemos ser una mujer que se lanza como un cohete, con toda ilusión, esfuerzo, y una buena dosis de idealismo a servir a Dios de todas las maneras posibles. Vuela de una necesidad a otra, involucrada en todas las actividades del Equipo sin perderse ni una reunión. Con cada compromiso puede estar en todo y en nada a la vez. Sus tiempos de oración escasean. Se convierte en una experta en reciclar material y deja de beber de su fuente vital de inspiración, el mismo Señor Jesucristo. Sus familiares y amigos se quejan – y esta vez sin exagerar – de que ya no la ven nunca. Las dificultades, los contratiempos, la crítica, y el cansancio físico le provocan un desánimo

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