Ensayo sobre el ateísmo
Enviado por Adrián Bolaños • 29 de Mayo de 2016 • Ensayo • 1.748 Palabras (7 Páginas) • 485 Visitas
De entre tantos temas posibles de los que pude haber hablado, me decidí por el ateísmo, por su gran controversia y porque es un tema del cual hay mucho qué aprender.
La principal razón por la que hay mayoría de creyentes es que la sociedad inculca las creencias desde que somos pequeños, cuando tenemos todavía poca autonomía y libre pensamiento. Lo reconozco, yo pasé 12 años de mi vida no cuestionándome lo que la sociedad por siempre me había hecho creer, hasta que me percaté que yo no necesito una creencia ni una religión para ser próspero. Y esto es lo que quiero que hagan ustedes, lectores, al despegar la vista del monitor, al final de este texto: cuestionarse sus creencias para concluir si su fe es real, o todo es porque la sociedad lo inculcó.
El ateísmo es el rechazo a la creencia en la existencia de uno o más dioses. En sentido estricto, es la postura que no existe ningún dios. Por extensión, es la ausencia de creencia en que exista algún dios. Se opone al teísmo, que en su forma más general afirma la existencia de al menos una deidad. El término ateo etimológicamente deriva del latín athĕus y este del griego ἄθεος, que significa ‘sin dios(es)’.
Sería capaz de considerar mi ateísmo como un problema. Me sulfura sobremanera una situación medianamente recurrente en referencia a mi no-creencia. Cuando yo estoy con mis amigos, y por una razón aleatoria surge este tema, razonablemente yo hago pública mi postura entre ellos. Lo que procede a suceder son ellos insultándome, dándome “razones” para regresar al catolicismo y considerando que yo poseo nulos argumentos para explicar mi ateísmo, cuando en realidad sí los tengo, y los externo con vehemencia a quien cuestione lo cuestione.
Me parece una ironía que muchos creyentes, cuando descubren mi opinión religiosa, me llamen loco, anormal, blasfemo, profano, y una sarta de insensatos adjetivos más. Y lo considero irónico porque, finalmente, ellos son quienes creen en un ente sobrenatural del cual no hay evidencias certeras de su existencia.
He fabricado dos explicaciones. La primera es que para ellos soy un loco porque no creo en su Dios; pero, de acuerdo a ellos mismos, no pueden ser llamados locos por creer en lo sobrenatural, porque son mayoría. Ellos afirman la existencia de Dios, sin siquiera tener las suficientes pruebas, pero yo no las debo de negar. Sería más sensato negar algo que ni siquiera tiene pruebas concisas para su afirmación.
No entiendo cómo los creyentes son tan porfiados para admitir que lo que ellos suelen afirmar no se puede considerar mayor a unas simples teorías. Un argumento recurrente en los católicos carentes de comprensión es “Si Dios no creó el Universo, ¿entonces quién?” La respuesta es simple: no lo sé. Y no voy a afirmar con brío que la TEORÍA del Big Bang (como ellos lo hacen con sus creencias) porque, hasta el momento, no es comprobable al ciento por ciento, y esto es lo que deberían hacer los creyentes en general. Al final de todo, sea científica o religiosa, es una teoría, y no pasa de esto. Se les asigna el nombre de “creencias” por esta misma razón, son incomprobables de formas palpables.
La segunda explicación se aproxima más al plano terrenal. Los creyentes (de cualquier religión) existen en una sociedad en mayor cantidad que los ateos y/o agnósticos, y, como se considera generalmente, lo que existen en más cantidad es lo “normal”. Cuando alguien decide ir en contra de los estándares sociales, es considerado anormal. Pero, ¿qué es normal? ¿Acaso una sociedad donde todos sus integrantes cometan asesinatos sería normal? A partir de aquí, la respuesta a la segunda teoría que yo fabriqué es simple: soy insultado por ir contracorriente de la sociedad, lo cual no representa algo más que la intolerancia de la gente.
Yo me convertí en ateo aproximadamente hace 2 años. Tal vez mis razones no serán numerosas, pero de lo que sí estoy seguro es que son coherentes.
Yo no necesito creer en divinidades, soy independiente y no necesito el apoyo de un ente sobrehumano; yo soy mi propio dios. Y ciertamente, en mi tiempo de ateo no puedo quejarme de haber necesitado alguna vez a Dios, pues he tenido éxito, y si alguna vez me sucedió un suceso desagradable, este fue inducido por formas terrenales.
Tener una creencia básicamente es una forma de autoengaño por una realidad que no podemos asumir. Es un mecanismo de defensa psicológico sin el cual muchas personas tendrían una vida traumatizada al no poder dotarla de sentido. Y el miedo es la base de todo esto. El miedo a darnos cuenta de nuestra finitud existencial; a percatarnos que nuestro destino no está prescrito, sino que puede cambiar en cualquier momento; a reconocer que al perecer llega nuestro final, que no habrá reencarnación ni segunda vida después de la muerte. Pero la gente gusta tener la certeza de que existe la esperanza de una vida en el Paraíso sin sufrimientos, donde todo es felicidad y amor; no se quiere afrontar la verdad de que nada de esto es real y que la felicidad es fabricada por nosotros mismos.
Esto no causa ningún problema mientras sea restringido al ámbito personal. Pero si la seguridad requerida es mayor, esto se torna en fanatismo y a su vez
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