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La Teología bíblica De La Sexualidad


Enviado por   •  17 de Marzo de 2014  •  1.653 Palabras (7 Páginas)  •  268 Visitas

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La teología bíblica de la sexualidad

Los dos relatos de la creación al inicio del Génesis (1:1-2:4a; 2:4b-25) dan un lugar prominente a la sexualidad. Cuando el relato sacerdotal describe la creación humana a la imagen y semejanza de Dios, agrega que “hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27). De eso entendemos que la condición sexuada, tanto de la mujer como del hombre, pertenece a la esencia de la imagen de Dios en el ser humano. En seguida el Creador pronuncia su bendición sobre esa sexualidad y da un mandamiento sexual: “Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla” (1:28). Es obvio en estos textos que la práctica sexual, única manera de procreación humana, pertenece al plan de Dios y su perfecta voluntad para la humanidad.

Es importante insistir en que según este relato, la sexualidad existe antes del pecado y totalmente aparte del pecado. Es más bien la intención pura y original del Creador. Además, según la Biblia, el sexo no tuvo nada que ver con el origen del pecado en la humanidad. El relato de Génesis refuta dos de los “mitos” que creen muchas personas: que la sexualidad comenzó con la caída en pecado, y que el trabajo fue castigo por la desobediencia. Al contrario, la bendición y mandamiento de Génesis 1:28 sitúa la procreación sexual dentro del mismo orden de la creación, y el contexto (1:26—30) implica que el trabajo también antecedía al pecado. El segundo relato lo hace explícito: Adán, aun antes de desobedecer, está llamado a labrar la tierra y guardarla (2:15).

Ni el sexo ni el trabajo comenzaron con el pecado. La sexualidad, en el estado de inocencia que describe el Génesis, era pura y perfecta; el sexo en sí, en todas sus dimensiones, es santo. Lo que el pecado introdujo fue el desorden (3:13,16), el abuso del sexo, el usar la otra persona en vez de amarla. En forma parecida, la esencia del trabajo humano en el plan de Dios era creatividad y libertad, a la imagen del mismo Creador. El pecado cambió el trabajo de creatividad a fatiga y carga pesada.

Mientras el primer relato de la creación relaciona la sexualidad con la procreación, el segundo lo enfoca en términos del amor, el compañerismo, y la solidaridad de la pareja. En esta versión, muy diferente del primer capítulo, Yahvé crea primero a Adán de la tierra (hebreo Adamah) y le prepara un huerto (2:7-8). Pero por primera vez en la Biblia se dice que algo no está bien: “No es bueno”, dijo Dios, “que el hombre esté solo” (2:18). El ser humano es un ser social, creado para el compañerismo con otros seres humanos. Entonces, con un simbolismo curioso, frente a la soledad de Adán Dios crea los animales. Dios los lleva a Adán, quien les da nombre (2:19). “Sin embargo, no se encontró entre ellos la ayuda adecuada para el hombre” (2:20). A continuación, Yahvé crea a la mujer del mismo ser del hombre. Igual que antes, Dios la lleva a Adán y Adán le da nombre (mujer, ishá). Ahora ha aparecido la compañera para hacer completa la vida humana sobre la tierra, y Adán la declara “hueso de mis huesos y carne de mi carne” (2:23). En el perfecto designio de Dios, “los dos se funden en un solo ser” (2:24) y ninguno sentía vergüenza de su desnudez (2:25). Llama la atención que todo este relato yahvista se concentra en la relación humana como realización y comunidad de la pareja, sin la menor referencia a la procreación de hijos e hijas.

Otro texto que destaca, mucho más eróticamente, la relación de pareja es Cantar de los Cantares. Es un drama muy sensual, sin pudores ni tabúes, sobre el amor apasionado de la sulamita y su muy enamorado novio. Los primeros renglones introducen el tono de intenso deseo físico que caracteriza todo el libro. Dice la sulamita a su amado:

Sucesivos pasajes describen con gran detalle la belleza del cuerpo femenino (4:1-5; 6:5-12; 7:1-9) y del masculino (5:10-16). Hay invitaciones a encuentros amorosos en el jardín, en la alcoba, y en el campo. Y lo sorprendente en todo este largo poema es que nunca relaciona el amor erótico con la familia ni con los hijos. El amor sexual, con todos sus anhelos y deleites, se trata en Cantares como un valor en sí mismo, que no necesita ninguna otra justificación.

En ese aspecto, el Cantar de los cantares puede verse como un extendido comentario sobre la palabra “bueno” en el primer capítulo del Génesis. Cuando Dios bendice la sexualidad humana, y ordena la práctica sexual de la pareja, está bendiciendo el mismo proceso de deseo y deleite que se experimenta también hoy. El relato implica que todo el sistema fisiológico de la sexualidad fue creado bueno y santo por nuestro Dios, antes de que mediara el pecado. Todo el sistema nervioso asociado con la experiencia sexual, las diversas zonas erógenas del cuerpo, las hormonas y las glándulas

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