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La Medalla De Oro De Katya


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2012  •  25.919 Palabras (104 Páginas)  •  730 Visitas

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LA MEDALLA

DE ORO DE KATYA

La Medalla de Oro de Katya

Capítulo 1

La niña de los gansos

Observar gansos es aburrido —refunfuñó Katya, de nueve años, mientras balanceaba los pies descalzos en el río.

A Katya le gustaba visitar a sus abuelos paternos, baba (abuela) Katya y dido (abuelo) Vania por el verano, pero no le gustaba tener que cuidar a los gansos de baba Katya.

Las grandes aves grises y blancas graznaban suavemente mientras picaban las malezas en la pradera al lado del río. Eso no era para nada interesante. Había cuidado a los gansos desde que eran pequeños, y si no veía nunca más un ganso en su vida, sería feliz.

Las aves la odiaban. Especialmente el líder. Con frecuencia la picoteaba con su pico duro, y le hacía doler. No le gustaban las aves más de lo que las aves la querían a ella.

Katya se dio vuelta para mirar el paisaje típico del final del verano en Ucrania. Más allá del río veía trigales dorados, praderas y el pueblo en el que vivían sus abuelos. Hacia la derecha podía ver personas moviéndose en los campos de la granja cooperativa. Bueno, no había mucho más que eso. Sacó dos pequeños autos de su bolsillo y trató de hacer una ruta para ellos en el pasto espeso, pero los autos se atascaban entre las hierbas. No podía hacerlos andar más que algunos centímetros. Además, no era divertido jugar sola. Deseaba que su perro, Hipka, estuviera allí. Él pondría rápidamente en su lugar a los gansos. Y podría jugar con él.

Disgustada, puso los autitos en su bolsillo de nuevo. Tiró algunas piedras. Hizo una trenza de tallos de hierba y la ató en la punta de un palito. Luego balanceó la trenza en el agua, tratando de agarrar algún pez. Vio uno, pero pasó nadando sin siquiera mirar la trenza. Katya tiró el palito a un lado. —¡Gansos estúpidos! —exclamó. El ganso líder se molestó por su exclamación y corrió hacia ella, siseando con las alas extendidas. Katya se apartó de su camino.

— ¡Vuélvete! ¡Aléjate de mí! —Exclamó Katya—. ¡Si baba Katya quiere que alguien los vigile, puede vigilarlos ella misma! Voy a buscar a alguien con quien jugar. Se bajó el arremangado del pantalón y fue saltando hacia el pueblo en el que vivían sus abuelos. Se dijo a sí misma que estaba feliz de haber dejado a los gansos. Eran aves estúpidas.

Pero muy adentro sabía que estaba mal. Baba Katya confiaba en que ella cuidaba a los gansos.

¿Y si un zorro llegaba y se comía uno? ¿O un lobo? Un lobo podía comer varios gansos de una vez. Baba Katya contaba con esas aves a fin de obtener el dinero que necesitaba para comprar provisiones para el invierno.

Katya amaba a su abuela. No quería que pasara hambre este invierno. Tal vez estaba mal irse. Tal vez...

— ¡Katya!

Katya se dio vuelta rápidamente cuando escuchó su nombre. Eran Frozina y Annychka, sus dos amigas del pueblo, que corrían hacia ella por la verde estepa.

— ¡Hola, Frozina! ¡Hola, Annychka! ¿Qué están haciendo aquí? ¿No deberían estar vigilando los gansos de sus madres?

— ¡Oh, gansos! —Escupió Frozina—. Aves estúpidas. Las dejamos para que se cuiden a sí mismas.

Exploradores 3

La Medalla de Oro de Katya

—Pero... ¿y si les sucede algo? —preguntó Katya.

—Nunca les sucede nada —declaró Annychka—. ¿Vas a jugar con nosotras o no?

—Sí. Por supuesto que voy a jugar —los miedos de Katya por los gansos se evaporaron ante la seguridad que le dieron sus amigas.

—¿A qué podemos jugar? —Preguntó Frozina—. ¿Ju-gamos a la casita?

— ¡No! Juguemos a los autos —instó Katya sacando tres pequeños autos de su bolsillo.

—¿Ven? Tengo uno para cada una. Podemos construir una ruta y correr carreras. Annychka miró a su alrededor a la pradera.

—¿Cómo podemos construir una ruta aquí? —preguntó.

—Iremos hacia el río. Hay mucha tierra bajo el puente —le dijo Katya.

Así que las niñas se dirigieron hacia el puente de madera. Pronto habían alisado una "ruta" larga y alineado sus autitos para la carrera.

—¡Preparados! ¡Listos! ¡Ya! —gritó Katya, y las tres comenzaron a correr agachadas, empujando sus autos. De repente, Frozina viró bruscamente hacia su izquierda y chocó contra Katya. Katya se cayó hacia el costado, empujando a Annychka.

— ¡Hiciste eso a propósito! —gritó Katya. Frozina se rió.

—Qué lástima. Perdiste —gritó mientras seguía corriendo—. ¡Gané!

El rostro de Katya se puso rojo de furia. Poniéndose de pie de un salto, se abalanzó hacia ella. Frozina palideció al ver a su amiga enojada arremeter contra ella. Se dio vuelta para correr,

pero era demasiado tarde. Katya saltó sobre la niña, haciéndola caer al suelo y golpeándola con

sus puños.

— ¡Hiciste trampa! ¡Hiciste trampa! —gritaba Katya. —¡Detente! ¡Detente! —sollozaba Frozina con sus manos frente a su rostro para protegerlo; pero Katya no se detenía.

Annychka tiró de la chaqueta de Katya. —Katya—rogó—. Detente. Por favor, detente. Katya se enderezó, todavía sentada sobre Frozina. —Di que lo lamentas —ordenó. —Yo... yo lo... lo lamento —Frozina tragó saliva. —Está bien, entonces —dijo Katya poniéndose de pie— . Pero no hagas trampa nunca más —le advirtió sombríamente—. La próxima vez no te voy a dejar ir tan rápido.

Frozina asintió. Levantó su auto con cuidado y las tres niñas comenzaron a jugar de nuevo. Se olvidaron de la pelea rápidamente mientras amontonaban tierra para hacer caminos. Clavaron ramitas como si fueran árboles y utilizaron montones de pasto como casas.

Después de un rato hicieron de cuenta que los autos eran vehículos militares de países en guerra. Estuvieron un buen rato atacando los vehículos de las demás.

Cuando se cansaron de ese juego se sentaron junto al camino tratando de pensar en otro juego.

—Ya sé —dijo Frozina después de que estuvieron sentadas un rato—.

...

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