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Palabra de Dios y exegesis


Enviado por   •  7 de Agosto de 2017  •  Monografía  •  1.859 Palabras (8 Páginas)  •  308 Visitas

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Lectura orante y exégesis creyente de la Palabra de Dios[pic 4][pic 5]

Lectio divina y exégesis científica

Bruna Costacurta

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El redescubrimiento de la lectura  creyente

El tema de este artículo, sobre el «redescubrimiento de la lectura creyente», se inserta en una reflexión amplia, más  general,  relativa  a  la  Sagrada  Escritura    como

«Palabra de Dios en palabras humanas». Es propia- mente sobre esta especificidad de la Escritura que se basa la «lectura creyente» y es sobre esto que quisiera detenerme, no para indicar metodologías o aplica- ciones prácticas de esta lectura, sino más bien para reflexionar brevemente sobre las implicaciones her- menéuticas de tal acto.

Palabra divina y palabras humanas

El interés por la Biblia y su «lectura creyente», desde el Concilio en adelante, ha sido floreciente. La renovada y más explícita conciencia de la realidad divina que sub- yace al texto y se hace presente en él, la llamada a la fe inherente a la revelación de Dios en palabras humanas, la reconocida fuerza del Espíritu que en ellas obra, han conducido a fieles particulares y a enteras comunidades eclesiales y religiosas a un acercamiento a la Escritura siempre más respetuoso de su verdad de «Palabra de Dios en palabras humanas». La célebre puntualización de la Dei Verbum acerca de que «la Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escri- ta», para así extraerle el verdadero sentido (DV 12), se ha convertido en el fundamento, el punto de partida de una lectura creyente y orante de la Biblia capaz de alimentar la fe del pueblo de Dios y traducirse en un camino de esperanza y de caridad.

Las formas que tal lectura ha asumido son múltiples; la utilización de la fórmula técnica «lectio divina » se ha hecho genérica y ha terminado por indicar diversos modos de leer el texto sagrado, con diferentes metodologías y desarrollos. Pero todo esto tiene en común el reconocimiento del texto como Palabra de Dios, para leer en la fe y en la oración; de aquí la con- notación de «lectura creyente» y  «orante».


Yo creo que tal lectura es siempre necesaria, ya que es exigida por la naturaleza misma del texto bíblico en cuanto tal. En efecto, éste tiene un estatuto particular, no atribuible a la sola Palabra de Dios ni a las solas pala- bras humanas, sino más bien asumido como el resul- tado de una fusión inseparable de estas dos dimen- siones, en una especie de real «encarnación» de la Palabra divina, única, eterna e inmutable, que se hace palabras humanas múltiples, condicionadas y contin- gentes.1 Una lectura respetuosa del texto bíblico exige tener juntas estas dos realidades, obedecer a ambas dimensiones, en una perspectiva de fe que se hace por lo tanto irrenunciable.

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La Dei Verbum, entre las diversas indicaciones que ofrece para una correcta interpretación de la Escritura, menciona también la necesidad de «tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios» (DV 12). Sin embargo, de manera análoga, se podría decir que toda la Escritura pertenece a un particular «género literario», o mejor, a un particular «género de literatura», que es precisamente el de ser Palabra de Dios en palabras humanas. Para poderla leer adecuadamente se necesi- ta, por lo tanto, respetar su doble verdad. Y sólo en la  fe esto es posible.

Obra literaria, con todas las peculiaridades y condi- cionamientos de un escrito unido a lugares y épocas determinadas, el texto bíblico es sin embargo y con- temporáneamente revelación de Dios, obra «inspira- da», portadora de una dimensión de absoluto que la[pic 9]


convierte en palabra última y definitiva pronunciada sobre la realidad, punto de referencia vital y primario para toda esperanza de salvación.

La exégesis creyente

Libro nacido de la fe, escrito en la fe y donado para la  fe del pueblo de Dios, la Biblia debe necesariamente ser leída en la fe. Leída, pero también – añado yo como biblista – estudiada en la  fe.

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Porque si es verdadero el principio epistemológico, for- mulado acertadamente por el filósofo y teológo Romano Guardini, que ningún objeto de investigación puede ser bien comprendido si no es desde un modo de conocer adecuado a su objeto, en consecuencia no podrá ser serio y científico el estudio del texto bíblico que no se realice desde un acercamiento que respete su doble realidad y que se adecúe a él. Un acer- camiento, por lo tanto, que indague su dimensión histórica y literaria, que estudie sus particularidades lexicales y estilísticas, las modalidades de transmisión  y los ambientes culturales, pero siempre dentro de un horizonte «creyente», en una explícita referencia a la fe y en una actitud «orante».

La exégesis bíblica, para ser verdaderamente tal, debe nacer y estar acompañada de la obediencia a la Palabra que estudia, del deseo orante y adorante de comprender la expresividad humana que media el dis- curso divino, siendo este último el verdadero y único punto de referencia para la entera vida del exegeta bíblico en su dimensión más  profunda.2

El acto técnico del análisis y de la penetración del sen- tido de los textos cambia de este modo y la exégesis bíblica asume un estatuto diverso del que informa y determina el estudio de otras realidades textuales. La investigación lingüística, histórica, literaria se abre a valencias que la trascienden; sostenida por una actitud radical de fe obediente, se convierte en una asidua y apasionada búsqueda de Dios.


Pero si el estudio de la Sagrada Escritura debe ser explícitamente acompañado por la fe, para respetar su realidad de Palabra de Dios, del mismo modo la lectura

«creyente» debe estar explícitamente acompañada por el estudio, para respetar la indispensable mediación de las palabras humanas en las que la Palabra divina se encarna. Las dos dimensiones se reclaman mutua- mente y la una no puede excluir la otra. Este es un punto que considero importante y que, ya que algunas veces es subestimado, quisiera subrayarlo  mejor.

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