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Manual de fe y mundo contemporaneo


Enviado por   •  20 de Febrero de 2017  •  Resumen  •  41.574 Palabras (167 Páginas)  •  237 Visitas

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Universidad La Salle Noroeste

Fe y Mundo Contemporáneo

6to. Semestre

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN    ………….…………………………………………………………………………..            2

DESCRIPCIÓN DE LA VIVENCIA PERSONAL RELIGIOSA  …….………………………..          6

I.  ¿EXISTE DIOS?

 1.1.DIOS COMO PROBLEMA

1.2. DIOS COMO CONCEPTO

1.3. LA IDEA DE DIOS HOY

1.4. DIOS Y LA LIBERTAD

1.5. ¿EXISTE O NO?

1,6 ¿QUÉ CON EL MAL?

II. ¿NECESIDAD DE DIOS?

2.1. INVITACIÓN A LA FE

2.2. LA AFIRMACIÓN DE DIOS

2.3. LAS TRAMPAS DE LA FE (DOMÍNGUEZ MORANO)

III. ¿PARA QUÉ DIOS?

3.1 CONSECUENCIAS DE LA FE

3.2 FE COMO GUÍA

CONCLUSIÓN   …………………………………………………………………………………….  103

BIBLIOGRAFÍA  ……………………………………………………………………………………. 104

INTRODUCCIÓN

Si viniera alguien de otra época en una máquina del tiempo a realizar una descripción del ser humano de comienzos del siglo XXI sin duda alguna describiría al ser humano como un ser hecho para producir y consumir, en donde sus preocupaciones preponderantes son la eficacia y eficiencia en sus medios de producción empleando para ello tecnología de vanguardia donde adquiere una especial relevancia la investigación científica, y en donde la mercadotecnia le dicta como imperativo categórico al hombre de hoy qué debe consumir para ser una persona del momento.

Pero surge una pregunta radical, ¿en realidad esto es el hombre? ¿Acaso la esencia del hombre radica solo en su  ciclo vital y en eso consiste la plenitud de la existencia humana: nacer (en caso de no estorbar), crecer, producir, consumir, reproducirse y morir? ¿Es todo lo que define a la existencia humana? ¿Es posible que todas las inquietudes de la persona sean resueltas por productos factibles de encontrar en el mercado para ser adquiridos y consumidos por la cada quién?

Paul Tillich describe la situación del hombre actual de la siguiente manera:

“Existen numerosos análisis del hombre actual y de la sociedad moderna. Pero la mayoría de ellos no pasan de ser una diagnosis de las características más notables, y sólo pocos consiguen encontrar una clave para la comprensión de nuestra actual situación. Aunque no es ello cosa fácil, quisiera yo intentarlo y comenzar con una afirmación que, de momento, podrá parecer ininteligible: el elemento decisivo en la actual situación del hombre occidental es la pérdida de la dimensión de profundidad. «Dimensión de profundidad» es una metáfora espacial; ¿qué significa cuando se la aplica a la vida espiritual del hombre, y se dice que es algo que éste ha perdido? Significa que el hombre ha perdido la respuesta a la pregunta por el sentido de su vida, la pregunta por el de dónde viene y a dónde va, la pregunta por lo que hace y debe hacer de sí en el breve espacio entre nacimiento y muerte. Estas preguntas no encuentran ya respuesta alguna; más aún, ni siquiera son planteadas cuando se ha perdido la dimensión de profundidad Y esto es precisamente lo que ha acontecido en nuestra época. Nuestra generación no tiene ya coraje para plantearse tales cuestiones con la incondicional seriedad con que lo hicieron generaciones pretéritas; y tampoco tiene ya el coraje de escuchar ninguna respuesta a estas cuestiones. [...] Ser religioso significa preguntarse apasionadamente por el sentido de nuestra vida y estar abierto a una respuesta, aun cuando ella nos haga vacilar profundamente”[1].

Cuando lo esencial no interesa, se pierde el sentido mismo de la persona. Cuando lo esencial de la persona no es ella misma en la radicalidad de sus preguntas, ya no hay respuestas que valgan ni respuestas luminosas. Se vive sin respuestas. Se vive sólo en la superficie y a merced de los vientos del momento. No es que los hombres y mujeres de hoy seamos mejores o peores que los de otro tiempo. La novedad de nuestro hoy es una realidad compleja: la persona hoy influye tanto y tan decisivamente en el mundo que lo va transformando, pero esta transformación no es algo que se quede fuera de la persona, sino que reviene sobre ella  y la influye y la modifica con el peligro convertirla en un instrumento más. Esto es vivir en superficialidad o en horizontalidad: convertirnos en instrumentos. Cargados de haceres y de quehaceres ya no tenemos tiempo para nada y menos para preguntarnos quiénes somos. Además, no interesan estas preguntas porque se sospecha que la respuesta puede afectarnos vitalmente.

Llevamos una vida que nos cansa, sobre todo en las grandes aglomeraciones. ¿Qué tiene que ver esto con la profundidad? Pues tiene mucho que ver: la salud y el sufrimiento son uno de los lugares desde donde la persona se asoma a la profundidad. El salmista grita: “Desde lo hondo a ti grito, Señor. Señor, escucha mi voz” (Sal 129, 1).

La profundidad no es ni superficie ni altura. La profundidad es un camino hacia adentro, hacia el propio corazón. Un camino en el que uno reconoce que lo que se ve tiene muchas veces algo que ver con lo que no se ve. La profundidad es el camino que lleva a dejar a un lado todo lo que nos parece importante, urgente, inmediato y a emprender otro “menos eficaz”, pero camino esencial: ¿Qué sentido tiene esto que estoy haciendo? ¿Por qué hago lo que hago? ¿Por qué sufro? ¿Qué es lo que realmente mi corazón me grita? ¿Qué es realmente lo que vale la pena cuando palpo de cerca el dolor y las cosas que tengo no me solucionan nada? ¿Quién soy yo? Muchas veces he dicho a mis mejores amigos: “¡Ay, cómo te deseo que el sufrimiento te visite!” La verdad es que no quiero ver sufrir a nadie. Pero he experimentado que hay personas que sólo se asoman al camino de la profundidad y del sentido cuando les visita el sufrimiento y saben plantarle cara.

Hoy quizá sea más necesario que nunca replantear las grandes cuestiones del destino y fin de la vida humana, entre ellas, la cuestión de Dios.  Esta antología elaborada como material de texto para la materia “Fe y mundo contemporáneo” tiene por objetivo retomar esta pregunta y replantear la relevancia que tienen las grandes preguntas en el mundo actual.

La Pregunta de Kant: -“¿Qué es el hombre?” que albergaba los tres interrogantes básicos de la vida humana: ¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar? Concentra perfectamente la pregunta por el misterio fundamental de la persona humana los cuales reflejan los interrogantes de la vida cotidiana hasta los últimos “porqués” de la existencia.

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