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PLUTARCO ELIAS CALLES


Enviado por   •  10 de Julio de 2014  •  1.694 Palabras (7 Páginas)  •  204 Visitas

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PLUTARCO ELIAS CALLES

En México no se han hecho muchas biografías de Plutarco Elías Calles, algo que ya constataba en 1973 el historiador Jean Meyer, ayuno de datos sobre el sonorense. No pareciera haber más que un biógrafo, Carlos Macías Richard, que fue a fondo en la vida del revolucionario nacido en Guaymas, Sonora, en 1877, y quien falleciera en la Ciudad de México en 1945. En la memoria popular, o lo que queda de ella, Plutarco Elías Calles ha ocupado un lugar completamente secundario, si ha de comparársele con Francisco Villa y Emiliano Zapata. Tal pareciera que el “presidente Calles” hubiera sido “gris”, “en el hablar parco”, en un país acostumbrado a la palabra envolvente (Plutarco Elías Calles sabía detectar la “grosería maliciosa” y “la más refinada mala fe”, como las llamaba), al homenaje pomposo, al endiosamiento en vida y, peor aún, a ver en el mérito algo advenedizo y no digno de reconocimiento ni de gratitud. El doctor Ramón Puente sugirió en su tiempo que Calles fue el personaje de la Revolución que más odios engendró y más denuestos se ganó.

Alguna vez escribió Ricardo Pozas Horcasitas (El triunvirato sonorense) que en el México de los años ’20 “matar era advertir, era enseñar con los muertos las reglas entre los vivos”, y no es seguro que esta actitud haya cambiado. Dicho esto, no es seguro que Calles haya tenido un gusto desmedido por el poder. No se enriqueció ostentosamente, ni fue especialmente sanguinario, lo que comprobó Martin Luis Guzmán. No se puede compartir la opinión que presenta la contraportada de la biografía de Roberto Mares, en el sentido de que Calles fue especialmente prepotente.

Causa extrañeza que Elías Calles sea recordado como el supuesto “fundador” de un régimen ultracorrupto, el priísta, como si en realidad el nativo de Guaymas pudiera ser comparado inclusive con Abelardo L. Rodríguez, o con otro de sus paisanos sonorenses, Alvaro Obregón, mucho más “mañoso”, quién pasó a la Historia con una célebre frase según la cual en la época revolucionaria no había nadie que resistiese un “cañonazo de cincuenta mil pesos”.

Acusado sin pruebas por el rumor popular de haber sido el autor intelectual del asesinato de Obregón, el “presidente Calles” terminó opacado por una de las figuras en la que más confió, Lázaro Cárdenas, quien acabó exilándolo temporalmente en Estados Unidos (1936). Con Cárdenas prácticamente se acabó la vorágine armada de la Revolución Mexicana y el lugar dejado por el “patrón malo” (Don Porfirio) fue al fin ocupado por el “buen padre”, algo que alcanzaron a expresar de modo retorcido los cristeros, según se desprende de testimonios recogidos por Jean Meyer en La Cristiada. Este autor se pregunta en vano si Calles fue autoritario, o incluso “totalitario”, algo que pareciera estar por completo fuera de lugar. El sonorense buscó crear autoridades (en plural), encarnadas en instituciones, en un país acostumbrado a desvirtuarlas. Ello no significa que Calles haya sido arbitrario.

En algunas biografías, la búsqueda de malevolencia en Calles es la sempiterna ida tras la figura ambivalente del padre en América Latina y el Caribe hispano. Es de ésa búsqueda, infructuosa en el caso de Calles, que se ocupa este trabajo.

En efecto, existen suficientes biografías que le atribuyen a Calles dureza en el gobierno por haber sido en el origen hijo natural. Sería imposible pensar que el hecho no pesó en la vida de Calles, como lo sugieren algunos traspiés de juventud. Sin embargo, aquella dureza, muy relativa y que se le atribuye para no reconocerle la firmeza (misma que se confunde con la prepotencia), ha sido probablemente malinterpretada, como si “infancia fuera destino”, y como si hubiera por lo demás alguna tara especial en haber sido hijo natural.

Se busca de este modo deslegitimar a quien quiso asegurarse en vida que las instituciones, y no las personas, fueran el origen de la legitimidad en México. Lo que en este texto buscamos mostrar es cómo, en medio de una vorágine en la que muy pocos no dieron simplemente rienda suelta a sus impulsos, Calles supo no sólo conservar la justa medida, hasta donde la época lo permitía, sino también llevar una vida congruente, algo no muy común en un país donde las redes clientelares suelen conspirar contra la trayectoria de rectitud individual, tratando de destruirla y de mantener la conciencia fragmentada. El doctor Ramón Puente reconoció que Calles fue a la vez el más tesonero y el menos veleidoso de los jefes revolucionarios. Así, el problema que queremos plantear aquí es el siguiente: ¿Cómo se resolvió en la trayectoria personal y pública de Plutarco Elías Calles el crucial y añejo problema de la legitimidad en México?

GUERRA CRISTERA

rectamente. La Guerra Cristera en México consistió en una fuerte lucha que duró 3 años entre el Gobierno y la Iglesia, de la cual se prohibió hablar durante mucho tiempo en México y también se tienen muy pocos documentos que hablen de ella.

Después de haber terminado la Guerra de Reforma en 1859 (durante la cual se enfrentaron dos grupos políticos en México: los conservadores que estaban en contra de la Constitución de 1857 contra los liberales) y la intervención Francesa en 1867 los gobernantes de México llevaron a la práctica una serie de medidas que proclamaban

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