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Orgullo, Soberbia, Vanidad, Arrogancia Espiritual Y Humildad


Enviado por   •  27 de Mayo de 2015  •  30.759 Palabras (124 Páginas)  •  541 Visitas

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Orgullo, soberbia, vanidad, arrogancia espiritual y humildad

«No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más».

Tomás de Kempis (1380-1471)

Palabras preliminaries

Desede hace bastante tiempo he querido realiar este pequeño estudio acerca del ORGULLO, SOBERBIA, VANIDAD, ARROGANCIA ESPIRITUAL Y HUMILDAD, sin embargo, voluntariamente siempre lo he postergado dado a que, he encontrado no es fácil realizarlo pues, por una parte, carecía de conocimientos, o confundía los conceptos o los empleaba como sinónimos. Por otro lado, debo confesar intentando ser humilde, que en mí ha existido toda una vida ciertas dosis de orgullo personal y professional. Por otra parte la vanidad no estuvo presente en mis durante muchos años lo que me indujo a considerarme “superior” a mis pares.

Por otra parte, cuando se realizan algunos estudios acerca de la Palabra de Dios, podemos caer en la Arrogancia Espiritaul al considerarnos conocedores de La Verdad, sentirnos sin pecados o justificar el pecado por las circunstancias. Es muy fácil ver en el hermano la paja en su ojo sin tener la capacidad de vernos la tremenda viga que existe en el nuestro. Esto verdaderamente es bastante serio porque, al actuar de esa manera, cortamos las bendiciones que Dios a cada instante nos brinda con su Amor Incondicional hacia nosotros y, por otra parte, dejamos de ser creibles o nos consideren de doble estandat.

Iniciaré este estudio analizando el concepto, significado y los aspectos negativos de orgullo, soberbia, vanidad y arrogancia espiritual desde una óptica “laica” y fundamentalmente Bíblica y por ultimo, la virtud que considero de gran estima en el Ser como lo es la humildad.

Quiero hacer notar que no comparto en su totalidad la apresiación de índole psicológica laica que expongo pero, me ha sido necesaria incluirla para no caer en fundamentalismos religiosos.

Pido a Dios Padre, por medio de Su hijo Jesucristo y la ayuda del Espíritu Santo, me ilumine con Su sabiduría con objeto de poder ser lo más veráz posible y que sea de ayuda para mis hermanos y hermanas en la fe que lo leerán.

Introducción

El orgullo, la arrogancia y la soberbia, se definen en un sólo, espíritu, cuyo nombre es Leviatán. Este espíritu es la raíz de tos los pecados, debido a que fue el pecado que llevó a Satanás a rebelarse en contra de Dios. Una persona que camina con orgullo, puede caer en cualquier pecado. Cada vez que una persona se enorgullece, le recuerda a Dios la rebelión que ocurrió en el cielo. Hoy día, hay un sin número de personas que han caído en pecado y no se han vuelto a levantar por causa del orgullo que anida en su corazón.

Hay palabras sinónimas para referirse al orgullo, tales como soberbia y arrogancia. Y tanto el orgullo, como la soberbia y la arrogancia, son la raíz de todos los pecados. A continuación, estudiaremos cada uno de estos conceptos que nos permitirán entender al menos medianamente este gran enemigo del ser humano.

Los conceptos de orgullo, soberbia y vanidad van de la mano, y lo cierto es que en mayor o menor medida, cualquier persona se ha dejado llevar por este fantasma emocional en algún momento de su vida. Dentro del ser humano se producen dos dualidades, la lucha entre el alma y el ego. El alma te conecta con Dios, con la vitalidad, con la humildad… Por el contrario, la soberbia y la vanidad conducen al ego, al deseo de sobresalir por encima de los demás, a la rivalidad… ¿Qué hacer entonces?

Claros antagonismos del orgullo serían la humildad, la vergüenza o la modestia que, por lo general, son considerados como virtudes.

El sano orgullo es inmediatamente distinguible del orgullo maligno (soberbia).

La vanidad es la falta de verdad, por error, estupidez o mala voluntad, en la apreciación de la propia valía. El vanidoso se atribuye una valía personal mayor de la que realmente tiene. Si lleva su vanidad al extremo cae en un patético ridículo.

El orgulloso, en cambio, puede tener una justa apreciación de su valía, y ésta puede ser enorme. Pero su engaño consiste en que considera que el mérito de esa valía es única y exclusivamente suyo. No soporta pensar que ha llegado a esa valía ayudado por otros y que, sin ellos, no hubiese llegado a estar donde está. Es un desagradecido que suele pagar la ayuda que le prestan con el olvido o, peor aún, con el rencor y el resentimiento. No quiere la cercanía de quienes le han ayudado, porque le recuerdan su dependencia. “El orgullo es el amor desordenado a la propia excelencia". El máximo grado del orgulloso es considerar que uno no le debe nada a Dios, que no necesita su ayuda en absoluto.

La soberbia es la falta de verdad acerca de nuestra posición e importancia en el mundo. Al soberbio le gustaría ser el más importante. Naturalmente no puede. Pero sí puede engañarse acerca de su posición en el ranking. Puede convencerse de que su impacto en la marcha de la vida es más grande de lo que en realidad es. Eso le hace sentirse poderoso. No soporta pensar que alguien pueda tener más influencia que él en los acontecimientos. Quiere controlar totalmente su vida, sin pedir nada a nadie. Aunque es difícil, el soberbio puede no ser orgulloso y hasta ser agradecido. Puede reconocer el mérito de sus padres o de sus educadores en haberle hecho como es y agradecérselo, pero piensa que una vez que ha llegado a ser lo que es, su impronta en el mundo será mayor que la de cualquiera que le haya ayudado a llegar a donde está. En su grado máximo, vomita la sola idea de Dios.

La soberbia es la causa más importante de la increencia y la más difícil de erradicar. El diablo, que no puede negar la existencia de Dios, le odia, precisamente porque Dios es Dios y él no.

La arrogancia espiritual o cinismo religioso es una actitud de manipulación de Dios. Los cínicos religiosos dicen: “Si soy creyente puedo hacer lo que sea que Dios siempre me protegerá”, creyendo que Dios nos sobreprotege y nos evita asumir las consecuencias de nuestros actos. También pretenden hacer del perdón la justificación perfecta para hacer cualquier acción mala o negativa. No importa lo malo que haga, al fin y al cabo Dios me perdona. Olvidando que el perdón siempre exige un arrepentimiento verdadero y el deseo de no volver a hacer lo malo.

La humildad es el antídoto a los tres pecados de vanidad, orgullo y soberbia. Decía santa Teresa que “la humildad es vivir en la verdad. Y así es. El que vive en la verdad sabe su auténtica valía, reconoce que está en deuda con mucha gente que le ha ayudado a alcanzarla, con Dios en primer lugar, y se sabe una ínfima causa en un universo inmenso regido por un Dios providente sin el que no podría ni tan siquiera existir y

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