El Pecado
Enviado por eddypelon • 16 de Abril de 2014 • 351 Palabras (2 Páginas) • 300 Visitas
El Pecado
November 4
2011
Los deseos inherentes del pecado volviéndose los del pecador.
El hombre transformado
EL PECADO
En el pecado el deseo es inherente y nato; El pecado es sumiso, no provoca contrariedad; el pecado es delicioso, lo recuerdas, lo anhelas y en tiempo de escasez se vuelve un manjar imaginario. Te esclaviza, sus grilletes son incorpóreos y no vacila te da lo que buscabas y te regalan su sentencia que es la muerte. Su fuerza no está en sus deseos, es ahuchada, una vez introducido en el alma el deseo te vuelves el predador que desea ardientemente sus placeres. Puedes darle tu espalda pero siempre te esperara a la puerta, es una meretriz siempre dispuesta y ataviada. Su única falta no es infidelidad, es nublarte el raciocinio de placeres y no recordarte que lo que pide en pago no es el dinero pero es prudente no lo rechaza, es el tesoro que tu espíritu da y lo cobra por momentos placenteros. Es fiel nunca te abandona te proporciona su aposento eterno, sabe que el mal le asecha y tiene miedo, tu eres su refugio su mampara que si logra que todos puedan compartir su destino Cree tener una efímera esperanza y oportunidad de salvarse, que si no lo lograra sabe que al menos no estará solo que junto a él gozaras y compartirás su desgracia. Eres su héroe, se protege en tus hombros, es indefenso y suspira su desesperación buscando tu brazo fuerte, no te dice sus temores porque no es egoísta, es sufrido y sacrifica todo por tus momentos de deleite, no desea que por insignificancia te perturbes. Las ahuchadoras, sus amigas, son listas saben del gozo, es natural en ellas, te proporcionan entrada y no te discriminan. Tienen poderes angelicales y conocimiento arcano, son sabias conocedoras y trabajan juntas, son inseparables pero nunca fornican. Son enemigas fieras de aquel que interrumpe los deseos de su amantes, se transforman en guerreras y se ensañan en contra de su enemigo, su elixir es verle derrotado para que el afán de sus amantes no sea robado por ese Jesucristo, (GN 4:6-7).
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