DE LA RELIGIÓN GUARANI
Enviado por marianitalamejor • 14 de Febrero de 2013 • Tesis • 4.713 Palabras (19 Páginas) • 422 Visitas
DE LA RELIGIÓN GUARANI
A LA RELIGIOSIDAD PARAGUAYA:
UNA SUBSTITUCIÓN
Publicado en Acción 23 (Asunción 1974) pp. 4-10
Ensayo de BARTOMEU MELIÀ
DE LA RELIGIÓN GUARANI A LA RELIGIOSIDAD PARAGUAYA: UNA SUBSTITUCIÓN
Se piensa generalmente que la religiosidad popular en lo que tiene de supersticioso, de caótico, de confuso y ambiguo, de simple y emocional, de mágico y fetichista, es la pervivencia de raíces indígenas mal cortadas o insuficientemente transformadas. Mi hipótesis, sin embargo, para entender la religiosidad popular paraguaya sería absolutamente la contraria. La religiosidad paraguaya, si es supersticiosa, si es fetichista, amarrada a sus santos de madera y de papel, si es irracional e ilógica, si es por lo tanto incoherente y en fin de cuentas poco cristiana -o todavía no es cristiana o ya no es cristiana-, ello no se debe en ninguna manera a una pervivencia de un sistema religioso autóctono, sino al trasplante de formas de cultura religiosa demasiado ligadas a la dominación colonial, que el pueblo nunca ha podido integrar y que ha rechazado como amenaza a su propia identidad. En otras palabras, se dan en la religiosidad popular paraguaya, las tremendas ambiguas marcas de la dominación colonial desintegradora de pueblos, pero al mismo tiempo la continuidad de un pueblo que quiere ser, y que en la religión, en sus creencias y sus ceremonias rituales, sabe que podrá afirmar su modo de ser humano y cristiano.
LA RELIGIÓN GUARANÍ DESPRECIADA
Se debe aquí retrazar, aunque no sea más que a grandes rasgos, el proceso de la penetración de la religión cristiana en el Paraguay.
Todo proyecto colonial tiene como ideología subyacente la implantación de un nuevo orden cultural, entendiendo cultura en su sentido más amplio de modo de ser, de pensar y de actuar sobre el mundo y organizar la sociedad. De una manera u otra hay en el proyecto colonial una voluntad decidida de substituir y suplantar un pueblo por otro pueblo -o nueva masa de hombres-. Es normal que el conflicto colonial se extienda a todos los órdenes de la vida, y por tanto también al sistema religioso.
Hay un aspecto del enfrentamiento colonial -porque enfrentamiento lo hubo- que ordinariamente se pasa por alto o queda minimizado: es el enfrentamiento religioso. Hay que reconocer que este enfrentamiento religioso no aparece con mucho relieve en las crónicas de los conquistadores e incluso aparece muy difuminado en los relatos de los misioneros.
La nueva religión llegada con la conquista, la del obispo y su clero, la de los misioneros, franciscanos y jesuitas, sobre todo, y la del colono, pronto se sitúa con su visión particular frente a la religión -o lo que les puede parecer falta de religión o falsa religión- de los indios. Para la religión autóctona, la nueva religión tiene una triple actitud: de menosprecio (que conlleva ignorancia), de desprecio (que provoca rechazo) y de oposición (que requiere destrucción). Muy raramente se da un reconocimiento del otro que sería, sin embargo, el fundamento de una conversión verdaderamente cristiana.
Ejemplos de estas distintas actitudes serían estos testimonios: La religión guaraní está toda llena de "supersticiones", "abusos", "malos hábitos", "ritos, ceremonias y cantos", de todo lo cual el Padre Luis de Bolaños quería librar a los indios. (Molina 1954: 488, 490, 492, 494, 501). "Tengan los curas cuidado de inquirir y castigar a los indios hechiceros, que son pestilencia que inficiona a los pueblos, y particularmente tengan cuidado de quitar los llantos y ritos supersticiosos que tienen en las muertes de los indios y así mismo les encargamos que procuren evitar las borracheras que son origen de las idolatrías y horribles incestos, muertes y otros daños... y hay unos pájaros de diversos colores, que llaman guacamayos, que los naturales tienen por cierto género de superstición e idolatría y como a tales adoran particularmente... ", ordena el primer Sínodo de Asunción de 1603, conforme a la caracterización que de la religión indígena hace (Mateos 1969: 101). Por su parte, los misioneros jesuitas tendrán de la religión guaraní un concepto que, de una cierta consideración inicial, deriva con el tiempo hacia el desprecio y el menosprecio: "Es toda esta nación muy inclinada a religión verdadera o falsa... Y esta propensión suya a obedecer, a título de religión, ha causado que no sólo muchos indios infieles se hayan fingido entre ellos hijos de Dios y maestros, pero indios criados entre españoles, se han huido entre los de guerra, y unos llamándose Papas, otros llamándose Jesucristo, han hecho para sus torpezas monasterios de monjas quibus abutuntur; y hasta hoy, los que sirven y los que no sirven tienen sembrados mil agüeros y supersticiones y ritos de estos maestros, cuya principal doctrina es enseñarles a que bailen, de día y de noche, por lo cual vienen a morir de hambre, olvidadas sus sementeras", decía en 1594 el Padre Barzana recién llegado al Paraguay (Furlong 1968: 93). El Padre Antonio Ruiz de Montoya, otro jesuita, ofrecía de la religión guaraní una síntesis que por mucho tiempo ha quedado como referencia obligada para los historiadores de la evangelización en el Paraguay y que aquí no podemos analizar con detalle (Montoya 1892: 49-54). Más limitada y tremendamente despectiva es la visión que de la religión guaraní tiene el Padre Cardiel, para quien "estos (indios) no piensan en otra cosa que en comer y beber yerba, jugar a los naipes, emborracharse, lujuriar y hurtar y algunas niñerías que hacen sin reflexión ni culto"; "si les dijeran que hay cinco dioses, y que uno se llama tal o cual, todo lo creyera luego porque lo dice el Padre, a quien considera como un ente superior a lo que ellos son. Así son todos los infieles de aquellas tierras o regiones. No alcanza a más su corto entendimiento" (Cardiel, en Hernández 1913, 11: 597-98).
Si éstas eran las actitudes de los misioneros más o menos ilustrados (y compañeros al fin y al cabo, de aquellos misioneros que en la India y en la China hacían el esfuerzo de adaptarse a los ritos malabares y a las ceremonias chinas), hay que pensar que los colonos cultivaban para con el indio no bautizado aquel, desprecio que perdura hasta hoy, de que el no cristiano, no es gente; es decir, es un animal.
Puede llamar la atención, aunque por otro lado es muy explicable, la relativa superficialidad y hasta la incapacidad del sacerdote y el misionero católico, ante el fenómeno religioso guaraní, como si el sacerdote de la nueva religión colonial temiera encontrarse con un alma sólidamente religiosa y necesitara primero quebrarla y debilitarla para mejor sojuzgarla. A manera de referencia quiero señalar que en este
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