Dragón Zombi Es Muy Fuerte
Enviado por japi1996 • 27 de Abril de 2014 • 4.894 Palabras (20 Páginas) • 226 Visitas
Sabemos que la muerte de Sócrates provocó una serie de obras de tipo apologético (apologías) y también acusatorio (kategoría), como la del sofista Polícrates. Entre las defensas o Apologías se pueden citar, la de Lisias( perdida), la de Platón y la Jenofonte. En siglos posteriores escribieron también Apologías sobre Sócrates: Teodectes de Faselis, Demetrio de Falero, Plutarco [1] y la declamación de Libanio.
Acerca de la Apología de Jenofonte, nadie dudó, en la antigüedad, acerca de sus autenticidad: Diógenes Laercio (II 57) la cita como suya, lo mismo que Ateneo (218 E). Será en la Modernidad, Willamowitz [2] quien la considere como inauténtica.
La obra fue escrita por Jenofonte entre el 394 y el 387. Parece que al escrito de Polícrates le siguió la defensa de Lisias y el capítulo 1º de los Recuerdos de Jenofonte. A continuación habría escrito Platón la suya, y ésta fue seguida por la de Jenofonte, en protesta, según Shanz, contra las libertades que se tomó Platón al componer su Apología. Como no había estado presente en el juicio, Jenofonte acude al testimonio de Hermógenes, amigo suyo y testigo de la muerte del maestro, como puede verse, incluso en el Fedón (59 b).
Jenofonte no pretende hacer un reportaje exacto del juicio, sino exponer la sublime actitud y altivo lenguaje ante el jurado de un Sócrates que estaba convencido que era un buen momento para morir (eukiría). Es esta una diferencia esencial con la Apología de Platón: allí Sócrates se enfrenta a la muerte a partir de su fe en una vida posterior (doctrina también presente en el Fedón). Jenofonte no habla para nada de este tipo de creencia, sino que afirma que Sócrates basaba su satisfacción en la idea de evitar los achaques de la vejez. Mientras que para Platón la muerte parece ser la consecuencia lógica y trágica del cumplimiento de una misión, para Jenofonte representa una meta deseable en sí.
La Apología de Jenofonte se puede dividir en tres partes:
1. La primera parte (1-9) viene a ser como una introducción a las palabras de Sócrates ante el tribunal. En ella, Jenofonte se propone explicar los motivos de su actitud altiva (megalegoría). Para ello, introduce un relator en la persona de Hermógenes. A través suya nos enteramos que Sócrates se niega a defenderse porque su vida entera ha sido una apología y porque su genio divino (daimon) se opone a que prepare su defensa. Además, Sócrates afirma que es un buen momento para morir.
2. La segunda parte (10-23) constituye la parte central de la Apología y en ella Sócrates realiza su discurso ante el jurado. Primeramente recuerda la doble acusación realizada en contra suya: Impiedad (asebeia) y Corrupción de la juventud. Sus afirmaciones relativas a las advertencias de la voz divina provocan las protestas y el malestar del tribunal. A tales protestas, Sócrates contesta que según el Oráculo de Delfos, él es el hombre más sabio y más justo de Atenas. Las protestas se agudizan aún más, siendo declarado culpable. Al mismo tiempo, se niega a proponer una pena alternativa a la muerte así como a evadirse cuando sus amigos se lo piden. Sócrates no está dispuesto a escapar a la muerte.
3. Hecha pública la condena, Sócrates toma de nuevo la palabra para señalar que no tiene conciencia de haber cometido ninguna de las faltas de las que se le acusa. Profetiza que la vergüenza será para quienes le han condenado injustamente. El futuro, señala, del mismo modo que a Palamedes, le hará justicia.
4. En la tercera parte (27-34), Sócrates abandona el tribunal con una mirada y una actitud muy serena, en concordancia con las palabras que acababa de pronunciar. Ante la aflicción de sus amigos, les recuerda la oportunidad de su muerte. Anécdota relativa a Apolodoro y severa advertencia de Sócrates respecto de Anito, con la predicción sobre el sombrío futuro de su hijo. La Apología finaliza con algunas observaciones de Jenofonte y un epílogo.
Primera parte (1-9)
Actitud de Sócrates ante su defensa
Creo que merece la pena recordar también con qué actitud deliberada reaccionó Sócrates, cuando fue citado a juicio, tanto en lo relativo a su defensa como ante su muerte. Es verdad que otros han escrito ya sobre ello, y todos han coincidido en la altanería [3] de su lenguaje, lo que demuestra evidentemente que es así como se expresó, pero una cosa no dejaron suficientemente clara, y es que había llegado a la conclusión de que para él la muerte era ya en aquel momento preferible a la vida; con esta omisión resulta que la altanería de su lenguaje parece bastante insensata.
Sin embargo, lo que ha contando sobre él su compañero Hermógenes, [4] hijo de Hipónico, explica que su lenguaje altanero se correspondía con su manera de pensar. En efecto, al ver que hablaba de toda clase de temas más que de su juicio, le preguntó: "¿No deberías examinar, Sócrates, los argumentos de tu defensa?". Y que Sócrates de entrada le respondió: "¿No crees que me he pasado la vida preparando mi defensa?". Y al preguntarle él: "¿Cómo es eso?", le respondió: "Porque a lo largo de toda mi vida no he cometido ninguna acción injusta, que es precisamente lo que yo considero la mejor manera de preparar una defensa".
Y al preguntarle Hermógenes de nuevo: "¿No ves cómo a menudo los tribunales atenienses, dejándose arrastrar por discursos persuasivos, han condenado a muerte a personas inocentes y como, en cambio, con frecuencia absolvieron a culpables, o bien compadecidos por sus discursos o bien porque hablaban adulándoles?". "Pero, ¡por Zeus!, respondió Sócrates, "es que dos veces que intenté examinar mi defensa se me opuso el genio divino" [5].
Y como él por su parte le contestara: "¡Qué cosas más raras dices!", Sócrates le respondió a su vez: "¿Te parece raro que también la divinidad crea que para mi es mejor que muera ahora? ¿No sabes que hasta el momento presente a nadie le reconocería haber vivido mejor que yo? Y, lo que todavía es más agradable, yo tenía conciencia de haber vivido mi vida entera en la piedad y en la justicia, de modo que, sintiendo por mi mismo una gran estima, me daba cuenta de que los que me frecuentaban experimentaban hacia mí el mismo sentimiento. En cambio ahora, si sigue prolongándose mi edad, sé que necesariamente tendré que pagar el tributo a la vejez, ver peor, oír con más dificultad, ser más torpe para aprender y más olvidadizo de lo que aprendí. Ahora bien, si soy consciente de mi decrepitud y tengo que reprocharme a mí mismo, ¿cómo podría seguir viviendo a gusto?",
Y Sócrates seguía diciendo: "E
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