Ofrendas Segun El Catesismo
Enviado por bhlkrwsh • 22 de Noviembre de 2013 • 1.625 Palabras (7 Páginas) • 601 Visitas
LA PRESENTACIÓN DE DONES EN EL CATECISMO
El pan y el vino
Explica el catesismo:
1350 La presentación de las ofrendas: entonces se lleva al altar, a veces en procesión, el pan y el vino que serán ofrecidos por el sacerdote en nombre de Cristo en el sacrificio eucarístico en el que se convertirán en su Cuerpo y en su Sangre. Es la acción misma de Cristo en la última Cena, "tomando pan y una copa". "Sólo la Iglesia presenta esta oblación, pura, al Creador, ofreciéndole con acción de gracias lo que proviene de su creación" (S. Ireneo, haer. 4, 18, 4; cf. Ml 1,11). La presentación de las ofrendas en el altar hace suyo el gesto de Melquisedec y pone los dones del Creador en las manos de Cristo. El es quien, en su sacrificio, lleva a la perfección todos los intentos humanos de ofrecer sacrificios.
1351 Desde el principio, junto con el pan y el vino para la Eucaristía, los cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad. Esta costumbre de la colecta (cf 1 Co 16,1), siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para enriquecernos (cf 2 Co 8,9):
Los que son ricos y lo desean, cada uno según lo que se ha impuesto; lo que es recogido es entregado al que preside, y él atiende a los huérfanos y viudas, a los que la enfermedad u otra causa priva de recursos, los presos, los inmigrantes y, en una palabra, socorre a todos los que están en necesidad (S. Justino, apol. 1, 67,6).
NOTA SOBRE LAS OFRENDAS DE FIELES EN LA EUCARISTÍA
1. La preparación de los dones para la Eucaristía comprende, según el actual Ordinario de la Misa, la presentación del pan y del vino que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Estos dones pueden ser llevados procesionalmente al altar por los fieles. El propio Ordinario de la Misa (n. 20) recomienda esta expresión de la participación de los fieles en el Sacrificio eucarístico, incluso con la aportación de otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.
2. El gesto de llevar procesionalmente las ofrendas ha encontrado una gran aceptación en las comunidades parroquiales y de otro tipo, constituyendo en muchos lugares una práctica habitual, especialmente los domingos. Sin embargo, se constata también en algunas partes una cierta exageración en la forma de realizar la procesión de las ofrendas, que convierte este gesto, por su propia naturaleza, sobrio, en un momento cumbre de la celebración, en detrimento de la oblación de la Hostia inmaculada que tiene lugar en la plegaria eucarística.
3. Por este motivo, la Comisión Episcopal de Liturgia quiere recordar el auténtico valor y el significado espiritual de este rito, y hacer a la vez algunas sugerencias para su más correcta realización.
I. ORIENTACIONES DOCTRINALES
4. La presentación del pan y del vino, necesarios para la celebración de la Eucaristía proviene, según el Misal Romano, del acto del Señor, que durante la última Cena tomó en sus manos estos elementos para entregar en ellos su Cuerpo como comida y su Sangre como bebida. Es un gesto muy simple. Se trata de aportar en este momento de la celebración la materia para el Sacrificio eucarístico. En los primeros tiempos, el pan, el vino y el agua eran llevados sencillamente al altar y comenzaba la plegaria eucarística (cf. S. JUSTINO 1, Apol., 67). Después eran los diáconos (o los neófitos en el día de su bautismo) los que llevaban los dones (cf. HIPÓLITO, Tradit. apost., 4 y 20). Durante la Edad Media el rito se hizo más complejo.
5. La procesión de los fieles al altar, llevando el pan y el vino y otros dones para la Iglesia o los pobres, expresa adecuadamente la actitud de oblación que es preciso mantener durante toda la Misa, especialmente en el momento de la consagración y de la ofrenda anamnética del Sacrificio. En efecto, los fieles, en virtud del sacerdocio común, no sólo ofrecen la Víctima Santa por ministerio del sacerdote y juntamente con él, sino que se ofrecen a sí mismos como hostias vivientes, santas, agradables a Dios y sacrificio espiritual (cf. Rom 12,1; 1 Pe 2,5).
6. El pan y el vino son los símbolos de todo lo que presenta la asamblea, por sí misma, como ofrenda a Dios. Este simbolismo es puesto de relieve por las palabras que Página 2/3 normalmente debe decir en secreto el sacerdote cuando toma primero la patena con el pan y después el cáliz con el vino y un poco de agua, para depositarlos sobre el altar. El pan y el vino son fruto de la tierra y del trabajo de los hombres.
7. El dinero u otras donaciones que los mismos fieles pueden presentar o ser recogidas en la nave de la iglesia responden también a una práctica antiquísima (cf. 1 Cor 16,12; S. JUSTINO, texto citado), como signo de la comunicación de todos los bienes dentro de la comunidad
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