Formar a jesus
Enviado por juaneudes • 31 de Mayo de 2017 • Ensayo • 2.952 Palabras (12 Páginas) • 256 Visitas
Congregación de Jesús y María[pic 1][pic 2]
Provincia de Venezuela
Secretariado de Pastoral Eudista
“FORMAR A JESÚS”
Material para la formación. Convivencia misionera carnaval 2017.
Tomado de: P. TORRES FAJARDO, Alvaro. Cjm. Dossier de reparación de la 66 Asamblea General de la CJM. Doc. No.1
La formación de Jesús en el Evangelio
Siguiendo el consejo de san Juan Eudes para leer la Palabra de Dios, metámonos en las escenas del Evangelio no solo como curiosos sino como destinatarios percibir su frescura, para dejar a Jesús entrar en nuestras vidas y para configurarlas con él.
El primer y fundamental referente de la "formación de Jesús" está en los Evangelios: Jesús de Nazaret vinculó a sí una comunidad discipular "para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3,14). Al mismo tiempo que los evangelios narran a Jesús, también acompañan el proceso de formación de estos discípulos que , a partir de la Pascua, cumplirán la misión apostólica. En nuestras Constituciones, esta perspectiva de la formación de Jesús está puesta en el centro de nuestra identidad y de nuestra dinámica espiritual y nos invitan a no perderla de vista:
"Los Eudistas quieren continuar y completar en sí mismos las vida de Jesús" (Const. 2).
"Jesús, el Hijo de Dios, ha querido compartir la condición humana para revelar al mundo la llegada del Reino de Dios. Reunió a su derredor a los doce para hacer de ellos sus compañeros y enviarlos. Unidos a Cristo como miembros s su Cabeza los Eudistas se reúnen en comunidad fraterna, a la manera de los Apóstoles, y ponen su alegría en 'hacerlo vivir y reinar' en el corazón del mundo" (Const. 12, y Cfr. Const. 65).
Con el fin de retomar este camino de formación, apreciando las líneas fuerzas y los matices tan sugerentes de este tema que tiene tanta riqueza, invitamos a hacer una inmersión serena y orante en el Evangelio. La escucha y encarnación de la Palabra del Evangelio está en el centro de nuestra espiritualidad. Proponemos una lectura del evangelio de Marcos captando algunos hitos fundamentales de la acción formadora de Jesús en los discípulos.
1. Quién es Jesús, formador de discípulos
Los dos primeros capítulos nos presentan a Jesús. Una vez enunciado que es el Mesías y el Hijo de Dios (1, 1) la voz de un profeta, Juan Bautista, y la revelación del Padre nos dicen que es el enviado y el Mesías salvador, que ese enviado es el Hijo del Padre. El Espíritu lo acredita tal (1, 2-8). Pasada la experiencia orante con su Padre Dios en el desierto sale y pronuncia su pregón inicial. Llegó la hora de Dios, conviértanse y crean (1, 9-15).
Al iniciar su misión lo primero que hace es buscar y comprometer colaboradores. Su misión los necesita. Los encuentra en el lago. Son hombres adultos, trabajadores, ocupados, con nombres propios: Simón, Andrés, Santiago, Juan. De una vez les lanza el desafío que va a cambiar del todo sus vidas, su entorno, su faena. El lector del Evangelio tiene ya una primera información de Jesús. Los hombres del lago no la tenían. Están ante lo impensado. Lo no planeado. No es una invitación sino un mandato. El imperativo: Síganme es digno de ser urgido. Sin pedir explicaciones, sin adelantar condiciones, cautivados por su persona, se van con él. A partir de ese momento Jesús no está solo, ni sus primeros seguidores están solos: Jesús con ellos siempre, ellos con Jesús. Menos en dos momentos: cuando se van a la misión; en ese lapso el evangelista no cuenta nada de Jesús, narra la suerte de Juan Bautista. Y durante la pasión y muerte. Debe enfrentarlas solo. Los discípulos lo harán después.
Los discípulos son luego testigos de la misión de Jesús en el día de Cafarnaúm. La palabra y la acción de Jesús invade todos los espacios de la vida del hombre: el sagrado en la sinagoga; su vida propia en la casa de Pedro; su vida social en la plaza pública. Pero el que los llama tiene una referencia propia: el Padre Dios. Se adentra en su misterio por la oración personal. Pero para los discípulos ya es imprescindible. Simón le dice: Todos te buscan (1, 2l-39). Contemplar a Jesús que obra y llena su vida y la del hombre del proyecto divino es esencial en la formación. Vienen luego cinco episodios reveladores del misterio de Jesús. Crean interrogantes sobre Jesús. Palabras sugerentes que nos lo presentan como presencia personal de Dios en el mundo, algo totalmente nuevo (2, 1-3, 6).
2. La elección de los discípulos
Para Jesús es la hora de llamar y comprometer. Hasta ahora los cuatro discípulos iniciales, a los que se agregó Leví, han oído, han visto, han sido invitados a leer los acontecimientos y sacar sus conclusiones. El escenario es solemne, vívido. Siguiendo el consejo de san Juan Eudes para leer la palabra de Dios, metámonos en la escena no solo como curiosos sino como destinatarios.
Jesús sube a la montaña; es el encuentro con el Padre Dios que funda lo que sigue: llama en nombre del Padre, y se fueron con él. Los llamó apóstoles: enviados, es su nuevo ser. Y les fijó un objetivo en dos dimensiones inseparables: estar con él y enviarlos a predicar. Primero, experiencia personal, íntima de Jesús. Dejarlo entrar en la vida (rasgo muy eudista). Segundo, consiguientemente ir a la misión. No se puede hacer lo uno sin lo otro.
Previo a la misión es ese penetrarse de Jesús, de su palabra, de su vida. No se puede ser verdadero apóstol si no hay ese primer paso. Pero el que ha hecho esa experiencia no puede no hablar de Jesús con amor y entusiasmo ("Corde magno…")
Son doce: son una totalidad, encierran todo un pueblo, la gran nueva familia de Dios en Jesús. Y luego doce nombres: qué bueno ponderar esos llamados. No los llamó porque eran santos sino para que lo sean. Conoce sus defectos, van a incidir en su vida, pero no los descarta por eso (3, 13-19).
3. La obra formadora
Primero, saber a quién siguen. No se trata de un fanático desquiciado (3, 20-21) ni de un endemoniado (3, 22-30). Su obra es nueva. Forma una nueva familia, la de la voluntad divina, la del plan salvador, a la cual todos están llamados a entrar, primero María (3, 31-35). Jesús da inicio a su obra formadora. Usa dos medios: la Palabra y el acompañamiento misionero. La palabra: dice varias parábolas en las que revela el Reino. ¿Qué es el Reino?. Derivarlo de lo que Jesús dice. Benedicto XVI ha dicho: “Es Dios mismo que entra en nuestro mundo”. No es un organismo, no es una empresa, es la acción salvadora de Dios, histórica, en la persona de Jesús que culmina en su muerte y resurrección”. Sembrado por Dios en el corazón del discípulo, ese reino está llamado a dar fruto abundante; hace del discípulo una luz para el mundo; no es obra del discípulo sino de la semilla que lleva en sí su propio dinamismo, acción de Dios en el discípulo; semilla de mostaza llamada crecer y dar cobijo. El discípulo es trabajado por el Señor; semilla que crece y da fruto por acción divina en el hombre (4, 1-33). Pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo: ¿Cómo estar hoy como discípulo en esa escuela de Jesús? El dinamismo de la palabra es medio formador.
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