Origen del cristianismo

Origen del Cristianismo.

La religión cristiana es la más numerosa de todo el mundo y se difundió a lo largo del mundo a través de labores misioneras. El Dios cristiano se manifiesta en forma de padre, hijo y espíritu santo, rindiendo homenajes a través de una congregación religiosa en las iglesias, donde la comunidad de creyentes se reúne (Garcia, 2014).

El cristianismo nace con la muerte de su profeta Jesús de Nazareth el 30 d. C, a la edad de 33 años (Pérez-Taylor, 2000, p. 239). Jesús nació en Belén, hijo de María y su padre putativo fue José. Jesús es quien nos revela a Dios a través de demostrar que él es el digno hijo del gran hacedor; además, Jesús cautiva a sus discípulos al esclarecer su humanidad cuando fue abandonado por su padre al momento de ser crucificado, entendiendo que debía morir como un ser humano para mostrar su fidelidad a la condición humana. Aún después de resucitar al tercer día, Jesús se negó a demostrar su poder divino, mostrando un compromiso total con su limitación humana al manifestarse a unos cuantos discípulos y mujeres (Richard, 2012, p. 55). El máximo escrito del cristianismo es la biblia, el libro más vendido del mundo, y cuenta con dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento, que narran el génesis humano, la vida de Jesús (desde su nacimiento hasta su muerte) y las obras/milagros de este último. Jesús transmite enseñanzas a través del “Evangelio”, que significa “Buena Noticia” (Garcia, 2014).

El cristianismo nace originalmente como una tradición transmitida vía oral, pero en un punto esto ya no bastaba. Se decidió consolidar las enseñanzas de Jesús a través de cánones escritos de carácter normativo, como el código Muratori a finales del siglo II y el Canon de Atanasio de Alejandría en el 367 d.C. En cuanto al inicio del cristianismo, se pueden contar cerca de 46 documentos, de los cuales 27 entran en el canon del Nuevo Testamento  (Richard, 2012, p. 55). La ideología fundamental del cristianismo, misma que constituye su base sustancial, es el servicio por la comunidad (el prójimo), siendo parte de la ideología que profesaba Jesucristo, al ser un judío que supo reivindicar el papel del pueblo de Israel como los elegidos por Dios, especialmente en la época donde el territorio judío se encontraba dominado por el Imperio Romano. Cabe resaltar que la palabra de Jesús es la de predicar y extender la palabra de su padre a todas las personas (Pérez-Taylor, 2000, p. 239). Así, llevar el cristianismo hacia otros es la esencia de la doctrina.

        Cuando Jesús murió, sus apóstoles formaron una comunidad en Jerusalén apoyando su fe en la resurrección y la figura del Espíritu santo. Los judíos jesuitas eran perseguidos por las autoridades de su propia etnia debido a ser considerados como una secta, así pasaron una buena cantidad de tiempo hasta que, en Antioquia, Siria, los seguidores de Jesús son llamados por primera vez “cristianos”. Los apóstoles fueron los encargados de extender las enseñanzas de Jesús, donde, acorde al Antiguo Testamento, Jesucristo vendría a ser la nueva figura de Adán, quien se sacrifica por la humanidad con el fin de estrechar lazos entre Dios y el hombre (Pérez-Taylor, 2000, p. 243-244).

        Luego, los cristianos buscaron instaurar el culto a la iglesia, entendiendo que Cristo reposa en cada individuo y, por tal, es deber del cristiano cumplir con la organización religiosa para compartir y promulgar las enseñanzas divinas (Pérez-Taylor, 2000, p. 244). En primera instancia, los cristianos en Roma fueron perseguidos, luego tolerados gracias al emperador Constantino, después pasaron a tener privilegios gracias a Teodosio que concretó al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano. Tras esto pasaron a perseguir a herejes de la nueva iglesia hasta que el Papa llegó a ser la máxima autoridad del Imperio con el auge al poder de León Magno. Luego, el amplio poder del papá (que, en teoría, consolidó más el poder cristiano) se vendría abajo con el aparecimiento de Martin Lutero y su propuesta de reforma (Richard, 2012, p. 70-71).

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