La Libertad Humana Y La Moralidad De Los Actos
Enviado por alebaumer • 1 de Febrero de 2012 • 1.866 Palabras (8 Páginas) • 997 Visitas
"Dios mío ¿qué hago? ¿por qué estoy en esta situación?... ¡Maldita sea! Ya me equivoqué, ¿por qué diablos te hice caso?": En éstas u otras palabras, son las clásicas interrogantes y exclamaciones que a diario nos formulamos antes o después de llevar a cabo una conducta.
Sin embargo, las decisiones, determinaciones, elecciones ó designaciones que realizamos no siempre sabemos de qué están precedidas, si es acaso de la maravillosa libertad de qué hemos sido dotados los humanos ó si es de una ley inmutable que
ya sabe de antemano lo que sucederá.
¿Realmente existe la libertad? Sin duda, el desentrañamiento de este tema ha sido motivo de discusión entre filósofos de todos los tiempos, motivo por el cual –aún no sé si libremente- decidí plasmar en estas líneas mi respectivo análisis, el cual (reconozco), es demasiado ligth comparándolo con los profundos estudios de Sartre, de Hegel, de Kant, del Barón d’Holbach o de Hartmann, por mencionar algunos.
No obstante ello, la complejidad de abordar este tema no debe ser motivo de susto o declinación para quien desee hacerlo, pues para cualquiera que lo intente resultará provechoso tratar de sumergirse, aunque sea superficialmente, en las profundidades del mismo. Seguro estoy que a la salida se estará lo suficientemente empapado de información como para poder formarse una opinión propia al respecto, por lo menos.
Así, conocer si somos libres o no, o mejor dicho, conocer si podemos ser libres o no, creo que es lo menos que como
individuos pensantes podemos hacer. Saber si lo que hemos realizado desde que usamos la razón o lo que tenemos planeado realizar como proyecto de vida, fue o será producto del ejercicio de nuestra libertad o tristemente resultado del movimiento de los hilos que Dios, el destino, la naturaleza o como suela llamársele haga de nuestra vida – marioneta. He aquí la importancia de saber si existe la libertad.
Y precisamente, en la búsqueda de tal conocimiento se habrá de topar siempre con un principio llamado "de causalidad", postulado que por siglos se había aplicado a las ciencias naturales y que en estos días se ha extendido al campo de las ciencias sociales para poner sobre relieve que la actividad humana, ya sea su modo de pensar, de sentir, de actuar, de organizarse política y socialmente, de comportarse moralmente, de todo cuanto haga se halla sujeto a causas.
Porque sinceramente sería muy fácil decir que la libertad existe en cuanto que no sufrimos coacción externa o interna de alguna clase y San se acabó. No. La libertad es mucho más que eso. Hasta este punto lo único cierto es que se vive en un mundo causalmente determinado y la incógnita por descifrar es si la libertad y su existencia es compatible o no con este infinito causalismo: Si me gustara la medicina no hubiera estudiado derecho, y si no hubiera estudiado derecho tal vez me preocuparan más otros temas, y si me preocuparan más otros temas quizá nunca hubiera escrito este ensayo, etcétera, etcétera. Por algo sigo creyendo que mi conducta si está causalmente determinada en cierto grado.
Ojeando un poco las distintas corrientes filosóficas, sobresalen tres posturas fundamentales que tratan de esclarecer cómo en un mundo sujeto a relaciones de causa – efecto, existe la libertad. Dichas posiciones son las siguientes: un determinismo absoluto, un libertarismo absoluto y por último, un determinismo compatible con cierta libertad, con la cual estoy de acuerdo. Analicémoslas.
El determinismo absoluto afirma que si la conducta del hombre se halla determinada, no cabe hablar de libertad. El hecho de que la decisión para realizar una conducta sea el efecto de una causa, significaría que tal decisión no es libre. Por lo tanto, para esta corriente la elección libre se revela como una ilusión, ya que en verdad no hay tal libertad de voluntad. En pocas palabras, no soy yo quien elige propiamente, sino que son las causas las que eligen por mi.
Ahora bien, aunque el determinismo absoluto despegue de una tesis válida en cuanto que todos los actos humanos están sujetos a causas, de ello no se deduce que el hombre sea un simple efecto o títere de las circunstancias que determinan su conducta. Por el contrario, al tomar conciencia de tales circunstancias, los humanos pueden decidir actuar en cierta forma, y dicha decisión, puesta en práctica, se convierte, a su vez, en una causa que vuelve a influir sobre las condiciones dadas.
Es decir, al ver la relación causa – efecto en una sola dirección, y no lograr entender que el efecto puede convertirse, a su vez, en causa, la postura del determinismo absoluto falla en no comprender la situación especial que dentro del contexto universal posee el hombre, como ente consciente y práctico, o sea, como un ente que se comprende a si mismo y comprende al mundo que lo rodea, al mismo tiempo que lo transforma prácticamente en forma consciente.
De esta manera, por estar dotado el hombre de conciencia, puede llegar a conocer la causalidad que lo determina, y actuar en forma consciente, convirtiéndose así en un factor causal determinante. Sólo así el hombre deja de ser un simple efecto para convertirse en una causa conciente y libre de si mismo y de sus actos.
Luego, frente al determinismo absoluto que niega la existencia de la libertad, se levanta una postura contraria denominada libertarismo, la cual prescribe que ser libre significa elegir y actuar de la forma que se quiera, es decir, poder comportarse de manera distinta de cómo se ha hecho si así se hubiese querido o elegido. Ello significa que se tiene una libertad de decisión y de acción que escapa a toda determinación causal.
Se observa claramente como el libertarismo niega el principio de que todo se halla determinado causalmente, pues conforme a su postulado es
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