Dios Y Dioses, Antonio Bentue
Enviado por danhy.xika • 8 de Septiembre de 2011 • 9.400 Palabras (38 Páginas) • 1.036 Visitas
PROYECTO FONDEDOC 2002
TEMA: "HISTORIA DE LAS RELIGIONES
Y DIALOGO INTERRELIGIOSO"
INTRODUCCION A LA
HISTORIA DE LAS
RELIGIONES
Dr. Antonio Bentué
Profesor de la Pontificia
Universidad Católica de Chile
1
INTRODUCCION
Bajo el impacto de la filosofía positivista del siglo XIX, hubo cierto tipo
de antropología que consideró la religión como un epifenómeno del ser humano,
determinado por determinadas influencias culturales, como si el hombre fuera "ateo" por
naturaleza y que la dimensión religiosa surgiera como mero resultado de influencias
"culturales". Pero los análisis estructurales y fenomenológicos modernos llevan más bien a
la conclusión inversa, según la cual el ser humano es "naturalmente religioso", aunque
pueda a veces ser "culturalmente" ateo. Parece, pues, que la religión constituye una
dimensión inherente a la antropología misma. De hecho, la religión constituye un aspecto
central de la cultura de todos los pueblos, previamente a la posible influencia de la religión
de unas culturas más dominantes con respecto a otras menos poderosas.
Los primeros vestigios prehistóricos dan cuenta de elementos religiosos
vinculados al comportamiento de las formas más primitivas de cultura. Y, asimismo, la
religión fue el centro de las antiguas civilizaciones de todo el mundo conocido. Tal
situación se mantuvo inalterable, incluso en Occidente, hasta la llegada de la época
racionalista ("Aufklärung") con la progresiva industrializacíon que ella trajo consigo. Fue
entonces cuando Dios fue, aparentemente, perdiendo terreno, siendo éste ocupado cada vez
más por la Razón y la ciencia tecnológica moderna. Al mismo tiempo, el ateísmo se fue
abriendo paso en forma masiva como un nuevo fenómeno, hasta entonces absolutamente
inédito en toda la historia humana.
El fenómeno de la "secularización", con el ateísmo que le ha sido inherente,
resulta, pues, un producto de la cultura occidental exportado a otros puntos de la tierra
donde generalmente penetró con más dificultad. De esta manera, todas las grandes
religiones llegaron a Occidente procedentes del Oriente. Y en Occidente, la religión llegó
incluso a ser un motor importante del mismo desarrollo tecnológico1. Pero ese proceso
tecnológico e industrial determinó a menudo el progresivo enfriamiento de su propio motor
religioso, acabando por exportar a Oriente una técnica y una industria secularizadas, hasta
irse elaborando una proceso de "globalización" cultural cada vez más marcado por la
1Cf.Max Weber,La ética protestante y el espíritu del capitalismo,trad.Española, Barcelona, 1969.
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eficiencia tecnológica a costa de la dimensión religiosa, o situando esa religiosidad en
franca dependencia "funcional" a los intereses globalizadores de la cultura de un poder
basado en la tecnología.
Estamos, pues, en las antípodas de la situación cultural religiosa de la antigüedad y de
buena parte del mundo oriental y meridional. Muchos occidentales consideran la religión
como una etapa mítico-ritual correspondiente a la cosmovisión pre-moderna, superada por
la cosmovisión moderna científico-técnica. Sin embargo este "homo tecnicus" no parece ser
más feliz que el "homo religiosus", debido a que el hombre secularizado moderno no
parece haber sido capaz de construir su existencia con más "sentido" que el hombre premoderno.
La angustia suscitada por la conciencia del riesgo de "absurdo", que conlleva toda
existencia consciente, sigue "penando", sin que la ciencia y la técnica puedan nada contra
ella, aun cuando le permitan una forma de vida mucho más cómoda.
A menudo uno tiene incluso la impresión de que los nuevos y constantes aportes de la
tecnología resultan como "soporíferos" para sacar de la conciencia humana la sensación
insalvable de "vacío". Frente a ello, el ansia de superar la angustia, auto-fundándose, lleva
al hombre a crear todo tipo de mitos secularizados que compensen la carencia de los
antiguos "mitos religiosos". Nacen así nuevas formas de "religiosidad"; es decir, nuevos
puntos de referencia que puedan servir de fundamento de valores, dando consistencia a una
autonomía amenazada de inconsistencia propia. La conciencia de esa inconsistencia
ontológica constituye desde siempre el fondo de la búsqueda religiosa. De esta manera la
historia de la religión coincide con la historia del hombre, como una constante carrera en
búsqueda de su propio fundamento.
La propia inconsistencia radical, con la angustia que es su signo, determina en el
ser humano los intentos de huida, tratando de refugiarse en todo tipo de alienaciones. Pero
al final el hombre se encuentra enfrentado consigo mismo, como en el mito bíblico, Adán y
Eva, después de intentar "ser como Dios", tuvieron que reconocer su propia verdad
autónoma: "Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos"
(Gn 3,7). Y esa es,en el fondo ("al desnudo"), la fràgil realidad del hombre: expulsión del
paraíso, muerte, e incapacidad de convivencia harmónica (Gn 3-11). Tal experiencia lúcida
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lo obliga a optar: o bien se resigna a la desesperación frente a la contingencia fugaz de la
propia autonomía, o bien se abre a la esperanza de transcendencia "teónoma".
Sólo el hombre moderno ha sido capaz de optar a menudo por la desesperación del
Sentido transcendente de la propia existencia. El hombre antiguo, y quizá el de siempre, no
pone en duda la verdad de la intución positiva de la propia naturaleza hacia el Ser -y no
hacia la nada-, optando siempre por la esperanza de transcendencia. Y es que el ser
humano, más allá de voluntarismos heróicos o masoquistas, así como también más allá de
proyecciones neuróticas reflejadas en sus propias imágenes religiosas, no puede quizá vivir
sin sentirse radicalmente fundado en su ser. De ahí el concepto mismo de lo sagrado, como
la fundamentación transcendente de la realidad "profana". El ser humano es, pues, un
"homo religiosus", abierto espontáneamente a lo "sagrado" desde su
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