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Doctrina Sobre La Gracia


Enviado por   •  24 de Marzo de 2014  •  7.404 Palabras (30 Páginas)  •  774 Visitas

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SOBRE LA GRACIA.

La doctrina sobre la Gracia de Dios a la luz de la Redención realizada por Cristo, infundida por el Espíritu Santo en la Iglesia e iluminada a través de los debates que se han ido suscitando a lo largo de la historia.

I. DOCTRINA SOBRE LA GRACIA.

1.1. Principios generales.

1.2. La gracia en el Antiguo Testamento.

1.3. La gracia en el Nuevo Testamento.

II. LA GRACIA DEL ESPIRITU SANTO.

III. LA DOCTRINA DE LA GRACIA EN LA IGLESIA

IV. BIBLIOGRAFIA

I. DOCTRINA SOBRE LA GRACIA.

1. 1. PRINCIPIOS GENERALES.

La palabra gracia, (en griego, kharis) caracteriza el nuevo régimen instaurado por Jesucristo en oposición a la economía antigua, Esta estaba regida por la ley, aquella lo está por la gracia La gracia es el don de Dios que contiene a todos los demás, el don de su Hijo . Es el don que irradia de la generosidad del dador y envuelve en esta generosidad a la criatura que lo recibe. Dios da por gracia y el que recibe su don halla cerca de él gracia y complacencia.

La palabra hebrea y la palabra griega, traducida en latín por gratia y en español por gracia designan a la vez la fuente del don en el que da y el efecto del don en el que recibe.

La gracia es la comunión de vida del hombre, liberado del pecado y de la muerte y llamado a la vida eterna, con el Dios trino.

La doctrina de la gracia es la cumbre y la suma de toda la teología cristiana. Al enviar Dios Padre el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones compartimos en la gracia la relación filial de Jesucristo al Padre: “La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios”

La esencia más íntima de la gracia es el amor que es Dios mismo en la realización de su vida trina. Por este amor él se entrega a los hombres, por sí mismo: “En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios envió al mundo a su Hijo, el Unigénito, para que vivamos por él... En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu

Desde la doctrina de la gracia puede contemplarse toda la panorámica de la fe y de la teología desde el punto de vista de la autocomunicación de Dios trino como vida del hombre. El tratado sobre la gracia ha llegado a constituir un tratado específico como resultado de la evolución de la teología - El rechazo del pelagianismo dio ocasión a la formación de una doctrina específica sobre la gracia en la que tuvo gran importancia la influencia de san Agustín (doctor gratiae).

El principio pelagiano consistía en que el hombre puede obtener la gracia en virtud de sus buenas obras y por su propia iniciativa. Según Pelagio el hombre no necesita un impulso interno específico (gratia interna Spiritus Sancti) para poder asumir en su realización personal la redención histórica acontecida en la obra salvífica de Jesucristo (gratia externa). Ante este principio pelagiano san Agustín insistió en la total incapacidad del hombre en el ámbito de las obras sobrenaturales y en su impotencia para elevarse, mediante un impulso de su propia voluntad (autotrascendencia) a Dios. Sin la ayuda de la gracia (auxilium gratiae), el hombre no puede alcanzar su meta, a saber, la comunión vivificante con Dios.

La pregunta que los teólogos se plantean es cómo definir la conexión entre la relación personal interna de cada individuo concreto con Dios y con la obra salvífica histórica externa de Cristo, así como la mediación sacramental, necesaria para la salvación, del espíritu y la gracia.

La controversia agustino-pelagiana sirvió también para dar luz a los grandes debates en torno a la justificación suscitados por la Reforma protestante. Nuevamente la polémica se suscita en los tiempos modernos ante la aparente contradicción entre la gracia divina y la libertad humana.

Entre los problemas clásicos de la doctrina de la gracia figuran “la relación entre la participación humana y la divina en el proceso de la salvación”, “la conexión entre la gracia divina y los méritos humanos, el problema de la voluntad salvífica de Dios, particular y universal y la predestinación de unos para la vida eterna y de otros para la eterna condenación, y por último si el inicio del camino de la salvación (initium fidei) le corresponde a Dios o al hombre.

En la Escolástica las reflexiones teológicas giraron principalmente en torno al tema de si la gracia es, sencillamente, la persona del Espíritu Santo que habita en los justificados, o si se da en nuestra alma una cualidad creada, distinta de Dios (habitus, accidens) en virtud de la cual Dios nos capacita para responder a la gracia de su autodonación o autocomunicación. Sin embargo, puesto que la gracia es Dios mismo que se comunica en la creación (gratia creatoris) en la redención (gratia Christi) y en la justificación y santificación (gratia Spiritus Sancti), no puede ser una realidad creada.

La gracia es Dios mismo en el acontecimiento de su autocomunicación (gratia increata) pero debido a la infinita distancia entre ambos y como Dios no puede encontrar al hombre en su mismo nivel, crea en él, mediante su comunicación personal, las condiciones que le capacitan para aceptar esta autocumunicación divina (gratia creata).

Esta disposición, creada por Dios en el hombre, (gratia habitualis) recibe el nombre de “gracia santificante”. Mediante ella el hombre puede participar, conociendo, confiando y amando, del amor trino que es Dios mismo, mediante las virtudes sobrenaturales (divinas o teologales) y los actos de fe, esperanza y caridad.

A través de los debates teológicos se ha llegado a una terminología suficientemente clara para que se la pueda entender. Se distinguen pues la “gracia increada” que es la autocomunicación de Dios en cuanto amor que se da y se comunica y la “gracia creada” como autocomunicación de Dios que produce en el hombre, mediante el perdón de los pecados, la justificación y la nueva creación, las disposiciones por las que el hombre puede entrar en la comunicación de la autodonación divina. Esta “gracia creada” puede presentarse como gracia santificante, es decir, como una disposición del ánimo básica dada por Dios (gratia habitualis) o simplemente como gracia auxiliadora (gratia adiuvans actualis). Por esta gracia santificante es elevado el hombre al nivel de la filiación divina y convertido en templo del Espíritu Santo y además esta gracia santificante es necesaria para que, con su ayuda preveniente (gratia preveniens), concoimitante (concomitans) y perfeccionante, el hombre pueda transformar la gracia habitual en los actos de la

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