Maravilla Del Mundo Machu Picchu
Enviado por anarkia7795 • 10 de Julio de 2011 • 1.664 Palabras (7 Páginas) • 890 Visitas
Rodeada de incógnitas, el 7 de julio de 2007 Machu Picchu se convirtió en una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, a través de una votación abierta en la que participaron más de 100 millones de personas de todas partes del planeta. Actualmente se puede visitar accediendo a través de las faldas de la montaña vía tren o realizando alguno de los tramos del "Camino del Inca", una senda ideal para fanáticos del trekking.
"Machu Picchu, 550 años", por Antonio Zapata
Andes peruanos, mediodía del 24 de julio de 1911. Tres hombres escalan con pies y manos una ladera despeñada y abrupta. A sus pies, el río Urubamba sigue como cualquier otro día su curso apresurado hacia el Amazonas. El corazón de uno de los expedicionarios, Hiram Bingham, de 35 años de edad, profesor ayudante de historia latinoamericana en la Universidad Yale, late a velocidad de vértigo.
Sus ojos escudriñan árboles, piedras y matorrales tratando de localizar el objetivo de su dificultoso ascenso, mientras avanza inquieto y sudoroso por la senda mínima abierta por su guía, un campesino indio establecido al otro lado del río que dice conocer la existencia de las ruinas. «A la sombra del pico Machu Picchu», le ha asegurado una y otra vez. Cuando, después de algún descanso y mucho agotamiento, llegan al lugar, Bingham contempla boquiabierto el paraje que se abre ante él. De la densa maraña de maleza asoma un laberinto de bancales y muros, una ciudad fantasma que lleva cerca de 400 años oculta al mundo exterior. «Aquello me dejó sin aliento […] –escribiría después–. Era como un sueño inverosímil.»
Pero, ¿era realmente inverosímil?
Machu Picchu, el Santuario Histórico de Machu Picchu, se ha convertido en el recinto arqueológico más conocido y visitado de toda América del Sur: una ciudad inca que sobrevuela los Andes desde sus 2.438 metros de altura, un mito hecho piedra inaccesible y victoriosa, cuya notoriedad, prestigio y leyenda no han hecho más que crecer a partir de aquel día de julio de 1911. A mayor gloria de Bingham. Arqueólogo concienzudo, investigador entregado y meticuloso, dedicó su vida a explorar y dar a conocer su espectacular hallazgo. Sabía de sobra que no era él el primero en contemplar la antigua ciudad inca. Los colonos de la zona estaban al tanto desde siempre de la existencia de unas ruinas en lo alto de la quebrada que caía a pico sobre el valle. Uno de ellos, Agustín Lizárraga, alardeaba de haber paseado entre las piedras incas en más de una ocasión, y había dejado su firma sobre la fachada del Templo de las Tres Ventanas. Por su parte, unos 80 años antes el explorador y aventurero alemán Augusto Bern también había constatado su existencia. Pero Bingham era consciente de que ser el primero no era lo verdaderamente importante. Lo relevante, lo decisivo, era mostrar y demostrar el valor de esas piedras, desentrañar su significado, situar esa ciudad en la historia y darla a conocer al mundo entero. Bingham lo hizo.
La tarea inmediata fue desbrozar el terreno y limpiar la zona, devorada por el apetito insaciable de la selva, una labor que realizó con un cuidado exquisito y que llevó tiempo y grandes esfuerzos. También se tomaron notas precisas para elaborar un mapa topográfico de la zona. Trabajo y más trabajo en medio de la conmoción y la conciencia permanente de pisar un lugar único. Por la envergadura de las ruinas y, sobre todo, por su hermosísimo emplazamiento.
La antigua ciudad ocupa un estrecho espinazo curvo que une, a la manera de una doble ladera, los picos de Machu Picchu y Huayna Picchu. Vista desde lo alto, las calles y los edificios parecen sostenerse de milagro en un frágil equilibrio sobre el precipicio. Sin embargo, las construcciones han desafiado a los siglos y a la naturaleza, y hoy uno puede seguir el plan arquitectónico y urbanístico sabiéndose un elegido de los dioses al contemplar un paraje y un paisaje únicos. Gracias a la maestría de los incas. Gracias también a Bingham y su equipo, que a fines de la primavera de 1912, apenas un año después del hallazgo, protagonizaron una nueva expedición patrocinada por la Universidad Yale y National Geographic Society que llegó a Cusco y al cañón del Urubamba y permaneció durante siete meses excavando y fotografiando el lugar, alzando mapas, reconociendo antiguos caminos y haciendo acopio de las piezas encontradas, de arcilla, bronce y piedra, y de valiosas momias procedentes de enterramientos. Un tesoro arqueológico que salió de Perú con permiso oficial hacia Yale, desencadenando, sobre todo en los últimos años, una enconada disputa entre el Estado y los investigadores peruanos por un lado y la universidad estadounidense por otro. Este otoño, en vísperas del centenario del descubrimiento de Bingham, Yale anunció por fin su intención de devolver todas las piezas a Perú. Finalmente las joyas incas de Machu Picchu (más valiosas por su significado que por sus materiales en nada preciosos, a pesar de las muchas leyendas) vuelven a su tierra de origen.
Bingham comunicó de forma inmediata los resultados de su
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