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Ensayo Sobre El Misticismo


Enviado por   •  24 de Febrero de 2014  •  14.004 Palabras (57 Páginas)  •  404 Visitas

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Ensayo sobre el misticismo

Una propuesta de salvación para el siglo XXI

Por

Pedro Luis Llera Vázquez

Octubre de 2013

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Advertencia

Antes de seguir adelante, quiero advertir a mis potenciales lectores que no soy

teólogo ni pretendo con este ensayo proponerme como maestro de espiritualidad. Yo no

soy mejor ni más santo que nadie: más bien al contrario. Soy un pobre pecador, lleno de

cicatrices de tantas caídas. Seguro que cualquiera que se ponga con paciencia a leer este

escrito será mucho más santo que yo: al menos, haciendo el esfuerzo de leer mi torpe

redacción, se está ganando el cielo. Lo poco bueno que tengo no es mérito mío, sino del

Señor que ha sido siempre generoso y bueno conmigo. Dios me ha mimado mucho a lo

largo de mi vida. Y también ha sido en ocasiones duro y me ha enseñado a base de

penurias y humillaciones. Todo se lo agradezco.

En cualquier caso, si algo bueno encontráis, agradecérselo a Dios. Y si hay algo

malo, atribuídmelo a mí y a mi torpeza.

Pido perdón si en algún momento alguien encuentra algo en lo que pudiera

apartarme un solo milímetro de la sana doctrina de la Iglesia. Desde este momento

declaro que estoy dispuesto a rectificar y a pedir humildemente perdón ante cualquier

aspecto, por pequeño que sea, en el que me pudiera separar del magisterio de la Santa

Madre Iglesia.

Yo sólo soy un pobre profesor de literatura y un católico de a pie, de los que van

a misa los domingos y poco más. Así que solicito antes de empezar la indulgencia del

lector. Si a alguien le puede proporcionar alguna luz, bendito sea Dios. Y si no, os pido

perdón por el tiempo que hayáis perdido.

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El siglo XXI o será místico o no será.

André Malraux

Ser un místico, hoy en día, puede entenderse como sinónimo de andar por las

nubes, de no pisar la realidad; y en el peor de los casos, de ser un “meapilas”. No está

de moda hablar de la mística porque en una sociedad materialista y pagana no hay sitio

para Dios.

En todo caso, el misticismo sólo se asocia con algo positivo para este mundo

cuando se trata de ese pseudo-budismo, con música de Enya de fondo, que nos evoca el

Tíbet o la India, con su exotismo; o con los rastafaris y su flipe, ciegos de porros: muy

New Age. El misticismo que está de moda es el que predican los gurús en sus clases de

yoga o de meditación transcendental: una mierda de misticismo que evade de la realidad

hacia un nirvana en el que uno ni siente ni padece. No es de este tipo de misticismo del

que me propongo escribir, sino sobre el auténtico misticismo cristiano.

Cuando escribo estas líneas, los católicos celebramos la fiesta de una de nuestras

más insignes santas: Santa Teresa de Jesús. Teresa de Ávila es una de las cumbres del

misticismo en España y en el orbe católico y doctora de la Iglesia para más señas. En

marzo de 2015, la Iglesia celebrará el quinto centenario de su nacimiento. Por eso me

parece un buen momento para reivindicar la mística: la de la santa de Ávila y la de san

Juan de la Cruz, especialmente.

Lo que pretendo plantear en este ensayo es la necesidad de recuperar una

auténtica mística católica como camino para regenerar la sociedad española y occidental

en este siglo XXI que nos ha tocado vivir. “El siglo XXI será místico o no será”. Pero,

¿qué es y por qué es importante la mística para el siglo XXI? ¿Hay sitio para Dios en

nuestro tiempo? Sólo Dios nos salva.

Principio y fundamento

"El hombre es criado para alabar, hacer

reverencia y servir a Dios nuestro Señor”

Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola

El punto de partida es la fe. Sin fe en Jesucristo, obviamente, no hay mística

cristiana. La fe es un don de Dios que recibimos a través de la Iglesia por el bautismo y

por la palabra y el testimonio de vida de quienes nos precedieron en la Historia de la

Salvación. Por el bautismo, nos incorporamos al cuerpo místico de Cristo: la Iglesia. La

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familia y los catequistas te van enseñando lo que significa ser seguidor de Cristo. Y los

sacramentos van alimentando y fortaleciendo esa fe.

Pero una fe madura y auténtica implica una experiencia personal de encuentro

con Nuestro Señor, porque Cristo vive: es contemporáneo nuestro y no un personaje

histórico más entre tantos otros. Jesús murió en la cruz, pero resucitó y podemos

encontrarnos con Él a través de la oración, de los sacramentos y del servicio a los más

pobres: en la humillación, la soledad y las llagas de los desheredados podemos seguir

viendo y tocando la humillación, la soledad y las llagas de Cristo.

El principio y fundamento de la fe es reconocer que he sido creado por Dios por

amor. Soy importante para Dios. Él me quiere porque soy yo y no hay otro como yo:

soy único e insustituible para Dios. Él me quiso desde antes de que naciera, desde antes

incluso de estar en el seno materno y me dio la vida para que, con ella, le diera gloria y

alabanza. Se lo dice Dios a Jeremías con palabras que nos podemos aplicar a cada uno

de nosotros:

Entonces me dirigió Yahvé la palabra en estos términos: Antes de haberte formado yo

en el vientre, te conocía; y antes que nacieses, te tenía consagrado. (Jer. 1).

Y es la experiencia del salmista:

Tú creaste mis entrañas,

me plasmaste en el seno de mi madre:

te doy gracias porque fui formado

de manera tan admirable.

¡Qué maravillosas son tus obras!

Tú conocías hasta el fondo de mi alma

y nada de mi ser se te ocultaba,

cuando yo era formado en lo secreto,

cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

Salmo 139 (138)

¿Qué hace Dios para acabar con los males y las calamidades de este mundo?

¿Por qué Dios no hace nada para terminar con tanto sufrimiento, con tanto pecado, con

tanto dolor como hay en este mundo? La respuesta a estas preguntas resulta

relativamente sencilla desde la fe: Dios nos ha dado la vida a nosotros para que seamos

santos y pongamos belleza, bien y verdad allí donde abunda el horror, el mal y la

mentira; para que seamos cauces del amor y de la misericordia de Dios para quienes

más lo necesiten. Cada uno de nosotros somos la respuesta de Dios a las necesidades de

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